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dimarts, 10 de febrer del 2009

¿Cuando empieza la Ilustración?


Joaquin Miras
Queridos amigos: 
En la reflexión que tiene abierta Joan sobre Fénelon, sobre la entidad de su pensamiento, su tradición, sus bases filosóficas y sobre qué periodización otorgarle –a qué “movimiento” pertenece- nos encontramos con los problemas generados por los descubrimientos y la evolución de los estudios en los últimos35 /40 años. 
En los años 30 Ernst Cassirer en su libro célebre "La filosofía de la Ilustración", con mucha cautela venía a situar los inicios de la IIustración a fines del XVll, si bien, insiste en que es un nuevo espíritu o filosofar, el ensayo –la transmisión de ideas a la gente, la intervención a partir de esas ideas en problemas políticos o sociales, la creación de una Opinión Pública, de un espacio público- y que la Ilustr. “Constituye un acto y una fase en aquel acontecimiento espiritual en cuya virtud el pensamiento filosófico moderno [moderno: desde 1454/1492] ha conquistado la certidumbre de sí mismo, su seguridad y su conciencia específicas (.) Podemos decir que la filosofía de la Ilustración (.) su resultado decisivo y permanente no consiste en el puro cuerpo doctrinal que elaboró y trató de fijar dogmáticamente. En mayor grado de lo que ella fue consciente , la época de las Luces ha dependido en este aspecto de los siglos que la precedieron . No ha hecho más que recoger su herencia ; la ha dispuesto y ordenado, desarrollado y aclarado mejor que hacer valer motivos intelectuales originales. Y sin embargo, la Ilustración a pesar de esta su dependencia ha conseguido una forma totalmente nueva y singular de pensar filosófico (.) La Ilustración, en Francia y en Inglaterra comienza destrozando la “forma” del conocimiento filosófico, el “sistema” metafísico heredado [ojo: sin apartarse del iusnaturalismo]. No cree ya en la fecundidad ni en la legalidad del “espíritu de sistema” [ a continuación Cassirer la define como filosofar , no como saber a parte, como sistema de ideas desarrollado, y sigue] “Con todo esto todos aquellos conceptos y problemas filosóficos que el siglo XVIII [el siglo XVII o sea legitima la idea Ilustración= siglo XVIII] parece tomar sencillamente del pasado , se desplazan a otro lugar y cambian de sentido característico. De estructuras fijas y acabadas se convierten en fuerzas activas y de meros resultados en imperativos [de intervención] Aquí radica la significación propiamente creadora, productiva del pensamiento de la IL” (FCE,México (1984) (1935)pp. 10 , 11)
Una matización: ese tono de originalidad que Cassirer le da al hecho de que una tradición teórica sea resemantizada en el periodo de la Ilustración, es algo que se da siempre, constantemente, con el pensamiento. Para decirlo con Gadamer –un poco reaccionario, pero buen filósofo - nosotros, los lectores posteriores, en un determinado sentido, siempre “sabemos más” que el clásico: cómo fue el mundo posterior, qué se hizo esas ideas, qué de sus expectativas de futuro –“varia fortuna de una idea”-, etc.
También Paul Hazard en su Crisis de la conciencia europea” coloca la Ilustración a fines , fines del XVII y en el XVIII –su origen por tanto, un poco más atrás de lo que explica Cassirer-. Y la pone en relación con las catástrofes del XVII:
 “En estos rasgos se reconoce sin esfuerzo el espíritu del siglo XVIII. Hemos querido mostrar precisamente que sus caracteres esenciales se han manifestado mucho antes de lo que se cree de ordinario; que se lo encuentra formado en la época en que Luis XIV estaba aún en su fuerza brillante y radiante; que casi todas las ideas que han parecido revolucionarias hacia 1760 , o incluso hacia 1789, se habían expresado ya hacia 1680. Entonces se ha operado una crisis en la conciencia europea” (p. Xlll). 
Hazard escribe en plena crisis de la coenciencia europea en 1935… Y pone la crisis de la conciencia europea en 1680 -1715. Por mi parte, -y no soy más que un dilettante- creo que la crisis procede de las guerras de religión del XVII, que asolaron Europa tan brutales y tan desastrosas que deslegitimaron la capacidad de represión de las iglesias, y monarquías, que seguían teniendo el poder, pero una opinión interior comienza a criticarlas….
Bueno; esos dos ejes: continuidad del pensamiento Moderno, eliminación de su sistematicidad , rompen con Spinoza, pe, lo desplazan a pensar problemas reales concretos y a intervenir –proceso Callas, Sobre la Tolerancia, Voltaire, etc- y una crisis moral profunda que es lo que provoca esa nueva relectura.
A esto habría que añadir todo lo que se ha descubierto sobre el iusnaturalismo como continuidad desde el XVI –por lo menos- y cómo viene del siglo XII, etc. Skinner, Tierney, etc. Estudios de los que no disponían los dos clásicos citados: "Triunfo y muerte del derecho natural en revolución", es el título de una interesante obra de Florence Gauthier.
Cada vez más –es la idea que me gusta- se configura una traditio aquí, al igual que la tienen y me causa envidia- los chinos; y que reaparece constantemente en reinterpretaciones, desarrollos originales etc. para entender esta parte del planeta no se debe cegar la relación escolar con la cultura clásica –salvo que se quiera, y se quiere, una ruptura final y apagón-. Pero para entendernos es más necesarios saber de ciertos textos e ideas –Cicerón Aristóteles, Platón- que de los Reyes Católicos o de Jaume l…

diumenge, 8 de febrer del 2009

La utopía en Fénelon (II)


Salento.

 

Robespierre afirmará. “Queremos fundar Salento”[1]. Salento es la ciudad de la utopía Feneloniana, descrita en el libro XII del Telémaco. Con el precedente la descripción de la Bética en el libro XIII, hago ahora algunos extractos del Libro XII de "Las aventuras de Telémaco, hijo de Ulises"[2].

En la imagen, Minerva ( Mentor) muestra el camino de la virtud a Telémaco. Edición de Paris, 1717.

Salento, gobernada por Idomeneo, logra evitar la guerra con los mandurienses merced a las sólidas negociaciones establecidas por Mentor, el encargado de la educación de Telémaco. Se trata de una colonia griega en territorio de    , que una vez salvada de la guerra debe establecer una nueva contitución que refleje los resultados de esa guerra.

Idomeneo establece una nueva legislación en Salento que le permite, por decirlo de un modo anacrónico, refundar la ciudad. La legislación es producto de un consejero que se dirige a él sin ningún tipo de rodeos ni de subterfugios. El buen rey escucha el análisis crítico de su reino y recoge y aplica los consejos de Mentor. En el terreno literario, Fénelon encuentra un rey que se deja criticar y aconsejar sin ningún tipo de altanería u orgullo innecesario. En Idomeneo, Fénelon encuentra el rey que reconoce que su finalidad no es servirse a sí mismo si no al pueblo.

