Pàgines

dimecres, 9 d’abril del 2008

Nuevas dudas sobre nuestras posibilidades de conocer realmente qué pensaban los hombres de otras épocas.

Querido Joaquín:

Las cuestiones que planteas me parecen convincentes. Efectivamente podemos comunicar con el pensamiento antiguo y éste nos habla y a veces, nos interpela directamente: nos puede emocionar, angustiar o nos hace reír. De acuerdo. Podemos conocer y comprender el pensamiento de gente que vivió hace dos mil quinientos años.

Pero mi experiencia matiza esta realidad. Cuando vuelvo a leer un autor que leí por primera vez hace 30 años. Se ha producido en mí tal cambio que me parece leer a otro autor. Hace treinta años ese autor era incomprensible o intrascendente para mí. En cambio, ahora, con otra edad, con otras experiencias y heridas a las espaldas, tras sufrir diversas derrotas y reveses, la misma obra del mismo autor, que antes permanecía silenciosa me habla hasta por los codos, se da a entender, se vuelve transparente.

Este mismo ejemplo me sirve para tratar de comprender, como historiador, de que modo cada época o cada clase se apropia de una determinada obra o de una tradición. Por que me parece indiscutible que ese fenómeno es real: cada época ha leído o usado la traditio republicana ( por poner un ejemplo) de acuerdo con sus necesidades, con su experiencia o con sus expectativas.

Del mismo modo que cada época ha interpretado o se ha apropiado de la religión en forma diferente. Por ejemplo: dentro de la misma tradición religiosa se puede dar el relajo y la sensualidad que podemos leer en el Arcipreste de Hita, o el rigorismo nacional-católico que hemos padecido cuando éramos jóvenes y que ahora pretenden refundar Rouco y sus muchachos. O por decirlo de otro modo: Lutero y Thomas Munzer pueden leer el mismo texto y sacar consecuencias diametralmente opuestas. Tan opuestas que pueden llevarlos a una cruenta guerra civil.

¿No abonarían de alguna manera esos hechos algunas de las posturas del llamado relativismo epistemológico? Me refiero al hecho de que cada cual, y sobre todo, después del establecimiento del libre examen recibe una misma tradición de forma diferente, de manera que ésta acaba cambiando, desde el sentido de las palabras hasta la intención con que se usan, cambia.

Otra experiencia de carácter personal. Cuando leo un texto determinado, obtengo un determinado nivel de comprensión o de apropiación del mismo. Cuando leo este texto en un colectivo y escucho la interpretación o las preguntas que hacen los otros, mi propia comprensión del texto se hace más completa, mejora, o por lo menos, cambia. Luego las condiciones de recepción del texto condicionan la forma en que el texto o su tradición son comprendidos en un momento histórico determinado.

Por tu parte, en cambio, niegas la mayor. Parece que digas que si aceptamos que las condiciones ( sociales, históricas, culturales, económicas, etc.) en que recibimos una determinada tradición, autor o texto, determinan nuestro conocimiento de las intenciones expresivas del autor, ello lleva a aceptar que no es posible conocer el verdadero pensamiento de un autor. Si aceptamos hacer una lectura contextual parece que neguemos la posibilidad de comunicación.

A mi, en cambio me parece que no podemos negar la acción de estas determinaciones o condicionamientos, aunque sostengamos que el conocimiento de lo real es posible. Progresivamente posible, para ser precisos.

En cuanto a la sustantividad del saber clásico, a mí me parece que es una cuestión sin mayor interés. Sabemos que algunas de las ideas de los antiguos son saber sustantivo en la medida que el desarrollo posterior del conocimiento nos permite validarlas. Si el desarrollo del conocimiento o del saber las refuta, también podemos llegar a la conclusión de que estos planteamientos no son otra cosa que un paso más en la construcción del saber. Así, el teorema de Pitágoras, o la ley de la palanca. Así también la construcción de la cosmología de Copérnico que, aún teniendo puntos falsos ( como se pudo comprobar posteriormente) contenía muchos elementos de verdad y constituyó en sí misma un avance muy importante en el conocimiento del cosmos. En lo ambos estamos de acuerdo es en tu afirmación: “ El pensamiento clásico es un esfuerzo científico y filosófico y un intento de substitución de la religión como instrumento para reflexionar sobre cómo vivir y ser feliz”.

En cambio podemos saber en que condiciones, después del largo paréntesis en el que este pensamiento estuvo eclipsado durante seis o siete cientos años. Este esfuerzo de la antigüedad sobre todo el del gran Aristóteles fue recuperado a partir de los siglos XII y XIII. Contemplemos las dificultades con las que se enfrentó la humanidad en este esfuerzo recuperador: las numerosas manipulaciones, las ocultaciones, el sempiterno debate entre realismo y el oscurantismo torturado del agustinismo. Veamos un poco más de cerca lo que quiero decir. Si observamos el fenómeno curioso y desorientador de cómo la tradición aristotélica pudo ser recuperado por el esfuerzo tenaz y continuado a lo largo de siglos de una órdenes religiosas tan “reaccionarias” como los dominicos ( que eran la espina dorsal de la Inquisición) y de los jesuitas ( que fueron creados tras el concilio de Trento para defender al papado). Este fenómeno nos desorienta y seguramente no tiene una explicación fácil y clara. Seguramente tiene una constelación de explicaciones y no una sola. Pero hay que reconocer que un fenómeno así complica hasta la saciedad el problema de la transmisión de las tradiciones.

