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dimecres, 28 d’agost del 2019

“¿Puede echarse en cara a los checos que no quieran unirse a una nación que, al liberarse a sí misma, oprime y maltrata a otras naciones?”, Friedrich Engels, 17 de junio de 1848.

Un antecedente del dicho marxiano “Un pueblo que oprime a otro pueblo forja sus propias cadenas” (1870).

Barricadas en Praga, junio de 1848
Marx escribió la frase “Un pueblo que oprime a otro pueblo forja sus propias cadenas” el día 28 de marzo de 1870 (Extracto de una comunicación confidencial, in: Obras Escogidas de Marx y Engels en Tres Tomos, Moscú, Progreso, 1976, Tomo II, pág. 187).

Esta idea, de raíces jacobinas estuvo presente en la obra tanto de Marx como de Engels, a lo largo de su vida. ( Robespierre: "Quien oprime a una nación, se declara enemigo de todas", artículo XXXVI de la Declaración de los derechos del hombre i del ciudadano propuesta per Maximilien Robespierre, impresa por la Convención Nacional, 24 de abril de 1793, se puede leer en Por la felicidad y por la libertad. Discursos (2005), p. 202.)  

Encontramos un antecedente claro del dicho marxiano en un artículo de Engels escrito en junio de 1848 tras la derrota de la insurrección de Praga. El artículo fue publicado en la Nueva Gazeta Renana nº 18, 18 de junio de 1848.

Tema para otro post será la discutida y discutible tesis engelsiana sobre los pueblos sin historia. Una tesis que tiene un origen de carácter geo-político claro: Marx y Engels consideraban que el peor enemigo de la revolución europea era el zarismo. Y no les faltaba razón. 

No es ésta cuestión de este post, pero puede encontrarse alguna reflexión sobre la cuestión de "los pueblos sin historia" en una  reciente ponencia mía: 

Sin embargo, puede colegirse por el último párrafo del artículo que publico a continuación  que para Engels, la responsabilidad de que los checos se lanzaran en manos del zarismo era enteramente de la opresión del pueblo checo por parte de los alemanes y de debilidad de la revolución en los diversos países alemanes de la época. 

Recomiendo la lectura completa del artículo, aquí me limito a publicar un extracto. La letra destacada en azul es de mi cosecha.

Joan Tafalla
Sabadell ,  28 agosto 2019 

Primer número de la Neue Rheinische Zeitung, 1 de junio de 1848


“Colonia, 17 de junio, En Bohemia se prepara una nueva carnicería a la manera de la de Posen. La soldadesca austríaca ha ahogado en sangre checa la posibilidad de que permanezcan pacíficamente unidas Bohemia y Alemania.
(…)
De cualquier modo que la insurrección termine, la única solución posible parece ser, ahora, una guerra de exterminio de los alemanes contra los checos. 
Los alemanes tienen que expiar en su revolución los pecados de todo su pasado. Los han expiado en Italia. En Posen han vuelto a atraer sobre sí las maldiciones de toda Polonia. A todo esto se añade ahora Bohemia. 
Los franceses han sabido cosechar respeto y simpatías incluso allí donde se presentan como enemigos. Los alemanes no son respetados ni conquistan simpatías en parte alguna. Son rechazados con befa y escarnio aun en los sitios en que se hacen pasar por magnánimos apóstoles de la libertad. 
Y así debe ser. Una nación que se ha prestado a ser en todo el pasado instrumento de opresión en contra de todas las otras naciones tiene que empezar por demostrar que se ha operado en ella una verdadera revolución. Tiene que demostrarlo con algo más que con un par de revoluciones a medias cuyo único resultado es dejar en pie bajo nuevos rostros la vieja indecisión, debilidad y desunión; revoluciones que mantienen en sus puestos a un Radetzky en Milán, a un Colomb y un Steinácker en Posen, a un Windischgrátz en Praga y a un Hüser en Maguncia, como si no hubiera pasado nada.
La Alemania revolucionaria tendría que romper con todo su pasado, sobre todo en lo que se refiere a su actitud ante los pueblos vecinos. Tendría, al mismo tiempo, que proclamar con su propia libertad la libertad de los pueblos a quienes hasta ahora ha venido oprimiendo.
¿Pero, qué ha hecho, en vez de eso, la Alemania revolucionaria? Ratificar enteramente la vieja opresión, de Italia, Polonia y ahora de Bohemia por la soldadesca alemana. Kaunitz y Metternich se hallan plenamente justificados. 
Y, en estas condiciones, ¿exigen los alemanes que los checos confíen en ellos? 
¿Puede echarse en cara a los checos que no quieran unirse a una nación que, al liberarse a sí misma, oprime y maltrata a otras naciones?
¿Puede tomárseles a mal que no quieran enviar diputados a un Parlamento como nuestra “Asamblea Nacional” de Francfort, triste, lánguida y que tiembla ante su propia soberanía? 
¿Puede reprochárseles que se desentiendan del impotente gobierno austriaco, que en su perplejidad y cobardía sólo parece existir para no impedir, o por lo menos organizar, la separación de Austria, sino simplemente para tomar nota de ella? ¿De un gobierno que es incluso demasiado débil para liberar a Praga de los cañones y los soldados de un Windischgrátz? 
Pero la suerte más deplorable de todas es la de los valientes checos. Lo mismo si triunfan que si son derrotados, están condenados a perecer. Los cuatro siglos de opresión bajo los alemanes, que ahora tiene su secuela en los combates de las calles de Praga, los echan en brazos de los rusos. En el gran encuentro entre el Este y el Oeste de Europa que se producirá pronto — tal vez en unas cuantas semanas— los checos se verán empujados por un sino fatal a luchar al lado de los rusos, al lado del despotismo, en contra de la revolución. La revolución triunfará y los checos serán los primeros en verse arrollados por ella. 
La culpa de este desastre que aguarda a los checos recae una vez más sobre los alemanes, ya que son ellos quienes traidoramente los han entregado en manos de Rusia”. 


Último número de la Neue Rheinische Zeitung, 19 de mayo de 1849




Intervention de Cécile Obligi, conservatrice à la Bibliothèque nationale (Société des études robespierristes) sur le thème : Robespierre.


Robespierre. La fabrication d’un monstre


dijous, 22 d’agost del 2019

Karl Marx: "únicamente por medio de una revolución logrará la clase que derriba salir del cieno en que está hundida y volverse capaz de fundar la sociedad sobre nuevas bases" ( 1845)


1845
Karl Marx & Friedrich Engels
La ideología alemana
Crítica de la novísima filosofía alemana en las personas de sus representantes Feuerbach, B. Bauer y Stirner y del socialismo alemán en las de sus diferentes profetas.

Traducción al castellano de Wenceslao Roces. Primera edición en castellano : 1968 , Ediciones Pueblos Unidos (Montevideo). La paginación entre paréntesis que figura al final de cada cita se corresponde a la quinta edición en castellano: Ediciones Pueblos Unidos (Montevideo) y Ediciones Grijalbo S.A. ( Barcelona), 1974, 686 páginas.

Contexto: 

La ideología alemana constituye un paso muy importante en la elaboración de la concepción del mundo que nos proponen Marx y Engels.

