En su libro Exportar la libertad[1], publicado en 2007, Canfora analiza un fenómeno producido en ambos campos de la guerra fría del siglo XX: la exportación de la libertad o de la revolución según el lado de la guerra fría del que se tratase. La conclusión no puede ser más drástica: el fracaso de ésta exportación. Según Canfora, ningún intento de exportar la revolución y de imponer un régimen democrático, popular o comunista ha triunfado debido a que: “Los hechos... evidencian que el programa de “exportación” de idealismos y modelos políticos ( “libertad”, “democracia”, “socialismo”, etc.) “enmascara” en realidad exigencias de “potencia”[2].
A mi modo de ver ese reiterado fracaso se debe a dos razones: de un lado, a que la propia exportación armada de la revolución, de la democracia o de la libertad es contraria a los principios proclamados y obedece solamente a un interés geopolítico, y, por otra parte, porque ningún proceso democrático, popular o revolucionario puede consolidarse si no es un proceso endógeno, producido por la experiencia y la necesidad sentida por el pueblo de que se trate. Me parece que este aforismo sirve tanto para los intentos de exportación de la revolución que hemos vivido en el siglo XX ( sea por parte de la URSS o China), como para los intentos USA de reafirmar su hegemonía mundial usando una retórica “democrática” que se aviene poco con la práctica real de las dictaduras satélites de los USA que sirvieron para consolidar el autodenominado “mundo Libre”, durante la guerra fría[3].
Siguiendo a Canfora y centrándonos en el lado revolucionario, podemos concluir que la experiencia del entero siglo XX ha mostrado que cuando una revolución considera necesaria su exportación, da sus primeros pasos hacia el fracaso. Una experiencia, que empezó a manifestarse muy pronto en la contemporaneidad con la política de guerra de conquista de la Convención thermidoriana o del Directorio. Y que ya había sido advertida por Robespierre cuando el dilema guerra-revolución se planteaba por primera vez, a finales de 1791 e inicios de 1792, ante la revolución francesa. En su discurso de 2 de enero de 1792 podemos leer: “La idea más extravagante que pueda nacer en la cabeza de un político es creer que es suficiente que un pueblo entre a mano armada en un pueblo extranjero para hacerle adoptar sus leyes y su constitución. Nadie quiere a los profetas armados”[4]. La conversión de la guerra por la liberación de los pueblos en guerra de conquista por parte de la Convención girondina y la Convención thermidoriana y el Directorio fue en realidad una política imperialista so capa de revolucionaria, que llegó a su momento culminante con Napoleón[5].
Siguiendo en esa línea, y aplicándola al jacobinismo italiano, Canfora examina, la paradigmática experiencia de la república partenopea ( 1799) o al ejemplo paradigmático de Ugo Fóscolo y de sus replanteamientos ante Napoleón desde el elogio ditirámbico, a la decepción tras el tratado de Campoformio ( 1797) y a la resignación ante el cesarismo sobre la base de su carácter más o menos progresivo “a pesar de todo”. El problema histórico planteado es de gran calibre: la reacción popular contra el “libertador de los pueblos” en España (1808-1814), Rusia (1812) o Alemania ( 1813). Iluminante de nuevo la frase de Canfora: “No cabe excluir que Bonaparte continuara viéndose a sí mismo como tal [liberador, j.t.]. Pero cuando el egoísmo de una gran potencia se convence de que su propio interés es también general, no se da cuenta de que, en ese proceso se está desnaturalizando sin remedio, lo que significa que ha perdido la partida, no importa en cuanto tiempo”[6].
El diagnóstico de Canfora es claro: “Ante la evolución concreta de la política de conquista de los “liberadores”, el jacobinismo europeo fue atraído a una trampa de la que salió irrevocablemente marcado. Pero, a pesar de ello, nos ha dejado un legado de ideas y críticas, precisamente en la medida en que se vio obligado por las inclemencias de la historia a superarse a sí mismo, a trascender sus dimensiones originales y sus perspectivas iniciales.
