Eleanor Marx |
Notas sobre un discurso de Clara Zetkin, por Eleanor Marx.
Con motivo de la publicación de un libro con diversos escritos de Eleanor Marx, en Jacobin lat publican como adelante uno de sus artículos, sobre un discurso de Clara Zetkin.
Font: https://jacobinlat.com/2022/
Traducción: Angelo Narváez León
Eleanor Marx no se reduce al espectro del padre. Versátil y prolífica, escritora y militante socialista, fue una de las primeras pensadoras del feminismo marxista en pleno apogeo del sufragismo
El siguiente artículo es adelanto del libro ¡Siempre adelante! Escritos y cartas, 1866-1897 (Banda Propia, 2022), una selección de textos de Eleanor Marx hasta ahora inéditos en castellano. Fue publicado originalmente en Justice, el 7 de noviembre, 1896.
El debate sobre la Frauenagitation (es decir, la propaganda entre las mujeres) referido la semana anterior es interesante por muchas razones. Para comenzar, los aspectos teóricos de esta cuestión tan contenciosa sobre las mujeres, como también sus aspectos puramente prácticos, fueron tratados por Clara Zetkin de manera más acabada y adecuada que en ningún otro congreso socialista nacional o internacional. No hubo estúpidas bromas añejas ni otros absurdos, otra prueba de que cuando los y las trabajadoras discuten sus asuntos no hay cabida para lo que nuestro amigo Sanial llama «malezas de la clase media».
Clara Zetkin fue la encargada sobre este asunto, y el valor de su reporte resulta evidente por el hecho de que el Congreso decidió imprimirlo como panfleto. Si no me equivoco, esta es la primera vez que un Congreso socialdemócrata alemán haya decidido algo de este tipo. Frau Zetkin, que comenzó con una cita de Engels, «en la familia el hombre es el burgués, y la mujer representa al proletariado», continuó mostrando cómo el asunto de la mujer en la acepción actual del término era imposible en los tiempos precapitalistas. En las familias antiguas la actividad productiva, en ningún caso pequeña o degradada, era de las mujeres, y debido a que la mujer era productora, la desigualdad social no pesaba sobre ella, aun cuando las condiciones de su existencia pudieran haber tenido una influencia estrecha: «El periodo del Renacimiento fue un momento de tormenta y tensión en el nacimiento de la personalidad individual en el sentido moderno… y, en esos días de gigantes, encontramos a las mujeres como el anclaje de la vida social, artística y política. Sin embargo, no hay rastros de un movimiento de mujeres. Esto es aún más notable porque mientras se desmantelaba la familia, miles de mujeres debieron encontrar provisiones para ellas mismas por fuera de la vida familiar… pero en ese momento, las mujeres fueron provistas por conventos, monasterios y órdenes religiosas. Entonces la maquinaria, los métodos de producción modernos, minaron la producción doméstica y, más que algunas miles, millones de mujeres se encontraron de frente con el problema de la supervivencia económica, social, mental… debieron buscar fuera del hogar el sustento económico y mental, y así comenzó el movimiento de mujeres. Algunas cifras demuestran cómo las condiciones económicas fomentan este movimiento: en 1882, de los veintitrés millones de mujeres en Alemania, cinco y medio eran trabajadores; es decir que casi un cuarto no podía encontrar soporte dentro de la familia. Desde entonces, solo en el trabajo agrario el porcentaje de mujeres trabajadoras ha crecido un ocho por ciento; mientras que el crecimiento de los hombres fue de un cuatro por ciento. En la industria y la minería, el empleo femenino aumentó un treinta y cinco por ciento; y en el comercio, más de un noventa y cuatro por ciento; en los hombres, un treinta y ocho por ciento. Estas simples figuras hablan más enfáticamente de la necesidad de resolver el asunto de la mujer que cualquier declamación elocuente». [1]
Sobre al asunto de la mujer como tal, Clara Zetkin continuó mostrando que solo podía encontrarse en las clases que son producto de la producción capitalista. «Hay un asunto de la mujer para el proletariado, la clase media y educada, y la clase alta. La mujer del Upper ten puede desarrollar su propia individualidad gracias a su propiedad.[2] Aunque, como esposa, todavía depende del hombre… Lo que el capital ha reunido, la moral sentimental no lo separará. De modo que la moralidad del matrimonio puede invocarse como dos prostituciones equivalentes a una virtud». Luego, después de una brillante descripción de las esposas, madres y mujeres del Upper ten, Frau Zetkin avanzó hasta la mujer pequeña y promedio de la clase media. Aquí está la verdadera lucha contra los hombres. Aquí la mujer educada, doctora, funcionaria o abogada es la antagonista del hombre. Las mujeres de esta clase están enfermas por la subyugación moral e intelectual. Son figuras como Nora, que se rebelan contra las casas de muñecas.[3] Desean vivir sus propias vidas, y en cuanto tal, «económica e intelectualmente, las demandas de las mujeres de clase media están plenamente justificadas».