En 1845 ambos autores habían dado grandes pasos adelante en el desarrollo de su concepción del mundo. Engels había publicado ya su obra “La situación de la clase obrera en Inglaterra” ( Barmen, 1845). Marx había escrito ya sus “Manuscritos de Paris” (1844).

En la primavera de 1845 Marx y Engels se encontraron en Bruselas y decidieron según Engels: “… elaborar en detalle y en las más diversas direcciones la nueva concepción que acababa de ser descubierta”. 

Unos años más tarde (1859) Marx escribió en Londres el prólogo a su “Contribución de la crítica de la economía política”.  En este prólogo Marx resume los hallazgos logrados por ambos, en la construcción de su concepción del mundo a la altura de 1845. Según él, ambos pretendían: “… desentrañar conjuntamente  el antagonismo entre nuestra concepción y la concepción ideológica de la filosofía alemana y en realidad, ajustar cuentas con nuestra conciencia filosófica anterior. Y el propósito se llevó a cabo bajo la forma de una crítica de la filosofía post-hegeliana”. 

Por diversas razones este trabajo conjunto no llegó a publicarse y el manuscrito, según cuenta Marx fue confiado a: “… la crítica roedora de los ratones, muy de buen grado, pues nuestro objetivo; esclarecer nuestras propias ideas, estaba ya conseguido”. [ Karl Marx, Prólogo de la “Contribución a la crítica de la Economía Política”, Obras escogidas de Marx y Engels en tres tomos, Moscú, Editorial Progreso, 1973, p. 519]

 “La ideología alemana” no sólo fue abandonado “ a los ratones” por Marx y Engels. Tras su muerte no fue publicado por la socialdemocracia alemana. La primera edición se produjo en Moscú en 1932 en el volumen V de la Primera Sección de la edición histórico-critica de las  Obras Completas, escritos y cartas de Marx y Engels (MEGA).

La selección de textos que se ofrece a continuación recoge solamente las referencias a la cuestión nacional y deben ser leídas, como el resto de los textos que se proponen en este dossier, como un anillo más de la cadena de desarrollo del pensamiento marxiano en relación al tema.

Edición italiana: Editori Riuniti, Roma, 1972.

“Las relaciones entre unas naciones y otras dependen de la extensión en que cada una de ellas haya desarrollado sus fuerzas productivas, la división del trabajo y el intercambio interior. Es éste un hecho generalmente reconocido. Pero, no sólo las relaciones entre una nación y otra, sino también toda la estructura interna de cada nación depende del grado de desarrollo de su producción y de su intercambio interior y exterior. Hasta dónde se han desarrollado las fuerzas productivas de una nación lo indica del modo más palpable el grado hasta el cual se ha desarrollado en ella la división del trabajo. Toda nueva fuerza productiva, cuando se trata de una simple extensión cuantitativa de fuerzas productivas ya conocidas con anterioridad ( como ocurre, por ejemplo, con la roturación de las tierras) trae como consecuencia un nuevo desarrollo de la división del trabajo.
La división del trabajo dentro de una nación se traduce, ante todo, en la separación del trabajo industrial y comercial con respecto al trabajo agrícola y, con ello, en la separación de la ciudad y del campo y en la contradicción de intereses entre una y otro.”( p. 20)

“De donde se desprende que todas las luchas que se libran dentro del Estado, la lucha entre la democracia, la aristocracia y la monarquía, la lucha por el derecho al sufragio, etc., no son sino las formas ilusorias bajo las que se ventilan las luchas reales entre las diversas clases (…). Y se desprende, asimismo, que toda clase que aspire a implantar su dominación, aunque ésta, como ocurre en el caso del proletariado, condiciones en absoluto la abolición de toda forma de la sociedad anterior y de toda dominación en general, tiene que empezar conquistando el poder político, para poder presentar su interés como el interés general, cosa a que en el primer momento se ve obligada” (p. 35)



“Para nosotros, el comunismo no es un estado que debe implantarse, un ideal al que haya de sujetarse la realidad. Nosotros llamamos comunismo al movimiento real que anula y supera el estado de cosas actual. Las condiciones de este movimiento se desprenden de la premisa actualmente existente. Por lo demás, la masa de los simples obreros – de la fuerza de trabajo excluida en masa del capital o de cualquier satisfacción, por limitada que sea – y, por tanto, la pérdida no puramente temporal de este mismo trabajo como fuente segura de vida, presupone, a través de la competencia, el mercado mundial. Por tanto, el proletariado sólo puede existir en un plano histórico-mundial, lo mismo que el comunismo, su acción, sólo puede llegar a cobrar realidad como existencia histórico-universal. Existencia histórico-universal de los individuos, es decir, existencia de los individuos directamente vinculada a la historia universal.
La forma de intercambio condicionada por las fuerzas de producción existentes en todas las fases históricas anteriores y que, a su vez, las condiciona es la sociedad civil, que como se desprende de lo anteriormente expuesto, tiene como premisa y como fundamento la familia simple y la familia compuesta, lo que suele llamarse la tribu, y cuya naturaleza queda precisada en páginas anteriores. Ya ello revela que esta sociedad civil es el verdadero hogar y escenario de toda la historia y cuán absurda resulta la concepción histórica anterior que, haciendo caso omiso de las relaciones reales, sólo mira, con su limitación, a las acciones resonantes de los jefes y del Estado. La sociedad civil abarca todo el intercambio material de los individuos, en una determinada fase de desarrollo de las fuerzas productivas. Abarca, toda la vida comercial e industrial de una fase y, en este sentido, trasciende de los límites del Estado y de la nación, si bien, por otra parte, tiene necesariamente que hacerse valer al exterior como nacionalidad y vista hacia el interior como Estado. El término sociedad civil apareció en el siglo XVIII, cuando las relaciones de propiedad se habían desprendido de los marcos de la comunidad antigua y medieval. La sociedad civil en cuanto tal sólo se desarrolla con la burguesía; sin embargo, la organización social se desarrolla directamente basándose en la producción y el intercambio, y que forma en todas las épocas la base del Estado y de toda supra-estructura idealista, se ha designado siempre con el mismo nombre.” (pp. 37-38)

Edición cubana, La Habana, Editorial Pueblo y Educación, 1982.

