Cracovia |
Se suele citar la frase del Manifiesto del Partido comunista (1848) que dice: “Los obreros no tienen patria”,[1] como si resumiera el pensamiento de Marx respecto del hecho nacional.
Sin embargo, esta frase no es una desiderata predicada “… tal o cual reformador del mundo”[2] sobre un “deber ser” de la clase obrera. Por el contrario para Marx i Engels, “Los postulados teóricos del comunismo… solo son expresiones generales de los hechos reales de la lucha de clases existente, de un movimiento histórico que transcurre ante nuestros ojos”.
Así pues, la afirmación del Manifiesto Comunista: “los obreros no tienen patria” no hace más que describir una situación de hecho: la expropiación, la alienación sufrida por el proletariado que era y es excluido de la ciudadanía, que es un ilota, un meteco o, peor, un esclavo en la polis.
Cabe recordar aquí que en el contexto de la democracia revolucionaria de 1848, en la estela de la Gran Revolución francesa, se entendía la patria como el conjunto de los ciudadanos libres e iguales. Ni un territorio ni una raza. Nada que ver con la patria nacionalista y mucho menos fascista.
Para interpretar el sentido de la frase basta leer el párrafo donde se inscribe:
“También se ha reprochado a los comunistas que querían abolir la patria, la nacionalidad.
Los obreros no tienen patria. No es posible quitarles lo que no tienen. Puesto que el proletariado aún debe conquistar en primer término, la hegemonía política, elevarse a clase nacional, constituirse a sí mismo en cuanto nación, aún es nacional, aunque de ninguna manera en el sentido que le da burguesía.
Las segregaciones y contradicciones nacionales de los pueblos desaparecen cada vez más ya con el propio desarrollo de la burguesía, con la libertad de comercio, con el mercado mundial, la uniformidad de la producción industrial y las condiciones de vida correspondientes a ellos.
La hegemonía del proletariado las hará desaparecer aún más. La acción unificada, al menos en los países civilizados, es una de las condiciones primordiales de su liberación. En la misma medida que se deroga la explotación de un individuo por otro, se deroga la explotación de una nación por otra.
Con la desaparición de las contradicciones de las clases en el seno interno de la nación, desaparecerá la posición hostil de las naciones entre sí”.[3]
Quien cite a Marx como argumento de autoridad debería hacerlo mediante: “… un trabajo filológico minucioso y realizado con el máximo escrúpulo de exactitud, de honradez científica, de lealtad intelectual, de ausencia de todo pre-juicio y apriorismo o toma de partido”, como pedía Gramsci.[4]
Citar la frase "Los obreros no tienen patria" arrancada de su contexto es mentir. Una mentira que se hacer normalmente en pro de un nacionalismo de estado, negador de las naciones oprimidas. Un nacionalismo de estado opresor que, sin embargo se disfraza de cosmopolitismo o de supuesto internacionalismo.
La dialéctica clase-nación aplicada al caso de Polonia, en 1848.
Retrato de Marx en el bistrot La Maison du Cygne, en Bruselas. |
Hoy quiero añadir otro elemento de prueba a esta cuestión de la relación entre la clase obrera de la nación. El 22 de febrero de 1848 la Sociedad Democrática de Bruselas celebró un mitin en ocasión del segundo aniversario del levantamiento de Cracovia de 1846. Eran los días en que Marx acababa de redactar el Manifiesto Comunista que habían concebido él y Engels. Hubo diversos discursos entre ellos, uno de Marx y otro de Engels.
Éste último dijo:
“¡Comparen ustedes 1830 con 1846, comparen ustedes Varsovia con Cracovia! En 1830 la clase dominante de Polonia era tan egoísta, limitada y cobarde con la corporación legislativa, como dispuesta, entusiasta y valiente en el campo de batalla. (…) Digámoslo francamente: el levantamiento de 1830 no fue ni una revolución nacional (ya que excluyó a las tres cuartas partes de Polonia), ni una revolución social o política; en nada modificó la situación interna del pueblo; se trató de una revolución conservadora”.