La primera medida adoptada consiste en legislar la libertad de comercio, regulando la actividad de los comerciantes con el fin de evitar la excesiva codicia que lleva a negocios temerarios y a la quiebra. Prohibe a los comerciantes arriesgar capital extraño y nunca más de la mitad del capital propio. Hace todo lo posible para aumentar el comercio a excepción de los productos de lujo:

 

“Prohibió las mercancías de los países extranjeros que pudieran introducir el lujo y la molicie. Ordenó trajes, comidas muebles, y la capacidad y adorno de las casas para las diversas condiciones”[3].

 

Regula el establecimiento de siete condiciones o clases de los ciudadanos, además de la existencia de los esclavos. La distinción entre esas diversas condiciones consiste en el vestido que, siendo todos de sencilla elegancia, se distinguen los unos de los otros por su color y por sus bordados. Ello iba aparejado con la abolición del lujo, medida que, sin embargo, comportaba la reconversión productiva de todos aquellos que vivían de esa industria:

 

“Los que hoy se emplean en estas artes perniciosas, se dedicarán a las necesarias, que son, en corto número, a la agricultura o al comercio”[4].

 

Idomeneo, por consejo de Mentor reforma sus hábitos de comida, la música que queda reducida a la música de los templos y festividades, simplificó la arquitectura para desterrar el lujo y la magnificiencia.

 

“Expulsó a los mercaderes que vendían caras telas tejidas en países lejanos, bordaduras de alto precio, vasijas de oro y plata con efigies de dioses, de hombre y de animales, y licores y perfumes. Quiso que los muebles caseros fuesen sencillos y construidos de manera que durasen largo tiempo. De modo que los salentinos, que se lamentaban de su pobreza, comenzaron a experimentar las muchas riquezas engañosas que los emprobrecían, y se hacían efectivamente ricos a medida que tenían alor para desprenderse de ellas. “Enriquecerse es –decían- despreciar unas riquezas que consumen al estado, y disminuir sus menesteres reduciéndolos a las verdaderas necesidades de la naturaleza”[5].

 

Esa reducción del lujo y de la industria que vive de él solo podía sustentarse en una reforma agraria que permitiera establecer en el campo a los numerosos artesansoq eu quedarían en paro:

 

“Verdaderamente es una desgracia que estos hombres dedicados a las artes que requieren una vida sedentaria, no estén ejercitados en el trabajo; pero he aquí los medios de remediarlo. Dividiremos entre ellos los terrenos incultos, y llamaremos en su auxilio a los pueblos vecinos, que bajo su dirección harán los más penosos trabajos Estos pueblos lo harán con tal que se les ofrezca recompensas proporcionadas en frutos de las mimas tierras que pngan en cultivo; podrán más tarde poseer aprte de ellas, y ser incorporados por este medio a vuestro pueblo, que todavía no es bastante numeroso. Con tal que sean laboriosos y dóciles a las leyes, no tendréis mejores vasallos, y acrecentarán vuestro poder. Vuestros artesanos de la ciudad, trasplantados al campo, criarán a sus hijos en el trabajo y en el amor a la vida campestre. Los albañiles extranjeros que vinieron para edificar la ciudad se obligaron a desmontar cierta poricón de tierra, y también a cultivarla, agregadlos a vuestro pueblo cuando hayan acabado su trabajo. Estos operarios se complacerán en pasar su vida bajo una dominación que hoy es tan suave. Siendo robustos y laboriosos, servirá su ejemplo para excitar al trabajo a los artesanos de la ciudad, con quienes se mezclarán. En los sucesivo estará poblado todo el país de familias robustas y dedicadas a la labranza”[6].

 

 

La idea de Fénelon es que la riqueza y la defensa de un país es su población cuyo crecimiento debe estimularse con medidas como las anunciadas y con el estímulo a los matrimonios y a las familias. El monarca no debe agobiar a la población con duros impuestos. Por el contrario debe dar facilidades fiscales a aquellos que aumenten sus familias y la producción de sus tierras.

Es una especie de igualitarismo rural en que se reivindica la condición del campesino y la agricultura se convierte en la ocupación más honrosa del pais, poniéndola a la par con la defensa de la patria:

 

“En breve se multiplicarán las familias y se animarán todos al trabajo, el cual llegará a ser honroso. Dejará de ser menospreciada la profesión de labrador, luego que no esté agobiada por tantos males. Volverá a honrarse el arado  manjándole la mano que haya defendido la Patria. No será menos bien visto el cultivar, durante una dichosa paz, el patrimonio de los ascendientes que haberlo defendido con valor durante la guerra. Flocrecerán los campos; lo coronará Ceres con doradas espigas, y hollando Baco con su planta la uva, hará correr de las faldas de los montes raudales de vino más dulce que el néctar; resonarán los hondos valles al concierto de los pastores, que unirán sus instrumentos, a orillas de cristalinos arroyos, en tanto que los ganados se apacentarán sonre la yerba, entre las flores, sin temor de los lobos”[7].

 

Vemos pues los ejes de la nueva sociedad propuesta por Fénelon: aumento de población, igualitarismo rural, enaltecimiento del trabajo agrícola manual prohibición del lujo, reforma de las costumbres. Tanto Jean Touchard como Roland Mousnier han caracterizado esta utopía feneloniana como una expresión de la reacción aristocrática frente al absolutismo burgués de Luis XIV. Así pues, Fénelon es transformado por estso autores en literalmente “un reaccionario” y en partidario de un régimen aristocrático. Si esa teoría fuera cierta, sorprendre que Fenelon influyera, como lo hizo, en la Ilustración posterior y en la algunos de los principales actores de la revolución francesa.

Quizás estos autores debieron leer a Fénelon con las gafas deformantes de paradigmas reduccionistas. Veamos si es cierto: sigamos con la descripción de Salento  por parte de Fenelon. Ante la objeción planteada por Idomeneo en el sentido de que la paz, el trabajo y el pan asegurado podrían hacer del pueblo un elemento levantisco e incontrolable, Mentor muestra cómo Salento se puede asentar sobre unas leyes y costumbres que harán que los pueblos sean sumisos y apacibles:

« Las leyes que acabamos de establecer para la gricultura harán su vida laboriosa; en medio de la abundacia sólo tendrán lo necesario, poruqe hemos proscrito las artes que suministran lo superfluo. Esta misma abundancia  será disminuida por la facilidad delos matrimonios y por la multiplicación de las familias. Siendo cada familia numerosa, y poseyendo un terreno corto, tendrán precisión de cultivarlo con un trabajo asiduo. La ociosidad y la molicie son las que hacen a los pueblos rebeldes e insolentes. Verdaderamente, ellos tendrán pasn, y con abundacia; pero tendrán solo pan y frutos de su propio suelo adquiridos con el sudor de su rostro » [8].

 

No es posible determinar si esta forma de exponer las cosas se debe a una convicción íntima de Fénelon o a una forma de convencer al príncipe a quien van dirigidas de la conveniencia de establecer una estructura igualitaria de la propiedad agraria y de basar la propiedad en los frutos arrancadas de la tierra con el sudor de la frente. Quizás la imagen de unos pueblos sumisos se ofrecía al Delfín con el fin de convencerle de la bondad de una sociedad con consumo estacionario y con reparto de la propiedad agraria. Una sociedad que Fénelon pretende que será una sociedad “natural”.