“Cuanto más vayan extendiéndose, en el curso de esta evolución, los círculos concretos que influyen los unos en los otros, cuanto más vaya viéndose el primitivo aislamiento de las diversas nacionalidades destruido por el desarrollo del modo de producción, del intercambio y de la división del trabajo que ello hace surgir por vía natural entre las diversas naciones, tanto más va la historia convirtiéndose en historia universal, y así vemos que cuando, por ejemplo, se inventa hoy una máquina en Inglaterra, son lanzados a la calle incontables obreros en la India y en China y se estremece toda la forma de existencia de estos países, lo que quiere decir que aquella invención constituye un hecho histórico-universal; y vemos también cómo el azúcar y el café demuestran en el siglo XIX su significación histórico-universal por cuanto la escasez de estos productos, provocada por el sistema continental napoleónico, incitó a los alemanes a sublevarse contra Napoleón, estableciéndose con ello la base real para las gloriosas guerras de independencia de 1813. De donde se desprende que esta transformación de la historia en historia universal no constituye, ni mucho menos, un simple hecho abstracto de la “autoconciencia”, del espíritu universal o de cualquier otro espectro metafísico, sino un hecho perfectamente material y empíricamente comprobable, del que puede ofrecernos un testimonio probatorio cualquier individuo, con sólo marchar por la calle y detenerse, comer, beber y vestirse.
Las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época; o, dicho en toros términos, la clase que ejerce el poder materialen la sociedad es, al mismo tiempo, su poder espiritualdominante. La clase que tiene a su disposición los medios de producción material dispone con ello, el mismo tiempo, de los medios para la producción espiritual, lo que hace que se le sometan, al propio tiempo, por término medio, las ideas de quienes carecen de los medios necesarios para producir espiritualmente. Las ideas dominantes no son otra cosa que la expresión ideal de las relaciones materiales dominantes, las mismas relaciones materiales concebidas como ideas; por tanto las relaciones que hacen de una determinada clase la clase dominantes son también las que confieren el papel dominante e sus ideas: los individuos que forman la clase dominante tienen también, entre otras cosas, la conciencia de ello y piensan en tono a ello; por eso, en cuanto dominan como clase y en cuanto determinan todo el ámbito de una época histórica, se comprende de suyo que lo hagan en toda su extensión y, por tanto, entre otras cosas, también como pensadores, como productores de ideas, que regulen la producción y la distribución de las ideas de su tiempo; y que sus ideas sean, por ello mismo, las ideas dominantes de su época.” (pp. 50-51)

“ La burguesía misma comienza a desarrollarse poco a poco con sus condiciones, se escinde luego, bajo la acción de la división del trabajo, en diferentes fracciones y, por último absorbe a todas las clases poseedores con que se había encontrado al nacer ( al paso que hace que la mayoría de la clase desposeída con que se encuentra y una parte de la clase poseedora anterior se desarrollen para formar una nueva clase, el proletariado), en la medida en que la propiedad anterior se convierte en capital industrial o comercial. Los diferentes individuos sólo forman una clase en cuanto se ven obligados a sostener una lucha común contra otra clase, pues por lo demás ellos mismos se enfrentan unos con otros, hostilmente, en el plano de la competencia. Y, de otra parte, la clase se sustantiva, a su vez, frente a los individuos que la forman, de tal modo que éstos se encuentran ya con sus condiciones de vida predestinadas, por así decirlo; se encuentran con que la clase les asigna su posición en la vida y, con ello, la trayectoria de su desarrollo personal; se ven absorbidos por ella. Es el mismo fenómeno que el de la absorción de los diferentes individuos por la división del trabajo, y para eliminarlo no hay otro camino que la abolición de la propiedad privada y del trabajo mismo. (pp. 60-61)

Edición portuguesa, 2004.

“La gran industria crea por doquier, en general, las mismas relaciones entre las clases de la sociedad, destruyendo con ello el carácter propio y peculiar de las distintas nacionalidades. Finalmente, mientras que la burguesía de cada nación sigue manteniendo sus intereses nacionales aparte, la gran industria ha creado una clase que en todas las naciones se mueve por el mismo interés y en la que ha quedado ya destruida toda nacionalidad; una clase que se ha desentendido realmente del todo viejo mundo y que, al mismo tiempo, se enfrenta a él. Ella hace imposible al obrero no sólo la relación con el capitalista, sino incluso la relación con el mismo trabajo.
Huelga decir que la gran industria no alcanza el mismo nivel de desarrollo en todas y cada una de las localidades del país. Sin embargo, esto no detiene el movimiento de clase del proletariado, ya que los proletarios engendrados por la gran industria se ponen a la cabeza de este movimiento y arrastran consigo a toda la masa, y puesto que los obreros eliminados por la gran industria se ven empujados por ésta a una situación de vida aun peor que la de los obreros de la gran industria misma. Y del mismo modo, los países en que se ha desarrollado una gran industria influyen sobre los países plus ou moins no industriales en la medida en que éstos se ven impulsados por el intercambio mundial a la lucha universal por la competencia. 
La competencia aísla a los individuos, no sólo a los burgueses, sino más aún a los proletarios, enfrentándoles a unos con otros, a pesar que los aglutine. De aquí que tenga que pasar largo tiempo antes de que estos individuos puedan agruparse, aparte de que para esta agrupación – si la misma no ha de ser puramente local- tiene que empezar por ofrecer la gran industria los medios necesarios, las grandes ciudades industriales y los medios de comunicación rápidos y baratos, razón por la cual sólo es posible vencer tras largas luchas a cualquier poder organizado que se enfrente a estos individuos aislados y que viven en condiciones que reproducen diariamente su aislamiento. Pedir lo contrario sería tanto como pedir que la competencia no existiera en esta determinada época histórica o que los individuos se quitaran de la cabeza aquellas relaciones sobre las que, como individuos aislados no tienen el menor control”. (pp. 69-70)

Edición uruguaya, Montevideo, Ediciones Pueblos Unidos, 1968.

"Resumiendo, obtenemos de la concepción de la historia que dejamos expuesta los siguientes resultados: 1.º En el desarrollo de las fuerzas productivas, se llega a una fase en la que surgen fuerzas productivas y medios de intercambio que, bajo las relaciones existentes, sólo pueden ser fuente de males, que no son ya tales fuerzas de producción, sino más bien fuerzas de destrucción ( maquinaria y dinero); y lo que se halla íntimamente relacionado con ello surge una clase condenada a soportar todos los inconvenientes de la sociedad sin gozar de sus ventajas, que se ve expulsada de la sociedad y obligada a colocarse en las más resuelta contraposición a todas las demás clases; una clase que forma la mayoría de todos los miembros de la sociedad y de la que nace la conciencia de que es necesaria una revolución radical, la conciencia comunista, conciencia que, naturalmente, puede llegar a formarse también entre las otras clases, al contemplar la posición en que se halla colocada ésta; 2.º que las condiciones en pueden emplearse determinadas fuerzas de producción son las condiciones de la dominación de una determinada clase en la sociedad, cuyo poder social, emanado de su riqueza, encuentra su expresión idealista- práctica en la forma de Estado imperante en cada caso, razón por la cual toda clase revolucionaria está necesariamente dirigida contra una clase, la que hasta ahora domina; 3.º que todas las anteriores revoluciones dejaron intacto el modo de actividad y sólo trataban de lograr otra distribución de esta actividad, una nueva distribución del trabajo entre las personas, al paso que la revolución comunista está dirigida contra el modo anterior de actividad, elimina el trabajo y suprime la dominación de las clases al acabar con las clases mismas, ya que esta revolución es llevada a cabo por la clase a la que la sociedad no considera como tal, no reconoce como clase y que expresa ya de por sí la disolución de todas las clases, nacionalidades, etc., dentro de la actual sociedad; y 4.º que tanto para engendrar en masa esta conciencia comunista como para llevar adelante la cosa misma, es necesaria una transformación en masa de los hombres, que sólo podrá conseguirse mediante un movimiento práctico, mediante la revolución; y que, por consiguiente, la revolución no sólo es necesaria porque la clase dominante no puede ser derrocada de otro modo, sino también porque únicamente por medio de una revolución logrará la clase que derriba salir del cieno en que está hundida y volverse capaz de fundar la sociedad sobre nuevas bases. ( pp. 81-82)".

