-El programa de la tradición filosófica clásica griega-
Un misatge d'en Joaquín MirasJoan:
he leído el texto de tu blog. Habla en realidad de dos filósofos, de Epicuro y de Aristóteles: los capítulos 8 y 9 de la Etica a Nicómaco sobre la amistad. Tienes razón: tu amigo Joaquín confía más en esas filosofías que en las sicologías clínicas. De hecho en esas filosofías la palabra cerapein –therapein-, el verbo therapeuo es constantemente usado: con el sentido de tener cuidado de uno, de cuidar de uno mismo; de hecho therapaina quiere decir servidora o criada, la que cuida y Epicuro, cuando habla del deseo habla del cuidado del deseo -hay un libro de Marta Nussbaum sobre esas escuelas que se titula terapias del deseo, lo tengo pero no lo he leído, se me hizo menos apremiante tras leer a Hadot-.
La felicidad que recogen esos poemas y canciones que citas, ese concepto, sí es, como tú percibes, la continuidad de una tradición que se ha estado transmitiendo y defendiendo siglo tras siglo: los epicúreos, como Luis de León -ese es el secreto de su mejor poesía: La vida retirada, o el poema a su amigo Juan Grial, o el poema a la música- como Garcilaso, que no era muy allá como poeta, pero ahí tiene un carpe diem -aprovecha el instante-, de influencia de Ausonio un epicúreo, y Garcilaso, como Luis de León era lector de Epicuro y Lucrecio y ambos leían también al epicúreo Horacio.
Esta influencia está en otros muchos –me acabo de acordar de otro poema sobre los mismo mucho más potente, de Góngora-. En Francia es el gran poeta Ronsard un poeta del epicureismo, y seguro que hay muchos otros `poetas franceses epicúreos que no conozco, pero que sí conocen esos poetas franceses que tú citas. Por cierto que me acabo de encargar un libro de Quevedo que se titula Defensa del epicureísmo contra la común opinión.
Pero además en tu blog está esa cita de la Odisea. Yo leí la Odisea después de leer la Iliada. Tuve la suerte de que hubiese un trozo de la Iliada en el libro de reválida de bachillerato –una antología de textos- y leí ahí el diálogo de Héctor con Andrómana. Tres años después me lo compré porque no pude olvidarlo –y mi hijo se llama Héctor, claro-. Pero a parte de ese diálogo que está en el canto 6, me encontré con un extraño amor a la vida y al mundo. El amor a la vida y el reconocimiento de la fragilidad de la vida, que es lo único que tenemos los mortales, se ve en los comentarios del narrador ante las muertes terribles de los individuos en las batallas: se pierde la dulce vida que es lo único que se tiene, y en muchos diálogos. También amor a lo que han hecho las manos de los hombres; de pronto se pone a contar lo hermosa que era una copa de barro, o un cántaro, o lo hermosas que eran las grabaciones que llevaba un bastón , o las de unas grevas de estaño para las pantorrillas y el gusto por el disfrute de las cosas.
Me di cuenta, gracias a eso, que una abuela mía era así: Tenía una cocina de gas sin quemadores, el fuego salía a chorro. Una vez que le pregunté: ¿y ese fuego? Me dijo: ¿ves tú que hermoso?. Bebía un vaso de agua y decía, de corazón, qué rica, y cuando salía el chorro del grifo de cobre, me decía, ¿ves tú qué hermosa?. Recuerdo que una vez le señalé una bombilla encendida, a la que le faltaba pantalla porque le quería preguntar por qué no tenía pantalla –no lo encontraba yo bien, eso- pero solo le dije: ¿y esa bombilla?. Me respondió: ves tú que luz tan hermosa da?. O sea, el mundo estaba lleno de cosas hermosas, que se podían disfrutar y admirar, de inmediato. Y esto me lo volví a encontrar en la Iliada y luego en estas filosofías. Eso a parte de Héctor, que tiene la grandeza de saber mirar a la adversidad, y saber que su mundo está perdido, pero no por eso dejar de luchar.
Luego olvidé bastantes de estas cosas por años: cuesta mucho aprender toda esta sabiduría, pero está en esa tradición griega, desde los textos más antiguos: ese jardín de frutales de la Odisea, que pone olvido del oro y del cetro por decirlo con Luis de león. Como ves, el texto de tu blog es muy hermoso: muy evocador de cosas. Gracias.
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