Que el reparto de la tierra es igualitario lo podemos leer con nuestros propios ojos. Para contrastar la idea de que las siete clases o condiciones en que divide a la sociedad establezcan o justifiquen una sociedad aristocrática sobre la base dela propiedad feudal de la tierra y por tanto de que el Telémaco sea una expresió ideológica estrecha de la reacción feudal, como pretenden Touchard y Mousnier, saquémonos las gafas reduccionistas y leamos:

 

« A fin de mantener vuestro pueblo en esta moderación, ha de fijarse desde ahora la poricón de terreno que pueda poseer cada familia. Ya sabeis que hemos dividido todo vuestro pueblo en siete clases, según las diferentes condiciones : no se ha de permitir que cada familia, en cada clase, pueda poseer más que la porción de terreno absolutamente necesaria para la subsistencia del número de personas de que conste. Siendo invariable esta regla, no podrán hacer los nobles adquisiciones sobre los pobres ; todos tendrán terreno, pero cada uno no tendrá sino muy poco, y será excitado conesto a cultivarlo bien. Si despues de una larga serie de tiempo faltasen aquí las tierras, se fundarían colonias que acrecentarían el poder del estado »[9].

 

Estamos lejos de la caricatura trazada por Touchard y Mousnier. Cuando leemos el Telémaco, estamos conociendo los elementos contitutivos de una ideología corriente en el siglo XVIII por parte de los defensores de los campesinos y que refleja, sin duda el pensamiento de los propios campesinos. Características generales de ese pensamiento son:

a.- Cada familia debe tener su propia porción de tierra, la suficiente para proporcionarle las subsistencias necesarias y no más que la que pueda trabajar con sus manos;

b.- Las buenas costumbres ( mœurs), la modestia, la auteridad, la honradez, permitirán que esa sociedad se mantenga y se reproduzca;

c.- El comercio de las subsistencias no es ni mencionado: en esta sociedad las subsistencias no circulan ni son mercancía, son consumidas “in situ”;

d.- Los nobles no pueden comprar tierras de los pobres, basándose en la necesidad de éstos; esa via de expropiación de la tierra, frecuente durante los  siglos XVII y XVIII, es inviable si el pequeño campesino no tiene necesidad de vender a “vil prix” su tierra acuciado por el hambre.

e.- La pequeña propiedad garantiza el buen cultivo, cuidado y mejora de la tierra; la pequeña propiedad garantiza una mejor producción que la gran propiedad.

Esos cinco elementos, que podemos detectar claramente en las líneas del Telémaco que venimos de citar, y en el conjunto del libro XII, no pueden ser considerados de ninguna manera como “utopía reaccionaria justificadora de la reacción feudal y de la refeudalización” coetánea de las mismas, como ha sido caracterizada.

Queda clara la perspicacia de Gramsci cuando analiza el Telémaco, como utopía precursora del jacobinismo y de la revolución francesa.


[1] Citado por TOUCHARD, Jean, Historia de las Ideas políticas. Editorial Tecnos, Madrid 1970, primera edición en francés 1961, p. 284. Salento , como se explicará más adelante, es la ciudad imaginaria que da nombre a la utopia de Fénelon.

[2] Fénelon, Aventuras de Telémaco, hijo de Ulises, Madrid, Espasa-Calpe, 1932, Tomo II, pp. 19- 52.

[3] FÉNELON, Ob. cit., p. 36.

[4] FÉNELON, Ob. cit., p. 39.

[5] FÉNELON, Ob. cit. p. 43.

[6] FÉNELON, Ob. cit. pp. 44-45.

[7] FÉNELON, Ob. cit. pp. 48-49.

[8] FÉNELON, Ob. cit. p. 49.

[9] FÉNELON, Ob. cit. pp. 49-50.

Fénelon et la cosmopolitique

Citations sur Fénelon et la cosmopolitique dans: Belissa, Marc, Fraternité universelle et intérêt National (1713-1795). Les cosmopolitiques du droit des gens. Paris, Éditions Kimé, 1998.

 

Pp. 20-21.- Fénelon et Vauban comme partie du “premier libéralisme”.

 “ Les souverains ne sont pas étrangers à cette réflexion. Pour leurs propres besoins, ils construisent des instruments nouveaux. Le droit de la guerre, des ambassades et des traités, est une réponse, à la fois empirique et théorique, aux nouveaux enjeux de la « politique ». La diplomatie s’organise en fonction du besoin accru de relations permanentes entre les États. Le monopole de la violence, que les monarches européens s’efforcent de réaliser, est conçu par les théoriciensdela souveraineté absolue comme un élement de la pacification des sociétés.L’equilibre des forces ets le pendant nécessaire de la souveraineté des États : il est la réponse au danger de « monarchie universelle ».La guerre est au centre de la construction idéologique absolutiste, la travail de « déconstruction » de l’idéologie guerrière opéré à la fin du XVIIe siècle par le « premier libéralisme » de Fénelon et de Vauban est donc une attaque contre l’absolutisme. Cette remise en cause du « roi de guerre » provoque l’émergence d’un « opinion publique » fondée sur la valeurs de paix et de bonheur des nations »

 

Pp. 42-43.- Coment prévenir la guerre.

Belissa parle d'oeuvres comme:

Projet pour rendre la paix perpetuelle en Europe de l’abbé de Saint-Pierre.

Mémoires sages et royales, Oeconomies d’Estat, domestiques, politiques et militaires de Henri le Grand, de M. Merle, 1638.

Le Nouveau Cignée, d’Eméry de Cruce ( 1623)

« L’auteur  propose la création d’une diète permanente de conciliation des conflits à Venise. Elle constituerait une amphictyonie des princes dans laquelle la préséance serait determinée par la souveraineté et la puissance. Crucé rejete l’idée de paix chrétienne contre les peuples non européens. Une véritable paix ne peut se construire sur l’extermination d’autres peuples, car la société humaine est un corps dont tous les membres ont une « sympathie ».Il réclame d’ailleurs un pacte qui engloberait les Turcs, les juifs et même les Païens. En 1693, William Penn, le réformateur quaker, propose, lui aussi, un « essai sur la paix présente et future en Europe ». La representation des souverains serait proportionelle à « l’estimation du revenu national annuel de leur pays respectif ». L ‘Assemblee se reunirait quand les souverains le jugeraient nécessaire et traiterait publiquement des problèmes qui n’auraient pas trouvé de solution bilatérale. Penn délègue à cette diète le droit de contraindre ceux qui se refusent à l’arbitrage. Les mêmes thèmes réapparaisent chez Fénelon ; qui écrit, en 1701, un mémoire sur Les moyens de prévenir la guerre ». p. 43.

[Nota bene : Ce texte de Fénelon n’est pas inclus dans : Écrits et lettres politiques, Paris, Éditions Brossard, 1921]

 

Pp. 50-51. La terre patrie commune de  l’humanité.