Soy consciente de que quizás he abierto demasiadas cuestiones al mismo tiempo. Pero qué quieres: la ignorancia es muy atrevida.

El debate que impone el relativismo epistemológico.

Joaquin Miras

31 de marzo de 2008

Joan; los dos puntos del debate que siempre impone el relativismo epistemológico son:

  • 1)Si es posible conocer lo que decían los antiguos o hacemos proyecciones e interpretaciones desde nuestras expectativas,
  • 2) Si tiene valor sustantivo el saber antiguo

El primer punto a señalar es que la respuesta negativa a la primera pregunta niega también, como consecuencia, cualquier tipo de comunicación, no solo la comunicación con el discurso escrito hace ya mucho tiempo de personas ya muertas, sino también el discurso oral y presente entre seres vivos, porque lo que se pone en duda es la facultad de comprender que existe algo que es un intento de comunicar. Es decir, se pone en duda que podamos saber que hay cosas que no conocemos y sobre las que podemos ser informados, a pesar de que no sabemos ni que existen, y que existen instrumentos que posibilitan comunicación, esto es que ciertos ruidos no son tal, sino códigos manejados por otros que tiene la intención voluntaria de comunicar y que de entrada tampoco sabemos que existen al menos como recién nacidos. Esta situación es la misma en todos los casos de comunicación

Ellos, los relativistas, en cambio, tienen la pretensión de que la propia afirmación negativa de ellos puede ser entendida por nosotros.

La afirmación de cualquier posibilidad de comunicación parte ya del hecho mismo de que somos capaces de reconocer que “eso” es un trozo de comunicación, sea “eso” Aristóteles o aquello que mueve el interés del niño de tres semanas por saber qué le “quiere” decir su madre; si el niño o el lector no pensara de alguna forma que “eso” es algo mediante lo cual alguien le quiere decir algo y que al otro lado hay intención comunicativa, no se tomaría la molestia de tratar de desentrañar lo que le dicen ni de aprender el lenguaje, porque no sabría para qué sirve.

Para saber que el lenguaje conviene aprenderlo hay que saber “previamente” para qué sirve y aquí viene la agudeza de Platón: ya sabíamos lo que era el lenguaje en la otra vida, el lenguaje se sabe antes de nacer, las matemáticas se saben antes de saber matemáticas porque, si no, no las entenderíamos: el esclavo sabe hacer teoremas con una breve ayuda porque tiene las mates ya dentro de sí aún sin haber ido a la escuela. Por eso niño recién nacido y esclavo, puede sentir que “les interesa saber qué le dicen” porque saben que algo dicen, aun sin saber la lengua ni las mates…Aquí lo que diga la neurociencia.

Sobre su valor sustantivo y su permanencia, el ejemplo de la ciencia es bueno. Los teoremas matemáticos: Tales, Pitágoras o el numero pi como resultado de dividir la longitud de la circunferencia por el diámetro. Primero: son ideas, porque la ciencia son ideas y no poseen distinto estatuto epistemológico, si se comprenden, se comprenden de la misma forma que cualquier otra idea Dos: se comprende y entendemos lo que dicen no proyectamos nuestras ideas. Tres las utilizamos ahora porque responden a realidades que explican de la forma adecuada, de forma universal y universalizada "para todas las circunferencias". También entendemos correctamente otras ideas que no nos son útiles porque son falsas: los mitos religiosos de la antigüedad judía por ejemplo

Las ideas que nos explican los textos son universalizables y universales, como la idea del teorema de Pitágoras. El pensamiento clásico: es un esfuerzo científico y filosófico. Filosofía sustituye a la religión para saber reflexionar sobre cómo vivir y ser feliz, etc. Interpela a la experiencia y reflexiona como saber segundo sobre ella…sin dios ni dogmas: es algo que solo surge porque el mundo de la laicidad se ha desarrollado extremamente. Hay que pensar como debe ser la vida digna del hombre sin que lo explique los sacerdotes Ciencia: que se nos diga que el hombre es por naturaleza animal social es un hallazgo o saber sustantivo y es universal. Es científico porque repudia como explicación los principios no inmanentes al ser humano: no hay dioses como respuesta. Busca `pruebas, debate etc. Y desarrolla la socialidad, etc., etc. Que se nos diga que el ser humano es praxis que lo hace todo por sus manos, praxis social, división del trabajo etc.: es grande esa idea, que es de ellos y es universal y universalizable.