Esa superación se produjo entre el fuego cruzado de las dos experiencias que sufrió durante esos pocos años. Y que son, por una parte, el deterioro de la relación con los “liberadores” y, por otra, la mortífera vinculación ( que para la República Partenopea fue sin duda letal) entre la reacción “popular” y el Ancien Régime. Una vinculación que impone a todos los jacobinos ( de todas las épocas, diría yo) la pregunta autocrítica por excelencia, siempre abierta: ¿En que nos equivocamos?”[7].
Comentando la situación creada tras Waterloo, dice Canfora: “Para salir de una derrota tan profunda que marcó una época fueron necesarios decenios y múltiples factores: ideas radicalmente nuevas, el nuevo protagonismo de unas clases sociales apenas emergentes, la crisis de la solución liberal moderada, una alternativa desvaída y condenada a la derrota ante la solidez, valerosa aunque contraproducente, de los corifeos de la Santa Alianza. Con todo, subsiste un hilo que une, en algunas biografías y en el replanteamiento de las premisas que el cesarismo bonapartista hizo desvanecer rápidamente, a los “viejos” supervivientes con los “nuevos” revolucionarios”[8]. Lo que inevitablemente trae a mi memoria la idea del viejo Luckacs: “Tenemos que tener conciencia clara de que se trata de un nuevo comienzo o- si se me permite la analogía- de que no nos encontramos ahora en los años veitne del siglo XX, sino en cierto modo en los comienzos del siglo XIX, tras la revolución francesa, cuando comenzaba a formarse lentamente el movimiento obrero”[9]
Exportar la libertad muestra la impresionante capacidad de Canfora para inducir tendencias históricas manejando con suma solvencia hechos tan lejanos los unos de los otros como los ya mencionados u otros como pueden ser: la intervención de Luis Napoleón ( aún presidente de la segunda república) en defensa del Papa Pío IX contra la república romana de Mazzini y Garibaldi en 1849; la utilización de la consigna de la “libertad de los griegos” alternativamente por parte de Esparta y Atenas durante la guerra del Peloponeso ( 431-404 a.c.), durante las guerras médicas ( 478 a.c.); en la guerra de Atenas contra Samos ( 441-440 a.c.); o el rol de esa misma consigna de la libertad para los griegos en el juego geopolítico entre Inglaterra, el imperio austro-húngaro, Francia y el imperio otomano durante el siglo XIX en los Balcanes o, la no intervención de las potencias democráticas a favor de la república y contra el franquismo tanto durante la guerra civil española, así como al final de la segunda guerra mundial. Canfora examina en esa misma clave la historia de la URSS y de los países del Este de Europa entre 1945 y 1991, entendida como “... la historia de la gestión, la crisis y la dilapidación del capital de prestigio obtenida por “haber llevado la libertad” a Europa”[10]. Clarificadora la analogía que establece entre revolución húngara de 1956, y la represión ateniense ante la insurrección de Samos frente Atenas (440 a.c.).
Capítulo importaante y muy apreciado por mí ( quienes me conocen sabrán por qué) es el capítulo La libertad para los afganos[11] que dedica al “gran juego” que durante el siglo XIX, enfrentó a Rusia y Inglaterra por el control de Afganistán, el vientre de Asia. Un “gran juego” que prosiguió durante toda la guerra fría y que tras la caída de la URSS sigue bajo el argumento “llevar la libertad a Afganistán”.
Tras el 11 de septiembre de 2001 la palabra “terrorismo” se ha enseñoreado de las crónicas, Canfora señala como esa palabra se ha transformado, en el discurso vigente, en sinónima de fundamentalismo religioso. “El mundo islámico dispone de un elemento de movilización que se ha vuelto irresistible: el fanatismo religioso o, mejor dicho, el aglutinante religioso como alimento dela oposición y resistencia a Occidente”[12]. La preponderancia del fanatismo religioso en los países musulmanes es consecuencia directa de la política USA desarrollada durante la guerra fría de: “... hacer fracasar como fuera la difusión del “modelo soviético” en el mundo árabe-islámico, de impedir su expansión más allá de las fronteras de la actualmente laicizada “Asia soviética”[13].
Canfora considera la guerra y saqueo de Irak, de 2003 como uno de los últimos capítulos de esa misma historia de exportación de los modelos autodenominados “democráticos” occidentales utilizada como discurso retórico que encubre la lucha geopolítica por el dominio del petróleo. Es de suponer que Canfora extendería su análisis a las revoluciones del norte de África de haber escrito su libro en 2011. Particularmente interesante sería conocer la valoración canforiana de la situación de Líbia.