 

«  On sait que que le mot « patrie » devient d’un usage commun au XVIe  siècle et , dès la fin du XVIIe siècle, on peut repérer chez La Bruyère ou chez Fénelon les sens politique de la patrie que les Lumieres vont propaguer. La « patrie » n’est pas un lieu géographique, mais un espace politique. « Il n’y a pont de patrie dans le despotique, écrit La Bruyère, d’autres choses y supléent : l’intérêt , la glorie, le service du prince ».[ Note 2, p. 50: La Bruyère, Les caractères, Paris, Gallimard 1975, chapitre C, p. 205]. Fénelon étend la patrie à l’ensemble du genre humain : il affirme que « chacun doit infiniment plau au genre humain, qui est la grande patrie, qu’à la patrie particulière dans laquelle il est né ; il est, donc infiniment plus pernicieux de blesser la justice de peuple à peuple, que de blesser de famille à famille dans la République(…) toutes les guerres sont civiles ; car c’est toujours l’homme qui répnad son propre sang » [ Note 3, p. 50 : Fénelon, Dialogues des Morts, textes choisis, Paris, Actes Sud, 1994, p. 79-80]. Il récuse le zèle exclusif pour sa patrie, et conquerant injuste contre un peuple voisin, sans songer que la terre entière n’est qu’un seule patrie commune, où tous les hommes des divers peuples devraient vivre comme une seule famille » [ Note 1, p. 51 : Idem, p. 44].

 

P. 64. Les sources du bonheur des nations.

 

« Le bonheur et la «richesse » d’une nation dépendent-ils de la ruine des autres ? Le commerce de puissance, tel qu’il était conçu au XVIIe, produit-il une véritable croissance ? Le mercantilisme était fondé sur une économie de puissance et d’enrichissement basée sur la lutte armée, « du fait de relations concçues comme inévitablement belliqueuses avec les pays limitrophes » [ Note 1, p. 64, S. Meysonnier, La Balance et l’Horloge, op.cit., p. 25]. Le libéraux égalitaires étudiés par S. Meyzzonier ( Cantillon, Melon Gournay) se situent dnas la mouvance intellectuelle des « libéraux » du XVII e  siècle ( Vauban, Fénelon) et sont proches de l’abbé de Saint-Pierre et du club de l ‘Entresol. Ils proposent une rupture avec le mercantilisme. Les voies de la prospérité ne reposent plus sur la ruine des voisins, mais sur la liberté des relations commerciales avec ceux-ci. Le commerce cesse d’être un champ d’antagonismes naturels pour devenir un espace sociale de réciprocité. Le commerce apparaît comme une forme « civile » de relations para opposition à la forme « incivile » de la « politique » des gouvernements. Comme le dit Melon, dans une formule qui fait fortune, « l’esprit de conquête et l’esprit de commerce s’excluent mutuellement dans une nation ». La paix est donc la condition du développement économique et social des peuples ».

 

P. 85. Contre la monarchie universelle, une République générale.

 

« La « monarchie universelle » est la forme ultime de despotisme. Non content d’enchaîner son peuple, le postulant à la « monarchie universelle » veut encore faire porter des fers aux autres nations et faire disparaître tous les asiles de la liberté. Tous les moyens sont bons pour y résister : ainsi Fénelon légitime toutes les alliances, offensives ou défensives, contre une puissance « qui aspire manifestement à la monarchie universelle ». Les États doivent « pour leur sûreté particulière autant que pou l’intérêt commun, faire une espèce de société et de République générale » [ Note 2, p. 85 : Fénelon, Supplément à l’exament de conscience dans Écrits et lettres politiques, Paris, 1981, p. 79.]. La constitution de cette Res publica est même pour l’evêque de Cambrai un devoir moral envers le genre humain. Cet espace « politique » public a besoin d’une organisation qui assure sa défense : c’est le rôle de la ligue federative. Ce concept est très souple. Il ne s’agit pas forcément d’une organisation supra-nationale, mais simplement de la matérialisation sous des formes diverses de la volonté de réunir les États en vue du bien commun. « L’équilibre des puissances » est donc un concept essentiellement défensif pour les « libéraux » de la fin du XVII e  siècle. Il ne s’agir pas de faire l’apologie d’un équilibre mécanique de froce, mais de garantir la liberté de l’Europe grâce à une ligue « féderative » qui passe par la densification des liens de droit public entre les États. L’equilibre des puissances ne rêvet donc pas le même sens dans le discours des Lumières et dans celui de la Raison d’État du XVII e  siècle. »

 

Pp. 99-100. Frontières naturelles ?

 

« Dès la fin du XVII e  siècle, les politiques qui font refèrence aux frontières naturelles les envisagent comme des bornes à la manie des conquêtes qui s’est emparée de Louis XIV. Ainsi Fénelon rejette les conquêtes de points d’appui stratégiques, sous le prétexte de la sécurité du royaume, car « par les convenances, on ira de proche en proche jusqu’à la Chine » ( Note 1, p. 100 : Fénelon, Examen de conscience sur les devoirs de la royauté, dans op.cit. p.58). »

 

Pp. 105. Contre la diplomatie professionelle.

 

« L’idée même d’une « profession diplomatique » d’État est un objet d’horreur pour Fénelon qui y voit une sorte « d’esprit de corps », alors que la négotiation nécessite avant tout une personne dont la réputation soit sans tâche. [Nota 2, p. 105 : Bély, Espions et ambassadeurs au temps de Louis XIV, op.cit., p. 312] ».

 

 

Gramsci menciona a Fénelon


Utopías de la Edad Moderna y Revolución Francesa


Agradezco a Alejandro Andreassi la comunicación de este parágrafo de los Cuadernos que interesa en grado sumo a mi investigación. De todas las interpretaciones del Telémaco, esta de Gramsci colocando la obra pedagógica en el contexto de la edad moderna,  y de la lucha entre Reforma y Contrarreforma, me parece la más acertada. Gramsci sitúa el Telémaco  dentro de un género literario, el de las utopías, escritas por intelectuales aislados que reflejan, aunque sea indirectamente, el pensamiento de las clases subalternas; de ahí que titule este parágrafo de los Cuadernos “Fuentes indirectas”. Esto relaciona este texto, directamente con el Cuaderno 25, escrito en 1934, titulado “Ai Margini della storia ( storia dei gruppi subalterni)” [Quaderni del Carcere. Edizione critica dell’Istituto Gramsci. A cura di Valentino Gerratana, Torino, Einadi Editore, 1975, Tomo III, pp. 2277- 2293].

Antes de que leáis, remarco que en mi capítulo sobre la influencia de Fénelon en Coupé, que estoy finalizando estos días ( 8 de febrero 2009), queda plenamente demostrada la razón que asiste a nuestro querido sardo cuando afirma la relación entre este género y el jacobinismo y la revolución francesa.

 Cuadernos de la Cárcel, México, Editorial Era, 1999, Tomo 6, pp. 184-186.

§ <7> Fuentes indirectas. Las "Utopias” y las llamadas "novelas filosóficas".