Desde luego, las ideas que nos llegan de la clasicidad son saberes potentes, universales, sometidos a control crítico, no ”sapienciales” intocables: no como los del talmud, el evangelio –“palabra de dios”- los suras. Por el contrario, están sometidos a control racional Y nos llegan en tradiciones/ con tradiciones interpretativas (ahora sobre todo, que hemos sido capaces de leer (comunicarnos con) textos de su escuela en que se hacían interpretaciones, etc : el continuum civilizatorio humano. Todas estas cosas ayudan y mejoran la comprensión de los textos clásicos –filología- Pero la previa es aceptar si podemos “comunicar” o no es posible. Y si no fueran saberes explicativos que son verdaderos, no nos interpelarían: nos interpelan porque son tan verdad como el teorema de Thales.

Se podría tratar de explicar por qué surgieron ahí estos saberes, esta alta autoconciencia de la civilidad, politicidad, socialidad etc., humanas. Pero esto es otra cosa: es explicar la génesis desde los contextos genéticos históricos. Es una cuarta cuestión:

4- Estos saberes proceden de mundos donde la experiencia de socialidad era muy fuerte y para contar con todos como fuerza bruta había que contar con la voluntad de todos, donde la religión había sido batida, y no había sacerdotes –eran una anécdota sin poder hierocrático- donde la ciencia era un valor sustativo: Aristóteles recogía y analizaba decenas de constituciones, estudia la economía…pero esto es ya ir a los contextos genéticos que dan razón de su validez… es un número. El hecho de que aparezcan en una época y luego, posteriormente, todo sea peor etc., debe ser explicado, pero lo sea o no, hay que aceptar la validez de esas ideas... si nos interpelan. Estos son los argumentos, en resumen. Se añade luego lo del desarrollo del cerebro, el constructivismo, etc.

Un diálogo con Joaquín Miras sobre relativismo epistemológico.

Hace un par de domingos iniciamos con Joaquín un diálogo sobre nuestras posibilidades de comprender como una traditio tan antigua como la republicana, ha sido captada o entendida en cada época histórica y por cada clase. Mi planteamiento previo era que cada época se apropia de la traditio, según las condiciones de la época, según los problemas a los que se enfrentan, y que además ello depende también de las diversas clases que se apropian de la misma, de sus intereses.

De hecho, es curioso encontrar en Aristóteles temáticas y argumentos que podemos encontrar, por ejemplo, en textos republicanos y en peticiones campesinas francesas del siglo XVIII. ¿Las continuidades temáticas señalan continuidades civilizatorias? ¿Señalan quizás que existen elementos permanentes en la mente humana que dan respuestas similares a problemas similares, o que al menos piensan los problemas con categorías que gozan de gran continuidad? ¿Existen arquetipos más o menos permanentes a través de la historia humana? Probablemente sí, si tenemos en cuenta que desde el Neolítico hasta la revolución industrial, la humanidad ha vivido básicamente en sociedades mayoritariamente rurales, con mayorías sociales campesinas. Es decir, en condiciones sociales y con culturas morales y materiales muy similares.

Es cierto que tanto las formas de tenencia de la tierra, como las formas en que las clases dominantes han secuestrado los excedentes producidos, como las diversas formaciones sociales y las formas de poder político y las clases y sus relaciones recíprocas han evolucionado en los dos milenios y medio que separan estos textos de Aristóteles de los autores del siglo XVIII. Pero ciertamente, las temáticas permanecen, los argumentos y los tópicos se transmitieron de generación en generación. De la mano de Marc Bloch, por ejemplo, podemos conocer algunas de las continuidades del pensamiento campesino del territorio que conocemos como Francia entre el bajo imperio romano y el siglo XVIII. En las peticiones campesinas en tiempo de revolución recopiladas por G. Lefebvre o por Anatoli Ado, podemos encontrar también algunas de estas sorprendentes continuidades.

Si son posibles tales continuidades, no debe extrañarnos de que, cuando en el siglo XIII, por obra de Alberto Magno o de Tomás de Aquino, se realiza la recuperación occidental del pensamiento aristotélico, las categorías temáticas, y los repertorios de argumentos pudieron ser recuperados sin mayores dificultades y aplicados a nuevas realidades. Así a través de una cadena absolutamente increíble el aristotelismo pudo asegurar una continuidad de autores y de políticos que aseguraron su presencia hasta los autores ius-naturalistas del siglo XVII y XVIII.

Sin embargo, por mi parte yo expresaba que más allá de estas continuidades parece realmente difícil saber hasta que punto podemos conocer realmente aquello que los textos pretendían comunicar. ¿ No es cierto que leemos estos textos desde situaciones absolutamente distintas y que por tanto, las palabras han podido cambiar de significado?

Por su parte Joaquín insistía sobre la continuidad del acerbo común de la humanidad y sobre la posibilidad de dialogar con los autores de la antigüedad, criticando las posiciones del relativismo epistemológico.

Fruto de este diálogo, Joaquín me regaló el pequeño escrito que publico a continuación, con la finalidad de socializarlo un poquito y de continuar este diálogo con la participación de algún amigo más. Se notará que el estilo es un poco provisional, simplemente le sirve a Joaquín para resumir y para poner en orden lo dicho durante la conversación.