La mujer proletaria es, finalmente, arrojada al vórtice de la producción capitalista porque es barato comprarla. Sin embargo, su posición no es puramente reaccionaria, es también revolucionaria. Comienza esperando traer algo de ayuda para evitar la miseria de la familia; pero se ve forzada a traerle a su familia una miseria mayor. La maquinaría remplaza el músculo y las mujeres se vuelven cooperativas con los hombres…«así la mujer proletaria ha ganado independencia… ¡aunque realmente ha pagado el precio!… si el hombre tiene —me refiero a la ley bávara— el derecho a “castigar ocasionalmente con un golpe a la mujer”, el capitalismo ha desollado a la mujer con escorpiones… Esa es la razón por la que la mujer proletaria no puede ser como la mujer burguesa que tiene que luchar contra el hombre de su misma clase… las objeciones del hombre burgués a los derechos de las mujeres son un asunto exclusivamente de competencia… por el contrario, con la mujer proletaria es una lucha de la mujer con el hombre de su propia clase contra la clase capitalista. No tiene necesidad de luchar contra el hombre de su clase para derribar las barreras que la excluyen de la libre competencia. La avaricia del capital y el desarrollo de la industria moderna la han aliviado de esta lucha… para ella, por el contrario, es necesario construir nuevas barreras contra la explotación de la mujer proletaria y asegurar sus derechos como esposa y madre. Su finalidad y propósito no son la libre competencia con el hombre, sino la obtención del poder político del proletariado. Por supuesto que la mujer trabajadora aprueba las demandas del movimiento de mujeres de la clase media… pero solo como un medio para el fin en que ella puede estar completamente armada para entrar en la lucha de la clase trabajadora junto con el hombre de su clase».
Después de un análisis más que admirable de la posición de la mujer trabajadora, tan ingeniosa como minuciosa, Clara Zetkin concluyó resaltando que la propaganda sistemática entre las mujeres (entre las mujeres trabajadoras) supone una necesidad absoluta del movimiento proletario.[4] Discutió los diversos medios prácticos para la mejor realización de la propaganda, y terminó su brillante discurso —que espero se publique de manera íntegra en Inglaterra— de esta manera:
«Solo una sociedad socialista puede resolver el conflicto provocado hoy por la actividad económica de las mujeres. Cuando la familia como unidad económica desaparezca para que surja como una unidad social, la mujer será igual al hombre produciendo y esforzándose codo a codo con él; será su camarada, ambos vivirán sus vidas como seres humanos; también entonces será liberada para cumplir sus deberes como esposa y madre. En la sociedad del Nuevo Helenismo le será posible dar forma a su vida como un todo armónico, para realizarse artísticamente. Y esta sociedad se expandirá por el mundo; no se fundará sobre la esclavitud de los hombres, porque se levantará sobre la esclavitud del hierro y el acero; tendrá a las fuerzas de la naturaleza en su puesto de control. Claro, los socialdemócratas marchan: pero solo cuando las masas de mujeres estén con ellos les será posible decir ¡el pueblo está con nosotros, la victoria es nuestra!».
El resultado de este discurso se evidencia por el hecho de que el Congreso exigió de manera unánime su publicación como panfleto.
Notas
[1] Clara Zetkin pronunció este discurso el 16 de octubre de 1896 en el Congreso del Partido Socialdemócrata de Alemania celebrado en Gotha. El discurso tenía como finalidad generar un programa que se diferenciara explícitamente de la Bund Deutscher Frauenvereine (Federación de Asociaciones de Mujeres Alemanas). En 1894, Zetkin había publicado en Gleichheit (Igualdad) un artículo titulado «Reinliche Scheidung» («Separación tajante»), donde distinguía entre el Arbeiterinnenbewegung (movimiento de mujeres trabajadoras), y las bürgerlichen Frauenrechtelei (sufragistas burguesas) alemanas. Bajo la conducción de Zetkin, Luise Zietz y Ottilie Baader, el Arbeiterinnenbewegung del spd pasó de 4.000 a 174.754 militantes entre 1905 y 1914. Gleichheit, el periódico editado por Zetkin, aumentó su tiraje de 23.000 a 124.000 copias en el mismo periodo.
[2] Upper Ten Thousand es una frase acuñada en 1844 por el poeta estadounidense Nathaniel Parker Willis para referirse a los diez mil habitantes más ricos de Nueva York. El escritor William Thackeray popularizó la frase en Inglaterra con su novela Las aventuras de Philip (1861).
[3] La frase del discurso de Zetkin dice, «es precisamente entre estos estratos donde encontramos a estas trágicas, pero psicológicamente interesantes figuras de Nora, mujeres que están cansadas de vivir como adornos en casas de muñecas y que quieren participar en el desarrollo de la cultura moderna. Los esfuerzos económicos, así como intelectuales y morales de los defensores de los derechos de las mujeres burguesas están completamente justificados».
[4] Dijo Zetkin, «la propaganda entre las mujeres es difícil y onerosa y requiere una gran devoción y un gran sacrificio, pero estos sacrificios serán recompensados y deben llevarse a cabo. El proletariado podrá alcanzar su liberación solo si lucha junto sin la diferencia de nacionalidad y profesión. De la misma manera, solo puede alcanzar su liberación si permanece unido sin la distinción de sexo».
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