 

Han sido estudiadas para la historia del desarrollo de la crítica política, pero un aspecto de los más interesantes de ver es su característica de reflejar inconscientemente las aspiraciones más elementales y profundas de los grupos sociales subalternos, incluso de los más bajos, aunque fuese a través del cerebro de intelectuales dominados por otras preocupaciones. Este genero de publicaciones es inagotable, si se tiene en cuenta también la cantidad de libros que no tienen ninguna importancia literaria ni artística o sea SI se parte del punto de vista de que se trata de un fenómeno social: Se plantea por lo tanto el primer problema: la publicación en masa (relativa) de tal literatura, ¿coincide con determinados periodos históricos con los síntomas de profundas transformaciones político-sociales? ¿Puede decirse que ésta es como un conjunto de "cahiers de doléance" indeterminados y genéricos, y de un tipo particular? Por lo pronto hay que observar también que una parte de esta literatura expresa los intereses de los grupos dominantes o desposeídos y tiene un carácter retrógrado y ultra conservador. Sería interesante compilar una lista de estos libros, "utopías" propiamente dichas, novelas llamadas filosóficas libros que atribuyen a países lejanos y poco conocidos, pero existentes, determinados usos e instituciones que se quieren contraponer a los del país propio. La Utopía de Tomás Moro, la Nueva Atlántida de Bacon, la Isla de los placeres y Salento de Fénelon (pero también Telémaco , los Viajes de Gulliver de Swift, etcétera. De carácter retrógrado en Italia pueden recordarse fragmentos inconclusos de Federico De Roberto y de Viuorio Imbriani (Naufragazia, fragmento de novela inédita, con una advertencia de Gino Doria, en la Nuova Antología del 1º de agosto de 1934).

2] En un artículo de Giuseppe Gabrieli sobre "Federico Cesi linceo", en la Nuova Antologia del 10 de agosto de 1930, se afirma un nexo histórico- ideológico entre la Contrarreforma (que según Gabrieli contrapuso al individualismo, agudizado por el Humanismo y reprimido por el Protestantismo, el espíritu romano (!) de colegialidad, de disciplina, de corporación, de jerarquía para la reconstrucción (!) de la sociedad), las Academias (como la de los Lincei, intentada por Cesi, o sea el trabajo colegiado de los científicos, de tipo bien distinto al de los centros universitarios, que permanecieron medievales en los métodos y en las formas), y las ideas y audacias de las grandes teorías, de las reformas palingenéticas y de las reconstrucciones utópicas de la convivencia humana (la Ciudad del Sol, la Nueva Atlántiida, etcétera).

En este nexo hay mucho de sofisticado, de unilateral, de mecánico y de superficial. Se puede sostener, con mayor razón, que las Utopías más famosas han nacido en los países protestantes y que incluso en los países de la Contrarreforma las Utopías son más bien una manifestación, la única posible y en ciertas formas, del espíritu "moderno" esencialmente contrario a la Contrarreforma (toda la obra de Campanella es un documento de este trabajo "subrepticio" de socavar desde dentro la Contrarreforma, la cual, por lo demás, como todas las restauraciones, no fue un bloque homogéneo sino una combinación sustancial, si no es que formal, entre lo viejo lo nuevo). Las Utopías son debidas a intelectuales independientes, que formalmente se remiten al racionalismo socrático de la República de Platón y que sustancialmente reflejan, muy deformadas, las condiciones de inestabilidad y de rebelión latente de las grandes masas populares de la época; son, en el fondo, manifiestos políticos de intelectuales, que quieren alcanzar el Estado óptimo. Hay que tener en cuenta además los descubrimientos científicos de la época y el racionalismo cientifista que tuvo sus primeras manifestaciones precisamente en el periodo de la Contrarreforma. También el Príncipe de Maquiavelo fue a su modo una Utopía (cfr. al respecto algunas notas en otro cuaderno).  Puede decirse que precisamente el Humanismo, o sea un cierto individualismo, fue el terreno propicio para el nacimiento de las Utopías y las construcciones político-filosóficas: la Iglesia, con la Contrarreforma, se separó definitivamente de las masas de "humildes" para servir a los "poderosos"; intelectuales aislados trataron de hallar. a través  de las Utopías. una solución a una serie de problemas vitales de los humildes, o sea que buscaron un nexo entre intelectuales y pueblo: por lo tanto, ellos deben ser considerados los primeros precursores históricos de los jacobinos y de la Revolución francesa, o sea del acontecimiento que puso fin a la Contrarreforma y difundió la herejía liberal, mucho más eficaz contra la Iglesia que la protestante.

3] Artículo de Ezio Chiorboli en la Nuova Antología del l' de mayo de 1928 sobre Anton Francesco Doni: semblanza interesante de este publicista, popularísimo en su tiempo, en el siglo XVI, ingenioso, cáustico, de espíritus modernos. Doni se ocupó de infinitos problemas de todo tipo, siendo precursor de muchas innovaciones científicas. De tendencias que hoy se llamarían materialistas (vulgares); alude a la importancia del ángulo facial ya los signos específicos de la delincuencia dos siglos antes que Camper (Pedro, holandés, 1722-1789) y dos siglos y medio antes de Lavater (Juan Gaspar, suizo, nacido en Zurich, 1741-1801) y de Gall (Francisco José, alemán, 1758, J828) habló de las funciones del intelecto y de las partes del cerebro a cargo de ellas. Escribió una Utopía en el Mondo pazo o savio una fantasiosa reconstrucción social teñida de muchas de las iridiscencias y las ansias en las que se ha forjado el socialismo actual"- que seguramente tomó de la Utopía de Moro. Conoció el libro de Moro y lo publicó él mismo en la vulgarización de Lando. "Quizá la imaginación no es ya la misma, como no es la misma de Platón en la República ni de otros quienquiera que fuesen, oscuros o ignotos; puesto que él la realizó, la cambió, la volvió a forjar a su gusto, tanto que ya ha dado vida a otra, suya, completamente suya, de la cual tanto se ha tomado que en los Marmi y sucesivamente en numerosas obras y opúsculos aparece ora en este y ora en aquel particular, en este o aquel sentimiento". Para la bibliografía de Doni cfr. la edición de Marmi a cargo de Chiòrboli en Serillori d'Italia de Laterza y la antología de Doni publicada en las Piú belle pagine de Treves.

4] La tempestad de Shakespeare (la oposición de Calibán y Próspero, etcétera; carácter utópico de los discursos de Gonzalo). Cfr. Achille Laria, "Pensieri e soggeti economici in Shakespeare" en la Nuolla Alllologia del l' de agosto de 1928, que puede ser uúlizado como primera selección de los fragmentos de Shakespeare de carácter político-social y como documento indirecto del modo de pensar de la gente del pueblo de la I época. A propósito de La tempestad deben verse el Calibano y el Eau de Jouvence de Renan.”

 

La utopía en Fénelon (I)

La Bética de la edad de Oro: Igualdad, libertad, fraternidad, felicidad.