Engels decía, sin embargo, que en el seno de dicha revolución conservadora hubo un sector democrático, encabezado por Lelewel que : “… pretendía convertir la causa nacional en la causa de la libertad, quería identificar los intereses de todos los pueblos con los del pueblo polaco”. Pero la aristocracia rechazó los planteamientos de Lelewel y ello originó la derrota de 1830.
Cuando la aristocracia dirige la lucha nacional, ésta es derrotada. Pero no todo el movimiento de liberación nacional era una masa reaccionaria. En su seno puede surgir, como surgió en Polonia un sector democrático, que plantee la cuestión del campesinado y que de al movimiento de liberación nacional un carácter internacionalista. En este caso, el sector encabezado por Lewelel.
En cambio, en 1846, en Cracovia: “… la gente ya no tenía mucho que perder. Allí no hubo aristócratas; allí, cada paso que se emprendía, llevaba el sello de esa audacia democrática – casi diría proletaria- que no tiene nada que perder salvo su miseria y, sí toda una patria, todo un mundo por ganar. No hubo allí vacilaciones ni reparos; se atacó al mismo tiempo a las tres potencias; se proclamó la libertad de los campesinos, la reforma agraria, la emancipación de los judíos, sin preocuparse siquiera por un instante si con ello podían lesionarse tales o cuales intereses aristocráticos.”[6]
Sin duda Marx i Engels tenían en la cabeza el caso de Cracovia cuando escribían en el Manifiesto : “Puesto que el proletariado aún debe conquistar en primer término, la hegemonía política, elevarse a clase nacional, constituirse a sí mismo en cuanto nación, aún es nacional, aunque de ninguna manera en el sentido que le da burguesía”.[7]
Engels explicaba como, por mor de esa diferencia de clase, la lucha de los polacos se había transformado en la lucha de todos los demócratas europeos: “ Si, señores míos, gracias al Levantamiento de Cracovia, la causa originalmente nacional de Polonia se ha convertido en la causa de todos los pueblos, la cuestión originaria de la simpatía se ha convertido en una cuestión que interesa a todos los demócratas. Hasta 1846 debíamos vengar un crimen; a partir de ahora debemos prestar apoyo a nuestros aliados, y obraremos en consecuencia… la alianza de ambos países no es solamente, en modo alguno, un hermoso sueño, una seductora ilusión; no señores, es una necesidad inexcusable, que emana de los intereses comunes de ambas naciones y que se ha convertido en una necesidad en virtud de la revolución de Cracovia.”
Hermosa constatación de cómo, para Marx y Engels, la existencia de un movimiento de liberación nacional de una nación oprimida es la condición de la verdadera solidaridad internacionalista.
Teniendo en cuenta lo dicho, no es difícil entender que el apartado IV del Manifiesto del Partido Comunista dedicado a la Posición de los comunistas frente a los diversos partidos opositores, escrito a finales de 1847 e inicios de 1848, afirme: “Entre los polacos, los comunistas apoyan al partido que establece la revolución agraria como condición de la liberación nacional, el mismo que suscitó la insurrección de Cracovia de 1846”.[8]
Imagen de la insurrección de la república libre de Cracovia (1846) |
De una lectura atenta y avisada tanto del Manifiesto del Partido Comunista, como de los discursos de Marx y de Engels en defensa de la liberación nacional de Polonia, se desprende como mienten aquellos supuestos cosmopolitas o internacionalistas abstractos, que disfrazan su nacionalismo de estado mutilando un párrafo y aislando de su contexto la frase del Manifiesto Comunista "los obreros no tienen patria".
[1] Carlos Marx y Federico Engels, Manifiesto del Partido Comunista in Obras de Marx y Engels (OME) nº 9, Barcelona-Buenos Aires-México, Crítica-Grupo Editorial Grijalbo, 1978, pp. 154-155.
[4] Antonio Gramsci, Cuadernos de la Cárcel, Cuaderno 16 (XXII), 1933.1934, Puebla, Editorial Era, 1999, p. 284.
[6] Federico Engels, Discurso pronunciado en la celebración recordatoria en Bruselas, celebrada el 22 febrero 1848 en ocasión del segundo aniversario del levantamiento de Cracovia de 1846, in OME 9, ob. cit., pp. 203-206.