El libro pone de manifiesto una constante de la obra de Canfora cuando analiza hechos de la contemporaneidad: la búsqueda de realidades de la antigüedad parangonables a los analizados. Me parece claro que no debe abusar de las analogías y de la historia comparativa comporta el riego de caer en la simplificación o en el lugar común del “nada nuevo bajo el sol”. Sin embargo cuando la historia comparativa y la acumulación de analogías se realiza por parte de autor con obra tan sólida y con un conocimiento exhaustivo de los hechos tanto de la antigüedad como de la contemporaneidad sus observaciones y reflexiones no pueden por menos que estimular nuestra reflexión. La idea de las continuidades culturales y de la “longue durée” por encima ( o por debajo) de las rupturas revolucionarias parece estar presente en la obra de Canfora, como se ve percibe en algunos apartados de su libro “La historia falsa”[14]. Particularmente ilustrativa al respecto es la publicación en anexo de dos documentos cuyas continuidades son sumamente reveladoras a pesar de proceder de culturas y de tiempos diferentes: el motu propio de Pio IX de 1949 y la Profecía del Ayatollah Jomeini en su carta a Gorbachov el 1 de enero de 1989.
Canfora concluye su libro del siguiente tenor: “Antaño se dio, y se escribió, que la alternativa al socialismo era “la barbarie”. A lo mejor estamos llegando a este punto”[15]. Diagnóstico, pronóstico o preocupación que comparto plenamente. A los historiadores les está vetado, en el ejercicio de su profesión proponer terapias. Pero cualquier ciudadano que lea este libro quizás sepa deducirlas por su cuenta y riesgo.
[1] CANFORA, Luciano, Exportar la libertad El mito que ha fracasado. Barcelona, Ariel 2007.
[2] CANFORA, Luciano, Exportar..., ob.cit., p. 85.
[3] La Sudáfrica del apartheid, las dictaduras franquista, de los coroneles griegos o salazarista, la fundamentalista Arabia de los Saud, el Irán de Rezha Pazlevi, el Chile de Pinochet, el Taiwán de Chiang Kai-shek, la Corea del Sur de Syng Man Rhee, el golpe de estado y la masacre de campesinos comunistas en Indonesia a cargo de Suharto, el Vietnam de Bao Dai, de Diem o de Ky, las dictaduras chilena y argentina, por citar sólo algunos casos.
[4] El lector dispone de una versión al español del Discurso sobre la guerra, 2 de enero de 1792 en Robespierre, Maximilien, Por la felicidad y por la libertad. Discursos. Antología preparada por Yannick Bosc, Florence Gauthier y Sophie Wachnich, traducción al español de Joan Tafalla, Barcelona, El Viejo Topo, 2005. Se pueden encontrar los diversos discursos de Robespierre al respecto en Oeuvres, Tome VIII, Paris, Édition du Centenaire de la Société des études robespierristes, Les éditions du Miraval, 2007, pp. 31-153. Aunque se trata de un viejo libro se puede encontrar un excelente análisis de la actitud de Robespierre ante la guerra en MICHON, Georges, Robespierre et la guerre révolutionnaire, Paris, Marcel Rivière, 1937.
[5] Sobre este tema, BELISSA, Marc, fraternité universelle et intérêt nationale (1713-1795). Les cosmopolitiques du droit des gens, Préface Domenico Losurdo, Paris, Kimé, 1998.
[6] CANFORA, ob.cit., p. 28-29
[7] CANFORA, Luciano, ob.cit., p 36.
[8] CANFORA, Luciano, Exportar..., ob.cit., pp. 25-26.
[9] Luckacs, Georg, Conversaciones con Holz, Kofler y Abendroth, Madrid, Alianza Editorial, 1971, p. 82.
[10] CANFORA, ob.cit., p. 39.
[11] CANFORA, ob.cit., pp. 53-70.
[12] Ob.cit., p. 88.
[13] Loc.cit.
[14] CANFORA, Luciano, La storia falsa, Milano, Rizzoli, 2008. Una traducción al español de inminente aparición el Editorial Capitán Swing.
[15] Ob.cit., p. 90.
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