 

En el libro VIII de “Las Aventuras de Telémaco, hijo de Ulises”, Telémaco y Mentor son rescatados del mar por un navío fenicio conducido por su capitán, llamado Adoam. Adoam les explica como es la Bética feliz con la que comercian los fenicios. Tengamos un poco de paciencia leyendo el relato de Adoam. Si perseveramos, quedaremos gratamente sorprendidos. Encontraremos conceptos como falsas necesidades, igualdad, libertad, fraternidad, sobriedad, virtud. Encontraremos un pueblo que tiene las tierras en común, y que no divide la propiedad de los frutos de la tierra. Encontraremos una cosmopolítica crítica de la guerra de conquista. Encontraremos un pueblo que vive bajo la ley de la Naturaleza o ley natural. 

Todos ellos son conceptos propios del siglo XVIII. Este texto está escrito en la última década del siglo XVII, ¿tiene razón Sacristán diciendo que Fénelon es el primer ilustrado?

Uso la edición española del Telémaco editada por Espasa-Calpe en Madrid, 1932, en dos tomos. tradución y presentación de F.S.B. La edición de 1954 en editorial Fama que prologó y tradujo Manuel Sacristán, no la hemos encontrado todavía.

Leamos:

“Entretanto dijo Telémaco a Adoam:

- Me habeis insinuado que hicisteis no sé que viaje a la Bética después que salimos de Egipto; y como de ella se cuentan tantas maravillas, que apenas son creíbles, me alegraré de saber de vos si es verdad todo lo que se dice.

- De buena gana- respondió Adoam- os describiré aquella venturosa tierra, digna de vuestra curiosidad, que excede a todos los encarecimientos de la fama.

Y luego empezó así:

- Atraviesa el río Betis un país fértil, bajo un cielo siempre apacible, sereno siempre; y el país mismo ha tomado el nombre del río, que desemboca en el Océano, muy cerca de las Columnas de Hércules y de aquella parte donde rompiendo sus diques el furioso mar, separó en otro tiempo la tierra de Tarsis de la grande África. En la Bética parecen haberse conservado las delicias del Siglo de Oro. Los inviernos son allí templados, y los rigurosos aquilones, desconocidos. Los ardores del estío se mitigan con los frescos céfiros, que en lo más caluroso del día vienen a suavizar el aire: de modo que todo el año es de solas dos estaciones, que al parecer se están dando la mano, esto es, la primavera y el otoño. Las vegas y los valles producen cada año duplicada cosecha. Los caminos son verdaderas calles de jazmines, laureles, granados y otros árboles siempre verdes, siempre floridos. Las montañas están cubiertas de rebaños, cuyas finísimas lanas son tan buscadas en todas las naciones conocidas. Abunda este país en minas de oro y plata; pero los habitantes, sencillos y felices en su sencillez, no se dignan de incluir la plata y el oro en el número de sus riquezas: sólo aprecian lo que verdaderamente sirve a las necesidades del hombre.

Cuando empezamos a comerciar con ellos, vimos, no sin admiración, que hacían el mismo uso del oro y de la plata que del hierro: empleábanle hasta en las rejas de los arados. Como no hacían ningún comercio exterior, no necesitaban de moneda alguna; casi todo son pastores o labradores, y muy pocos artesanos, porque no permiten más artes que las realmente necesarias. Además, aunque la mayor parte de los hombres se dedican a la agricultura o a la cría de ganados, no dejan por eso de ejercer las artes necesarias a su vida sencilla y frugal

(...)

Las artes, si se exceptúa la agricultura y la pastoría, quedan reducidas a labrar la madera y el hierro; de éste no se sirven más que para los instrumentos indispensables a las labores del campo. Las artes que tienen por objeto la arquitectura les son inútiles; según ellos, es demasiado apegarse a la tierra hacer una habitación que dure más que su dueño; y por eso se contentan con o que basta para defenderlos de las intemperies. Las otras artes que tan estimadas son de los griegos, de los egipcios y delas demás naciones cultas, las detestan como invenciones de la vanidad y de la molicie.

Cuando se les habla de los pueblos que poseen al arte de construir soberbios edificios, muebles de oro y plata, telas guarnecidas de bordados y de preciosas pedrerías, exquisitos perfumes, delicados manjares e instrumentos que encantan con su armonía, contestan así: “¡Harto infelices son en haber empleado tanto trabajo e industria en corromperse! Lo superfluo afemina, embriaga y atormenta a los que lo tienen; provoca a los que de ello carecen a que lo adquieran, aunque sea con violencia e injusticia. ¿Y podrá darse el nombre de bienes a una superfluidad que sólo produce males? Los habitantes de esos países, ¿ son, por ventura, más sanos y robustos que nosotros?¿Viven más largo tiempo?¿ Están más unidos entre sí?¿Tienen una vida más libre, más tranquila, más alegre? Antes al contrario, deben estar celosos unos de otros, corroídos de negra envidia, agitados de la ambición, del miedo y de la avaricia, incapaces de gozar de los placeres puros e inocentes, viles esclavos de tantas falsas necesidades de las cuales hacen depender su felicidad.

- Así hablan- continuó Adoam- esos hombres a quienes ha hecho tan cuerdos el solo estudio de la sencilla Naturaleza: miran con horror nuestra civilización; y es preciso convenir en que es muy grande la suya en su amable sencillez. Todos viven juntos sin repartir las tierras, y cada familia está gobernada por su jefe, que es de ella verdadero rey. El padre de familia tiene derecho a castigar las malas acciones de sus hijos o nietos; mas antes de imponer castigo, toma el dictamen del resto de la familia. Es verdad que allí son muy raros tales castigos, porque la inocencia de las costumbres, la buena fe, la obediencia y el horror al vicio habitan en aquella afortunada tierra (...) Ellos no necesitan jueces por que su propia conciencia los juzga. Todos los bienes son comunes; y las frutas, las legumbres y la leche son riquezas tan abundantes, que unos pueblos tan sobrios y moderados no necesitan dividirlas. Cuando una familia ha consumido los frutos y los pastos del paraje en que se ha establecido, se muda con sus tiendas a otro; así como, no teniendo interés en sostener unos contra otros, se aman con un amor puro, fraternal, inalterable; y esta paz esta unión, esta libertad se deben a la privación de las vanas riquezas y delos engañosos placeres: todos son libres, iguales todos.

No se nota entre ellos más distinción que la de la experiencia de los sabios ancianos o dela extraordinaria sabiduría de algunos jóvenes que se igualan a los ancianos consumados en la virtud. En una tierra tan favorecida de los dioses, jamás se oye la voz del fraude, la violencia, el perjurio, los procesos ni las guerras; jamás se vio teñida de sangre humana, y muy pocas veces de la de los animales. Cuando se les habla de las sangrientas batallas, de las rápidas conquistas, de las ruinas de los estados que se ven en otras naciones, apenas saben explicar su admiración. “¿Qué- dicen-, no son de suyo bastante perecederos los hombres, sin que los unos anticipen la muerte a los otros?¿Les parece demasiado larga la vida tan corta, o viven sólo para despedazarse mutuamente y mutuamente hacerse infelices?”