Edición española reciente. Madrid, Editorial Akal, 2014.



dimarts, 20 d’agost del 2019

La nacionalitat del treballador no és francesa, anglesa, ni alemanya, és el treball, la lliure esclavitud, el tràfic d’ell mateix.

1845
Karl Marx, manuscrit pòstum “Notes  sobre el llibre de Friedrich List ‘Sistema nacional d’Economia Política’ ”

Aquest text fou escrit per Marx 1845 y no fou publicat en vida de l’autor. El propi manuscrit està incomplet i no fou publicat fins 1971. Es tracta d’una crítica del llibre de Friedrich List Sistema nacional d’Economia Política, publicat l’any 1841. La primera traducció francesa d’aquest text es va produir als Etudes de marxologie n° 16, octubre de 1973 : « Critique de Friedrich List. Un inédit de Karl Marx ». L’extracte des del qual es tradueix aquí al català prové del tom III de les Œuvres de Karl Marx publicades a la Bibliothèque de la Pléiade, « Philosophie », 1982, pages 1418 à 1451 (« A propos du Système national de l’économie politique de Friedrich List », traduction de Maximilien Rubel et Yvonne Broutin) [1]

Caricatura alemanya posterior al tancament de la Rheinische Zeitung de 1843, que mostrava a Karl Marx com Prometeu, lligat a una impremta mentre l’àguila imperial de la censura prussiana li devora el fetge.
“El burgès diu: nacionalment, la teoria dels valors d'intercanvi conservarà naturalment tota la seva vigència; la majoria de la nació seguirà sent un mer “valor de canvi”, una “mercaderia”, una mercaderia que ha de buscar un comprador, una mercaderia que no es venuda, sinó que es ven ella mateixa. Ningú de vosaltres,  proletaris, i fins i tot entre nosaltres, ens considerem uns valors d’intercanvi i la llei del tràfic universal continua vigent. Però respecte a les altres nacions, hem de suspendre la llei. Com a nació, no ens podem vendre a d’altres nacions. Atès que la majoria de les nacions es lliuren a les lleis del comerç, "sense preocupar-se" de les "condicions polítiques de les nacions", aquesta proposició no té cap altre significat que aquest: nosaltres, els burgesos alemanys, no volem ser explotats pels burgesos anglesos com vosaltres, els proletaris alemanys, sou explotats per nosaltres, ni com nosaltres ens explotem mútuament. No volem posar-nos a mercè d’aquestes mateixes lleis dels valors d’intercanvi a les quals us lliurem. No volem reconèixer a l’exterior les lleis econòmiques que reconeixem a l’interior.
Què preten el filistí alemany? A l’interior vol ser burgès, explotador, però es nega a ser explotat a l’ exterior. En relació amb l'exterior, es posa amb orgull com a "nació" i diu: no em sotmeto a les lleis de la competència, això és contrari a la meva dignitat nacional; com a nació, estic per sobre del trànsit sòrdid.
La nacionalitat del treballador no és francesa, anglesa, ni alemanya, ella és el treball, la lliure esclavitud, el tràfic d’ell mateix. El seu govern no és francès, anglès, alemany, és el capital. L’aire que respira a casa no és el francès, l’anglès, l’alemany, és l’aire de les fàbriques. El sòl que li pertany no és sòl francès, anglès, alemany, està a pocs metres sota terra.
A l'interior, els diners són la pàtria de l'industrial. I el filisteu alemany vol que les lleis de la competència, del valor d’intercanvi, del comerç, perdin el seu poder davant les fronteres del seu país? Vol acceptar el poder de la societat burgesa només en la mesura que sigui del seu interès, de l’interès de la seva classe? No vol sacrificar-se a un poder al qual vol sacrificar els altres, i se sacrifica ell mateix en el propi país? Vol mostrar-se i ser tractat fora com un ésser diferent del que ell és i es fa a l’interior? Vol mantenir la causa i eliminar-ne una de les conseqüències?

El jove Marx.
Li demostrarem que el tràfic d’un mateix a l’interior condueix necessàriament el tràfic cap a l’exterior; que no es pot evitar que la competència, que per si mateixa és la seva força, no esdevingui la seva debilitat a l’estranger; que l’estat al qual ell sotmet a la societat burgesa no el pot preservar fora de l’acció de la societat burgesa.
Individualment, el burgés lluita contra els altres, però com a classe, els burgesos tenen un interès comú, i aquesta solidaritat, que veiem cap al seu interior contra el proletariat, a l’exterior es gira contra els burgesos del altres nacions. Això és el que el burgès anomena la seva  nacionalitat. [...]
La tirania industrial que exerceix Anglaterra a tot el món és el domini de la indústria al món. Anglaterra ens domina perquè la indústria ens domina. No podem alliberar-nos d’Anglaterra sense alliberar-nos de la indústria a l’interior. No podem eliminar el seu domini i la seva competència si no és superant la competència dins de les nostres fronteres. Anglaterra exerceix el poder sobre nosaltres, perquè hem erigit la indústria del poder per sobre de nosaltres. [...]


La Rheinische Zeitung (Gazeta Renana) va ser un diari alemany del segle XIX, que es va publicar entre gener de 1842 i  el març de 1843 en que va ser tancat per  la censura estatal prussiana. Marx n' era un dels principals redactors.
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diumenge, 18 d’agost del 2019

Friedrich Engels: La festa de les nacions a Londres (1845)


Decret de 21 de setembre de 1792 la Convención Nacional decretant l'abolició de la monarquia. El text es breu : "La convenció nacional decreta per unanimidad que la monarquia es abolida a França"

Friedrich Engels.
La festa de les nacions a Londres (1845)
( En ocasió de la celebració de la República Francesa, el 22 de setembre de 1792)  


 Context: 
Aquest text d’Engels fou escrit a finals de 1845, i publicat l’any 1846 a la "Rheinische Jahrbücher zur Gesellschaftlichen Reform", Tom II, pp. 1-19. 
Explica als lectors alemanys i valora una festa de confraternització entre les nacions organitzada per sectors cartistes, jacobins i comunistes de diverses nacionalitats celebrada a Londres el 22 de setembre de 1845. L’objectiu de la festa era commemorar l’aniversari de la proclamació de la primera república francesa (22 de setembre de 1792). Però sobretot era la confraternització entre els diversos grups obreros, republicans, cartistes i comunistes existents en diversos països.

Els sis punts de la "Carta del Poble" (1839)

En el seu text, Engels també es refereix a una festa similar celebrada l’any anterior el dia 10 d’agost de 1844. Com se sap el 10 d’agost de 1792 les seccions del  poble parisenc unides amb els federats marsellesos enderrocaren la monarquia borbònica. La celebraria d'aquestes commemoracions mostra els fils de continuïtat entre el jacobinisme i el nou moviment obrer sorgit a Anglaterra durant els any 30 i 40 del segle XIX. El propi text d' Engels n'és una mostra d'aquesta continuïtat.