Tampoco comprenden por que se admira tanto a los conquistadores que subyugan los grandes imperios. ¡Qué locura!¡Hacer consistir su felicidad en gobernar a otros hombres, cuyo gobierno ha de ser según las leyes e la razón y de la justicia! Mas ¿quién gusta de gobernarlos a su pesar, cuando es el mayor esfuerzo de la sabiduría y dela virtud de un hombre sujetarse a gobernar un pueblo dócil que los dioses pongan a su cuidado, o un pueblo que le ruega le sirva de padre y de pastor? Gobernar alos pueblos contra su voluntad, es hacerse miserable por tenerlos esclavos. Un conquistador es un hombre que los dioses, irritados contra el género humano, lanzan en su cólera a la tierra para destruir reinos, difundir el espanto, la miseria y la desesperación y hacer esclavos a los hombres libres que hay. Quien busca la gloria, encuentra la más sólida en gobernar dignamente el pueblo que los dioses han puesto a su cuidado. ¿Es digno de elogio haciéndose violento, injusto, altivo, usurpador y tirano de sus vecinos? Nunca es lícita la guerra sino en defensa de la libertad.¡Dichoso el que no tiene la necia ambición de esclavizar a nadie! Esos grandes conquistadores que tan gloriosos nos representan, son semejantes a los ríos que saliendo de madre parecen tan majestuosos, pero que inundan, arrollan y destruyen las fértiles campiñas que debían sólo regar.

(...)

-Réstame aún saber- añadió Telémaco- de que modo evitan la guerra con sus vecinos.

- La Naturaleza- respondió Adoam- les ha separado de los otros pueblos, por una parte, con el mar, y por la otra, con altas montañas. Además las otras naciones les respetan a cause de su virtud. Muchas veces les eligen por árbitros, y les confían las tierras cuya posesión disputan; y como jamás han hecho violencia a nadie, nadie desconfía de ellos. Ríense cuando se les habla de aquellos reyes que no pueden arreglar entre sí los límites de sus estado.¿Temen, por ventura- dicen- que falte tierra a los hombres? Siempre tendrán de sobra más de la que puedan cultivar. Mientras hubiese en el mundo tierras libres e incultas, no defenderíamos nosotros las nuestras contra cualquiera que viniese a ocuparlas. No tiene la Bética orgullo, mala fe ni codicia en extender su dominio, y, por consiguiente, como ni sus vecinos tienen que temer de ella, ni ellos tienen para qué hacerse temer, la dejan vivir en paz y tranquilidad. Éste es un pueblo que se abandonaría su país y se entregaría a la muerte antes que rendirse a la esclavitud; tan difícil es subyugarle, como que él piense en subyugar; y este sistema es el que constituye una paz inalterable entre él y sus vecinos.

(...)

Admirado Telémaco de la noticia de que aún hubiese en el mundo una nación que, gobernada por las leyes de la sencilla Naturaleza, fuese a un mismo tiempo tan sabia y tan dichosa, exclamó:

- ¡Oh, cuánto se desemejan sus costumbres de las de los pueblos que tenemos por los más sabios! Estamos tan viciados, que apenas podemos persuadirnos que subsista una sencillez tan natural. Miramos las costumbres de ese pueblo como una hermosa fábula, y él debe mirar las nuestras como un sueño monstruoso.

dissabte, 7 de febrer del 2009

Aventuras de Telémaco, hijo de Ulyses


1. Un libro ilustrado del siglo XVII (1954)

Manuel Sacristán
Prólogo a su traducción de "Las aventuras de Telémaco", Editorial Fama 1954
Agradezco a Salvador López Arnal la comunicación de este escrito.