George Julian Harney (1817-1897), fou l'orador principal de la Festa de les Nacions celebrada a Londres el 22 de setembre de 1845. Harney era  co-director del diari Northern Star, òrgan del moviment cartista. D'ell afirma Engels: "Harney té total claredat sobre la finalitat del moviment europeu i està completament a l'alçada dels principis... Seu és el mèrit principal de l'organització d'aquesta festa cosmopolita; no ha estalviat esforços per a reunir les diferents nacionalitat, eliminar malentesos i superar diferències personals".

The Northern Star and Leeds General Advertiser, periòdic popular de gran tiratge,  es publicà  entre 1837 i 1852. Engels dirà: " El Northern Star és l'organ del cartisme, funds per O'Connor l'any 1837, el qual... s'ha convertit, en tots els aspectes en un dels millors periòdics d'Europa".

Cal remarcar que cinquanta anys després de la proclamació de la primera república francesa,  els creadors del nou moviment obrer (demòcrates, republicans, comunistes i cartistes i, entre ells, Engels) seguissin considerant aquells esdeveniments com a element fundador del seu moviment. Estem davant d’ un text clau que permet comprendre l’estreta relació existent entre la memoria de la Revolució francesa i del jacobinisme i els moviments obrers anglès i francèsdel moment. En ell, Engels  repetirà per dos cops la idea seguent: “la democràcia d’avui és el comunisme”. Cal remarcar l'esforç que feia el moviment obrer, democràtic i republicà per a construir un moviment que Engels denominarà cosmopolita, és a dir internacionalista, a partir de la confraternització de les diverses nacionalitats. Concretament, a aquesta festa segons Engels hi assistiren anglesos, francesos, alemanys, italians, espanyols, polacs, suïssos, hongaresos i turcs.

Aquí tant sols es publiquen els paràgrafs que fan referència a la qüestió nacional.

La traducció al català i aquesta nota de presentació és de Joan Tafalla. S'ha partit de la traducció de l'alemany al castellà deguda a León Mames. És un text que mereix la pena de ser llegit sencer. Es pot trobar OME 6, 1978 pp. 562-576. Properament publicaré la traducció al català del conjunt del text.

La festa de les nacions a Londres

( En ocasió de la celebració de la República Francesa, el 22 de setembre de 1792) 

“[...] Calma, estimada Alemanya. Les nacions y la República Francesa ens importen moltíssim.
La confraternització de les nacions, tal com actualment la porta a terme, arreu, el partit proletari extrem front a l’antic i primitiu egoisme nacional i el cosmopolitisme hipòcrita y privadament egoista de la llibertat de comerç, val més que totes les teories alemanyes sobre el socialisme veritable.
La confraternització de les nacions sota la bandera de la democràcia moderna, tal com va emanar de la Revolució Francesa y es va desenvolupar en el comunisme francès y el cartisme anglès, demostra que les masses i els seus representants saben millor com estan les coses que la teoria alemanya.
Un altre periòdic publicat per Georg Julian Harney, en concret el número de 9 de novembre de 1850 de The Red Republican.  Es por constatar que el periòdic dona la noticia de la publicació del Manifest del partit comunista alemany. També es pot llegir el lema del periòdic: Igualtat, Llibertat, Fraternitat, així com l'emblema: Un barret frigi, sobre una pica i sobre el feix de la unitat republicana. 
[...]
No estem parlant del moviment antinacional que ara es desenvolupa en el món, sinó de la supressió de les nacionalitats que es porta a terme en la nostra ment per mitjà del pensament pur, amb ajuda de la fantasia, a manca de fets. No parlem de la democràcia real, a quins braços corre tota Europa, i que es una democràcia molt especial, diferent a totes les democràcies anteriors, sinó d’una democràcia totalment diferent, que constitueix el terme mitjà  de la democràcia grega, romana, nord-americana i francesa, en suma, estem parlant del concepte de democràcia. No parlem de les coses que pertanyen al segle XIX i que són dolentes i peribles, sinó de les categories que són eternes i que existeixen “abans d’existir les muntanyes”. En suma, que no estem parlant d’allò que es tracta, sinó de quelcom totalment diferent.

Gravat de la premsa de l'apoca representant el miting cartista de 10 d'abril de 1848 a Kennington Common. 
Per a resumir la qüestió: quan avui en dia es parla de democràcia, de confraternització de les nacions entre inglesos i francesos, i entre aquells i els alemanys que participen en el moviment pràctic, que no són teòrics, no s’ha de pensar en absolut solament en lo polític. Aquesta classe de fantasies solament existeixen ja entre els teòrics alemanys i alguns pocs estrangers, que no conten. En la realitat, aquestes paraules tenen ara un sentit social, en el qual es resol la seva significació política. La revolució ja era totalment diferent que la lluita per tal o qual forma d’estat, com encara es bastant freqüent que s’imagini a Alemanya. La vinculació de la major part de les insurreccions d’aquella època amb una escassedat de subsistències, la significació que té, ja a partir de 1789, l’aprovisionament de la capital i la distribució de les reserves, el màximum, les lleis contra l’acaparament dels aliments, el crit de batalla dels exèrcits revolucionaris – « Guerre aux palais, paix aux chaumières »- (1) el testimoni de la  Carmangnole, segons la qual el republicà, a més de du fer (2) du cœur (3) també ha de tenir du pain (4),i d’altres cent trets externs demostren ja, al marge d’una investigació més exacta dels fets, fins on la democràcia de llavors era quelcom totalment diferent a una organització merament política. 
[…] 
L'irlandès James Bronterre O’Brien (1804 o 1805-1864) líder radical del cartisme, era seguidor de les idees de Babeuf i de Robespierre.
"En darrer lloc, avui en dia a confraternització de les nacions tanmateix te un significat va més enllà del purament social. Les quimeres de la república europea, de la pau eterna sota una organització política, han arribat a ser tant ridicules com les frases  sobre la unificació dels pobles sota l’ègida de la llibertat general del comerç : i mentre d’aquesta manera queden fora de curs tots els sentimentalismes quimèrics d’aquest estil, els proletaris de totes les nacions, sense fer gaires escarafalls, ja comencen a confraternitzar de veres sota l’estandard de la democràcia comunista. Els proletaris també son els únics que poden fer-ho realment ; doncs la burgesia te els seus interessos particulars a tots els països, i donat que els seus interessos son lo suprem, mai podrà trascendir la nacionalitat ; i aquests pocs teòrics, amb tots els seus bells « principis », no aconsegueixen res, donat que deixen tranquilament en peu aquests interessos contradictoris – com, d’altra banda, fan amb tot lo establert- i tan sols poden fer frases. En canvi els proletaris tenen davant seu, a tots els països, un e idèntic  interès, un e idèntic enemic, una e idèntica lluita; en la seva major part, i de manera natural els proletaris estan desposseïts de prejudicis nacionals, i tota la seva formació i el seus moviments son essencialment humanitaris, anti-nacionals. Només els proletaris poden eliminar la nacionalitat, tant sols el proletaritat pot fer confraternitzar les diverses nacions.” [...] (5) 
Miting cartista de 10 d'abril de 1848 a Kensington Common. Fotografia d'època. 
Més endavant, Engels tot parlant de la festa realitzada a Londres el 10 d’agost de l’any anterior (1844) en commemoració de l’enderrocament de la monarquia a França, de la constitució de 1793 i de la fundació de l’associació democràtica per part de “la fracció més radical del partit anglès del moviment de 1838/39”, afirma: “Ja en aquesta data del deu d’agost s’expressaren principis tant comunistes com cosmopolites”;(6) a més de la igualtat política s’exigí la igualtat social, i es va rebre amb molt entusiasme un brindis pels demòcrates de totes les nacions”.