Francisco Salignac de la Mothe Fénelon nació en 1651 y murió en 1715. Su vida se encuadra, pues, en el reinado de Luis XIV, ya que Fénelon muere precisamente por los años en que la batalla de Valmy rinde definitivamente cuenta de la gestión del Rey Sol. Fénelon se educó en la Universidad de Cahors y en el Colegio de Plessis (París). Fue ordenado sacerdote a los veinticinco años. Ingresó en la Academia Francesa en 1693 y fue arzobispo de Cambrai en 1695.
A pesar de su espíritu pacífico y amante del retiro, la simple rectitud de su carácter y de su moral, le acarreó algunos sinsabores, tanto sociales como espirituales, o con elementos de una y otra naturaleza. El incidente más importante de su vida fue la condenación de algunas tesis que había expuesto en su Explication des maximes des Saints sur la vie intérieure [Explicación de las máximas de los santos sobre la vida interior], tesis relacionadas con su posición teñida de un contemplativismo, es decir, de una concepción desinteresada de la oración, que le hizo sospechoso de quietismo en una época turbada en Francia por la que se creyó resurrección de la herejía de Miguel de Molinos.
Preceptor del nieto de Luis XIV y del Duque de Borgoña, y de los de Berry y Anjou, Fénelon produjo una apreciable literatura pedagógica, principal muestra de la cual son Les aventures de Télémaque, fils d´Ulysse, aparecidas en 1699
Pese a su fecha, las Aventuras de Telémaco, hijo de Ulises, es un libro “ilustrado”. El espíritu de la Ilustración campea ya en sus máximas, en sus palabras y, cosa más importante, en sus sentimientos. Sin duda es cronológicamente arriesgado hacer de Fenelón un hombre de la Ilustración, máxime tratándose de un clérigo. Pero toda prevención contraria a ese respecto por las divisiones convencionales de la cronología desaparece cuando consideramos el contenido ideológico del libro.
El tema político y pedagógico, íntimamente uno, tal como ocurre en los grandes “sabios” de todas las culturas, protagoniza el libro. Por razones políticas concretas, Fenelón ciñe generalmente ese tema al de la educación del rey, del “hombre real” de la vieja cultura...
Pues bien, ese tema vertebral del Telémaco está pensado y tratado con el espíritu de la Ilustración, esa aspiración del hombre del siglo XVIII a “osar saber” a pensar por cuenta propia y a opinar por pura razón, sin dejarse deslumbrar por las glorias de este mundo.
El lector verá que en sus ideas sobre el rey, Fenelón deja libre curso a su razón y propone una tesis que, salvando un poco su posición social del hombre de Iglesia, le permite sostener algo tan poco “Luis XIV” como es el origen popular del poder: “Un hombre sabio puede únicamente gobernar a un pueblo cuando los dioses así lo mandan, o cuando el pueblo le ruega que sea para él padre y pastor” (l. VIII).
Por lo demás, la insistencia constante en que el rey lo es para el bien y la virtud de sus súbditos, y no para la gloria propia -en cuyo caso, según repite Fenelón, se convierte en un monstruo- coloca al autor totalmente dentro de la fórmula ilustrada clásica. “Todo para el pueblo, pero sin el pueblo”...
Dieciochesca resulta también su muy idílica afición a la naturaleza como lugar de la vida auténtica y educadora.. La autenticidad poética de estos cantos idílicos es otra cuestión; pero queda cuanto menos la intención naturalista.
Esa tendencia es muy visible cuando Fenelón habla de economía. Todo el ilustrado naturalismo de los fisiócratas -economistas amigos de eliminar de la vida económica toda fuerza que no sea la de la naturaleza misma en toda su libertad- palpita en esos trozos: aprecia el librecambio, valora el trabajo, insiste en el origen natural y agrícola de la riqueza. Bien es verdad que no tiene Fenelón mucho deseo de felicidad para el pueblo, y es en esto mucho más austero que los fisiócratas (...); también es cierto que en el mismo libro XIII apunta, contra la tendencia fisiocrática predominante en el libro y en la ideología de Fenelón, un brote de mercantilismo dirigista, que se refiere sobre todo a la industria, y más por motivos morales que económicos. Pero todo eso no empece para que predomine en el libro un culto muy “ilustrado” por las fuentes de riqueza naturales y por la libertad económica.
También está patente en el Telémaco el humanitarismo típico de la “ilustración”, valoradora de lo que otras épocas más heroicas han pasado por alto como virtudes vulgares. Fenelón, sabe, como todos los hombres del siglo XVIII, que el hombre es limitado, que la razón es su facultad menos falible y que todos las grandezas basadas en otras facultades -sentimientos, impulsos, deseos- son monumentos huecos y de cimiento inestable...El humanitarismo tiene en Fenelón incluso el corolario cosmopolita que formularán los más grandes escritores del Siglo de las Luces. “Todo el género humano no forma más que una sola familia dispersa sobre la faz de la tierra. Todos los pueblos son hermanos, deben amarse como tales. ¡Mal hayan los impíos que buscan una gloria cruel con la sangre de sus hermanos, que es la suya propia!”
Pero lo que más autoriza a leer a Fenelón, colocándole en ese siglo XVIII que no es el suyo, es el hecho de que tales puntos de vista dieciochescos vengan basados en el fundamento típicamente escogido por la mentalidad ilustrada: los principios racionales inmutables, o, como el mismo Fenelón dice con expresión totalmente “siglo XVIII”, las “máximas”. Ningún juicio moral, ninguna ley o mandato político debe suponerse suficientemente justificado por sí mismo o por la autoridad. Los malos gobernantes son “los que no tienen máximas”, los que gobiernan al buen tuntún de su inspiración, de su sentido práctico. La exigencia de Fenelón, al respecto, es mucha. En rigor como las máximas del buen gobierno se basan en las de la buena moral, y éstas suponen el conocimiento del hombre, Mentor puede enseñar a su educando que “para juzgar a los hombres hay que empezar por saber lo que deben ser” (l..XXIV)
Este principio de fundamentación racional a ultranza tiene como consecuencia un simpático radicalismo moral y político. Simpático, porque si un hombre sin demasiada experiencia práctica se pone a escribir para la educación del político ensalzando la moral oportunista y practicona del gobierno, moral que él no conoce apreciablemente, cae infaliblemente en una ridícula petulancia del paleto que quiere pasar por no ignorar nada. En cambio, el moralismo radical de Fenelón es la actitud honrada y natural del educador político “de gabinete”, que acaso nunca haya presenciado como se toma una decisión política, pero que sabe muy bien cómo debería tomarse, de acuerdo con las “máximas” que él cree en conciencia.
(...) Hay todavía un punto del contenido del Telémaco que tiene interés reseñar brevemente, tanto por su natural inserción en la personalidad del escritor, como por lo que tiene de “ilustrado“: es ello la enemiga de Fenelón a la visión “tremenda” de la divinidad. El dios de Fenelón -y ello repercute en su visión del Olimpo- es muy apacible. Claro que, tratándose de Júpiter y demás, no pueden faltar los pertinentes rayos, truenos y horribles tempestades debidas a la cólera de Neptuno. Pero el Olimpo tiene ya mucho de suave “vallon” de los Vosgos, cuando sus habitantes se portan de tan correcto modo que aquel mortal al que se revelan puede decir: “No sentí ni por un momento ese horror que eriza los cabellos y hiela la sangre en las venas cuando los dioses se ponen en comunicación con los mortales. Me levanté tranquilo y, de rodillas, las manos elevadas al cielo, adoré a Minerva, a la cual creí deber el oráculo” (l. II).
Son, las del Telémaco, civiles divinidades moralizadoras, poco aficionadas al “mysterium tremens” y dignas, en pocas palabras, de ser adoradas en capillitas de Versalles, Sans-Souci o La Granja de San Ildefonso. Decididamente, las talares vestiduras de Fenelón están más cerca de las de los abates de salón del siglo XVIII que del imprescindible hábito de Richelieu o de Mazarino.

1. Prólogo a la traducción castellana de AT, pp. 7-12.

Véanse: Fenelón, F. S. de la Mothe; humanismo; Ilustración; traducir.

Sacristán, Fénelon y Robespierre


Estimados amigos, 

como sabeis, mi investigación sobre Coupé de l'Oise (1737-1809), miembro de la Convención Nacional, cura montañés y robespierrista, me está llevando por caminos insospechados.

La cuestión es que actualmente estoy leyendo las obras políticas de François de Salignac de la Mothe-Fénelon, arzobispo de Cambrai y tutor del duque de Borgoña que haubria sido el rey Luis XV, de no haber muerto en 1712. Fénelon es autor de "Las aventuras de Telémaco, hijo e Ulises. Trato de determinar si Fénelon influyó en Coupé de l'Oise, como dicen algunos historiadores. En el libro de Jean Touchard, "Historia de las ideas políticas" ( Editorial Tecnos, Madrid, 1970; primera edición en francés 1961), he encontrado dos cositas que quizás os interesen: 

a.- Robespierre dijo: "Debemos fundar Salento". Salento es la ciudad  utópica imaginada por Fénelon y descrita en el libro XII del Telémaco. No puedo encontrar esta referencia en las Oeuvres de Robespierre por que éstas no cuentan con aparato crítico. Pero el hallazgo no está mal, si tenemos en cuenta que ahora no recuerdo bien donde he leido que, cuando en el otoño de 1793 la oleada descristianizadora convirtio Nôtre Dame en templo de la diosa Razón ( que sinrazón!), en una de les paredes de la catedral de Paris se pintó una frase de Fénelon. Una muestra más de que las relaciones entre religión y revolución  son algo muy complejo de pensar.

b.- En el mismo libro de Jean Touchard, encuentro que Manuel Sacristán Luzón tradujo las "Aventuras de Telémaco" las publicó en la Editorial Fama el 1954, 404 páginas.

Bueno, dos curiosidades interesantes, ¿no?

Publicado en catalán el 1 de febrero de 2009 en el blog: http://lallibertatdelsantics.blogspot.com/2009/02/sacristan-robespierre-y-fenelon.html 

Ha dado lugar a dos respuestas. Una de Salvador López Arnal que me facilitó el prólogo de Sacristán al Telémaco y otra de Alejandro Andreassi que me mandó una parágrafo de los Cuadernos de Cárcel de Gramci, en que se habla del papel de las utopías renacentistas y su influencia en la Revolución francesa. 
A ambos, gracias. Habeis dado un impulso mi trabajo. 
as publico a continuación.