(1) En francès a l’original: “Guerra als palaus, pau a les cabanes”.
(2) En francès a l’original: ferro, és a dir armes.
(3) En francès a l’original: valor, coratge.
(4)En francès a l’original: pa, subsistències.
(5) Michael Löwy tradueix la mateixa frase al francés a partir de l’edició alemanya (RDA) de 1962: “ Les prolétaires ont dans tous les pays un seul et même intérêt, un seul et même ennemi, un seul et même combat : dans leur masse les prolétaires sont dejà par leur propre nature dépourvus de préjugés nationaux ; et toute le formation culturelle [Bildung] et leur mouvement et leur mouvement sont essentiellement humanistes [humanitarish], antinationaux. Seuls les prolétaires peuvent abolir la nationalité, seul le prolétariat en réveil peut conduire à la fraternisation des diverses nations ». [Werke, Dietz Verlag, Berlin, 1962, p. 614]. Existeixen matisos evidents entre ambdues traduccions.
(6) Així, en aquest mateix text constatem dos usos diversos de la paraula cosmopolitisme: el primer ús suggereix l’existència d’un “cosmopolitisme hipòcrita y privadament egoista de la llibertat de comerç”. El segon ús correspondria a l’usat en la nota dels editors de l’edició de les obres en alemany publicades a la RDA i que el traductor de OME 6 fa constar a peu de plana (566): “La parula ‘cosmopolita’ s’ha d’entendre aquí com a la plana 568, en el sentit de ‘lliure de restriccions i pre-judicis nacionals’ ”.  

dissabte, 17 d’agost del 2019

Sobre el papel de la cuestión nacional en la competencia entre diversas fracciones en el interior a la clase obrera según la obra : La situación de la clase obrera en Inglaterra


Primera edición alemana de "La situación de la
clase obrera en Inglaterra", Barmen, 1845.
1844-1845
Friedrich Engels
Extracto de: “La situación de la clase obrera en Inglaterra”:


Contexto:

Como se sabe, el padre de Friedrich Engels (Barmen, 1820-Londres, 1895) era el dueño de una fábrica textil en la localidad alemana de Barmen y era socio de otra empresa textil en Manchester: Ermen & Engels. 
El joven Friedrich estuvo erabajando en la fábrica paterna de Manchester entre noviembre de 1842 y agosto de 1844. En estos veintidós 2 meses tuvo ocasión de conocer y estudiar la situación de la clase obrera inglesa. Los resultados de este estudio a los fue publicando en forma de artículos en varias revistas: Gazeta Renana, New Moral World, Le Républicain Suisse, los Anuarios Franco-Alemanesy en Vorwärts(Adelante!). 
A finales de agosto de 1844, al pasar por Paris mientras viajaba desde Inglaterra para volver a Barmen, Engels encontró por segunda vez a Marx. Una vez llegado a Barmen Engels escribió “La situación de la clase obrera en Inglaterra” entre mediados de noviembre de 1844 y mediados de marzo de 1845. La obra fue publicada en alemán por primera vez en Barmen el mismo año 1845. la segunda edición en alemán se produjo el año en Stuttgart 1892. el mismo año 1.892 se publicó la primera edición inglesa. 

Mapa de Manchester en 180.
La primera edición en castellano que conozco de Editorial Futuro (Buenos Aires, 1965). Posteriormente fue publicada por Ediciones Akal (Madrid, 1976). Existe otra traducción al castellano a cargo de León Mames para Obras de Marx y Engels (OME) tomo 6, Barcelona-Buenos Aires-México D.F. , Crítica / Grupo editorial, 1978, pp. 249-544. El intento de publicación de OME fue debido al impulso de Manuel Sacristán.
Se puede encontrar una versión castellana en: https://www.marxists.org/espanol/m-e/1840s/situacion/index.htm
Desgraciadamente no existe traducción de esta obra al catalán.


Comentario previo:

En esta obra escrita por el joven Engels cuando tenia 24-25 años se hace encuesta / investigación sobre la situación de la clase obrera inglesa en el contexto de la revolución industrial. A partir de un minucioso examen empírico de los hechos se constata la realidad concreta de la lucha de clases. No nos encontramos ante un constructo abstracto, elaborado sobre una mesa de despacho al margen de la realidad concreta sino del estudio en tiempo real clases concreta que se desarrolla como proceso complejo. Estamos ante el registro empírico de una cantidad ingente de datos materiales, sociales, económicas, culturales y políticas a partir del cual se deduce la existencia del fenómeno mencionado.



El lector que se adentre en la lectura del conjunto de esta obra podrá captar como la clase obrera se construye como clase en el transcurso de la lucha de clases.
Es dentro de este contexto, concreto y complejo a la vez, que Engels registra la realidad de los obreros inmigrados irlandeses como fracción de la clase obrera que entra en competencia con otras fracciones de la misma. Engels examina el rol que juegan en esta competencia los fenómenos culturales, étnicos o lingüísticos.
Aún estamos lejos de las posiciones que Marx de acuerdo con Engels adoptará treinta años más tarde respecto del tema de Irlanda y de la unidad de lucha de la clase obrera inglesa e irlandesa en los debates de la AIT. Pero sin duda aquí tenemos un precedente claro.
Leamos sin prejuicios.

(…)
La competencia.

Hemos visto en la introducción que la competencia creó el proletariado en los mismos inicios del movimiento industrial, al acrecentar el salario de los tejedores en virtud del aumento de la demanda de telas, con lo cual indujo a los campesinos que tejían a renunciar a sus actividades agrícolas para poder ganar tanto más trabajando en el telar; hemos visto cómo desplazó a los pequeños campesinos mediante el sistema de explotación en gran escala, los degradó a proletarios y luego los arrastró parcialmente hacia las ciudades; más tarde, arruinó en su mayor parte a la pequeña burguesía y la degradó asimismo a proletarios, centralizando el capital en manos de unos pocos y la población en grandes ciudades. Tales son los diversos medios y vías por los que la competencia, tal como se manifestó con plenitud y tal como desarrolló libremente sus consecuencias en la industria moderna, creó y expandió el proletariado. Tendremos que considerar ahora su influencia sobre el proletariado existente. Y lo primero que hemos que hacer aquí será desarrollar en sus consecuencias la competencia de los obreros individuales entre sí.
La competencia es la expresión más consumada de la guerra de todos contra todos que impera en la sociedad burguesa moderna. Esta guerra - una guerra por la vida, por la existencia, por todo y, por ende, en caso de necesidad, una guerra de vida o muerte- no sólo se plantea entre las diversas clases de la sociedad, sino también entre los integrantes individuales de estas clases; cada cual constituye un obstáculo para su prójimo y por ello trata de desplazar a todos cuantos se interpongan en su camino y de ocupar el lugar de éstos. Los obreros compiten entre sí, tal como compiten los burgueses. El tejedor mecánico compite contra el tejedor manual, el tejedor manual desocupado o mal remunerado lo hace contra el que está ocupado o mejor remunerado y trata de desplazarlo. Pero esta competencia de los obreros entre sí es la peor faceta de la situación actual para el obrero, es el arma más dañina que la burguesía esgrime contra el proletariado. De ahí los esfuerzos de los obreros por eliminar esta competencia mediante asociaciones, de ahí el furor de la burguesía contra esas asociaciones y su regocijo triunfal ante cada derrota infligida a éstas.



El proletariado está desvalido; no puede vivir ni un solo día por sí mismo. La burguesía se ha arrogado el monopolio de todos los medios de subsistencia en el sentido más amplio del término. Cuanto necesita el proletario, sólo puede obtenerlo de la burguesía, protegida en su monopolio por el poder del estado. Por consiguiente, el proletario es, de hecho y de derecho, esclavo de la burguesía; ésta puede disponer de la vida y muerte de aquél. Le ofrece sus medios de subsistencia, pero a cambio de un "equivalente", a cambio de su trabajo; incluso deja al obrero la apariencia de actuar según su libre albedrío, de acordar con ella un pacto con su libre anuencia, sin estar forzado de dar ésta, como hombre emancipado de tutelas. ¡Bonita libertad esa en la cual al proletario no le queda otra opción que allanarse a las condiciones que le impone la burguesía o de lo contrario morir de hambre y de frío, alojarse desnudo entre las fieras del bosque!¡ Bonito "equivalente", cuyo monto se halla por entero al arbitrio de la burguesía! Y si el proletario es tan necio como para preferir morirse de hambre en lugar de allanarse a las "justas" proposiciones de los burgueses, de sus "superiores naturales"... pues bien entonces será fácil hallar algún otro, ya que hay bastantes proletarios en el mundo y no todos están locos, no todos prefieren la muerte a la vida.


Ahí tenemos la competencia de los proletarios entre sí. Bastaría que todos los proletarios manifestasen nada más que la voluntad de perecer de hambre antes que trabajar para la burguesía, para que ésta tuviese que renunciar a su monopolio; pero no es éste el caso y hasta es algo casi imposible, por lo cual la burguesía sigue mostrando buen talante. Esta competencia entre los obreros tiene un solo límite: el de que ningún obrero querrá trabajar por menos de cuanto necesita para su existencia; si de todos modos ha de morirse de hambre, preferirá hacerlo en el ocio que trabajando. Desde luego que este límite es relativo; uno necesita más que el otro, uno está acostumbrado a mayores comodidades que el otro; el inglés que aún es algo civilizado necesita más que el irlandés, que viste harapos, come patatas y duerme en una pocilga. Pero ello no impide al irlandés competir con el inglés, deprimiendo paulatinamente el salario y con él el grado de civilización del obrero inglés al nivel de los del irlandés. Ciertos trabajos requieren un grado de civilización determinado y entre ellos se cuentan casi todos los trabajos industriales; por eso, en estos casos el salario debe ser, siquiera en interés de la propia burguesía, lo suficientemente elevado como para posibilitar al obrero el mantenerse dentro de esa esfera. El irlandés recién inmigrado, que acampa en el primer establo con que se topa y que inclusive, de alojarse en una vivienda tolerable, sería echado a la calle todas las semanas porque se bebería todo su dinero y no podría pagar el alquiler, sería un mal obrero fabril; por ello hay que darles a los obreros fabriles lo suficiente como para poder educar a sus hijos con vistas al trabajo regular, pero tampoco más, a fin de que no puedan prescindir del salario de sus hijos y de que éstos no puedan llegar a ser otra cosa que simples obreros. También en este caso es relativo el límite, el mínimo de salario; si todos los miembros de la familia trabajan, cada cual necesita percibir tanto menos y la burguesía, para deprimir el salario, ha aprovechado como es debido la ocasión -ofrecida por el trabajo de las máquinas - de ocupar a mujeres y niños y de sacarles rendimiento. Naturalmente, no en todas las familias cada cual está capacitado para el trabajo, y mal se vería una de tales familias si hubiese de trabajar por el mínimo de salario calculado para la familia íntegramente capacitada para el trabajo; por eso, en este caso el salario se establece en un término medio, con el cual a la familia íntegramente capacitada para el trabajo le va bastante bien, mientras que a la familia que cuenta con menos integrantes capacitados para el trabajo le va bastante mal. Pero en el peor de los casos, cualquier obrero preferirá sacrificar el poco lujo de civilización al que estaba habituado, con tal de mantener su mera existencia; preferirá una pocilga a ningún techo, harapos a ninguna vestimenta, patatas a la muerte por inanición. Preferirá contentarse con la mitad del salario, esperando tiempos mejores, que sentarse tranquilamente en la calle y morir ante los ojos del mundo, como lo hiciera más de un desocupado. Este poco, pues, este poco más que nada, constituye el mínimo del salario. Y si hay más obreros que los que la burguesía considera conveniente ocupar, es decir si al cabo de la lucha competitiva aún queda un número que no encuentra trabajo, ese número tendrá de morirse de hambre; pues es presumible que el burgués no les dará trabajo si no puede vender los productos de su trabajo con alguna utilidad.


(…)
Mientras tanto, aboquémonos al estudio de otra causa de la degradación a la cual se hallan librados los obreros ingleses, de una causa que aún sigue obrando de continuo en la tarea de deprimir cada vez más profundamente la situación de esta clase.

La inmigración irlandesa

Ya en varias ocasiones hemos mencionado ocasionalmente a los irlandeses que han emigrado a Inglaterra; ahora hemos de considerar más en detalle las causas y los efectos de esta inmigración.
La rápida expansión de la industria inglesa no hubiese podido producirse de no haber tenido Inglaterra, en la población numerosa y pobre de Irlanda, una reserva de la cual pudiera disponer. El irlandés nada tenía que perder en su patria y sí mucho que ganar en Inglaterra, y desde el momento en que se supo en Irlanda que al este del canal de San Jorge podía hallarse trabajo seguro y un buen salario para brazos fuertes, todos los años lo atravesaron multitudes de irlandeses. Se calcula que de este modo han inmigrado, hasta el presente, más de un millón y que anualmente inmigran aún alrededor de cincuenta mil, casi todos los cuales se lanzan sobre los distritos industriales, en especial las grandes ciudades donde constituyen la clase inferior de la población. (...) Esta gente, criada casi sin civilización alguna, habituada desde su infancia a toda suerte de privaciones, tosca, aficionada a la bebida, despreocupada por el futuro, llega así trayendo consigo todas sus brutales costumbres a una clase de la población inglesa que, en verdad, tiene pocos alicientes que la inclinen a la instrucción y a la moralidad. Veamos que nos dice Thomas Carlyle:

( Sigue una larga cita de este autor conservador en la que describe las costumbres de estos immigrados irlandeses. Tras ella, prosigue Engels)

Exceptuando la reprobación exagerada y unilateral del carácter nacional irlandés, Carlyle tiene toda la razón en este aspecto. Estos obreros irlandeses viajan a Inglaterra por cuatro peniques - en la cubierta de los vapores, en las que a menudo van hacinados de pie, como ganado-, anidan en todas partes. Por lo demás, las peores viviendas son bastante buenas para ellos; sus vestimentas les preocupan poco, mientras tengan un hilo que las mantenga unidas, y no conocen el calzado; su alimentación consiste en patatas, y nada más que patatas, y cuanto ganen por encima de esto lo gastan en bebida; ¿para qué necesita un elevado salario semejante estirpe? Los peores barrios de todas las ciudades están habitados por irlandeses; dondequiera que haya un distrito que se distinga por su suciedad y carácter ruinoso peculiares, cabe contar con que uno ha de encontrarse de preferencia con estos rostros célticos, que se distinguen a primera vista de las fisonomías sajonas de los nativos, y que ha de escuchar el cantado y aspirado brogue[1]irlandés, que el auténtico irlandés jamás olvida. A veces hasta he oído hablar irlandés céltico en los barrios más populosos de Manchester. La mayor parte de las familias que habitan en sótanos son, casi por doquier, de origen irlandés. En suma, que los irlandeses han descubierto, al decir del doctor Kay, cuál es el mínimo de necesidades vitales, y se lo están enseñando ahora a los obreros ingleses. También han traído consigo su suciedad y su afición a la bebida. Ese desaseo, que no hace tanto daño en el campo, donde la población vive dispersa, pero que se ha convertido para el irlandés en su segunda naturaleza, resulta en cambio aterrador y peligroso en las grandes ciudades, a causa de la concentración humana. Tal como estaba habituado a hacerlo en su patria, también aquí el milesiano[2] vuelca en la puerta de su casa toda la basura y los desperdicios, con lo cual reúne charcos y montones de basuras que afean los barrios obreros y apestan su aire. Al igual que en su patria construye una pocilga adosada a su casa y, si no puede hacerlo, hace dormir a su cerdo compartiendo con él su habitación. Este nuevo tipo anómalo de ganadería en las grandes ciudades es de origen totalmente irlandés; el irlandés es tan afecto a su cerdo como lo es el árabe a su caballo, sólo que lo vende cuando está suficientemente gordo como para sacrificarlo; pero por lo demás come y duerme con él, sus hijos juegan con él, montan sobre su lomo y se revuelcan con él en el lodo, cosa que puede verse millares de veces en todas las grandes ciudades de Inglaterra. Y resulta imposible imaginar la suciedad e incomodidad que reina dentro de las propias casas. El irlandés no está habituado a los muebles: un montón de paja, algunos harapos, demasiado echados a perder como para poder servirle de vestimenta, le bastan como cama. Un trozo de madera, una silla rota, un viejo cajón en lugar de mesa, y no necesita más; una tetera, algunas ollas y cacharros son suficientes para equipar su cocina, que es, al mismo tiempo su sala y su alcoba. Y si se halla escaso de combustible, va a parar a la chimenea todo cuanto se halle a su alcance y pueda entrar en combustión: sillas, jambas de las puertas, molduras y tablas del piso, si las hubiere. Además, ¿para qué necesita mucho espacio? Allá en Irlanda, en su choza de barro, sólo había un único ambiente interior para todos los fines domésticos; tampoco en Inglaterra necesita la familia más de una habitación. Así es como este hacinamiento de muchos en un sólo cuarto, hacinamiento que hoy en día se encuentra tan a menudo, también ha sido introducido, principalmente, por la inmigración irlandesa. Y puesto que el pobre diablo debe tener por lo menos un disfrute, ya que la sociedad lo ha excluido de todos los demás, entonces va y bebe aguardiente. El aguardiente es lo único que hace que, para el irlandés, la vida valga la pena de ser vivida; el aguardiente y, en todo caso, un temperamento jovial y despreocupado, y por ello se entrega al aguardiente hasta la ebriedad más brutal. El carácter meridional e irreflexivo del irlandés, su tosquedad, que lo sitúa muy poco por encima del nivel de un salvaje, su desdén por todos los disfrutes más humanos, de los cuales es incapaz precisamente a causa de esta tosquedad, su suciedad y su pobreza, todo ello favorece en él el alcoholismo; la tentación es demasiado grande, no puede resistirse a ella, y en cuanto obtiene algún dinero debe echárselo al gaznate. ¿Que otra cosa podría hacer? ¿Cómo esa sociedad, que lo sitúa en una posición en la cual debe convertirse, casi necesariamente en un bebedor, que lo desatiende en todo y permite que se embrutezca, como habría de condenarlo después si se convierte realmente en un beodo?



Éste es el competidor contra el cual debe luchar el obrero inglés: un competidor situado en el peldaño más bajo posible en un país civilizado y que, también, por eso mismo, necesita un salario menor que cualquier otro. Por eso no hay absolutamente otra posibilidad que, como dice Carlyle, la de que el salario del obrero inglés se hunda cada vez más en todos los ramos en los cuales el irlandés pueda competir con él. Y estos ramos del trabajo son muchos. Todos aquellos que requieran poca o ninguna destreza están al alcance del irlandés. Por cierto que los desordenados, veleidosos y bebedores irlandeses están situados en un nivel demasiado bajo para aquellos trabajos que requieren un aprendizaje prolongado o una actividad de duración regular. Para llegar a ser mecánico ( en inglés se denomina mechanica cualquier obrero empleado para confeccionar maquinarias) u obrero fabril, debería adoptar primeramente la civilización y las costumbres inglesas, en suma, tendría ante todo que volverse inglés en su índole. Pero cuando se trata de un trabajo sencillo y de menor exactitud, cuando importa más la fuerza que la habilidad, el irlandés sirve tanto como el inglés. Por eso, estos ramos del trabajo rebosan, sobre todo, de irlandeses: los tejedores manuales, oficiales albañiles, peones de carga y jobbers,[3]y otros por el estilo, cuentan con multitudes de irlandeses y la penetración de esta nación ha contribuido aquí en mucho a la disminución del salario y a la degradación de la propia clase obrera. Y aunque los irlandeses que han irrumpido en otros ramos del trabajo han debido volverse más civilizados, aún les quedó el remanente de bastantes rasgos de su anterior modo de vida, para también contribuir en este terreno - además de la influencia que debía suscitar un entorno de irlandeses en general- a una degradación de sus compañeros de trabajo ingleses. Pero si en casi todas las grandes ciudades, una quinta o cuarta parte de los obreros son irlandeses, o hijos de irlandeses criados en medio de la suciedad irlandesa, no cabe sorprenderse de que la vida de toda la clase obrera, sus costumbres, su posición intelectual y moral, su carácter todo, hayan asumido una parte considerable de esta índole irlandesa, y se podrá comprender como la indignante situación de los obreros ingleses, suscitada ya por la industria moderna y por sus consecuencias inmediatas, haya podido exacerbarse hasta un elevado grado de envilecimiento.



Extractos copiados de La situación de la clase obrera en Inglaterra, traducción al castellano a cargo de León Mames para Obras de Marx y Engels (OME) tomo 6, Barcelona-Buenos Aires-México D.F. , Crítica / Grupo editorial, 1978, pp. 330-349. El intento de publicación de las OME fue debido al impulso de Manuel Sacristán.






[1]Pronunciación fuertemente dialectal de un idioma y, en particular, del ingléshablado por los irlandeses.
[2]Miles are el nombre de los antiguos reyes de Irlanda.
[3]Buscadores callejeros de trabajos ocasionales.