A Tafalla le gusta imaginar este momento en que estamos como una travesía en el desierto, una larga travesía que dura ya más de treinta años, le he oído pronunciarla en diferentes ocasiones por lo que la imagen parece estar consolidada. Me pregunto cómo y por qué echamos mano de este tipo de imágenes para concretar, compactar o simplificar el campo, amplio, de nuestra vida social o personal. ¿Se trata de una ventaja o de un inconveniente? ¿Qué perdemos y que ganamos? ¿De dónde surge esa necesidad humana de blindar nuestro turbio acontecer con la luz de una imagen más o menos poética?
Si damos la (tafalliana) imagen por buena, podremos afirmar que en la Jornada sobre Democracia y Socialismo hicieron parada en el mismo oasis distintas caravanas cuyos viajeros intercambiaron experiencias y conocimientos, hablaron del desierto a la luz de la lumbre; si algún viajero hubiera preferido quedar acurrucado en su saco de dormir habría observado momentos de risas contagiosas, de asentimiento, de seriedad o de recogimiento ante lo que aparece como discutible, como cuando Fernández Liria planteó que el sueño de un hombre nuevo, de una nueva forma de hacer estado y razón se convierte rápidamente en pesadilla si atravesamos determinadas fronteras; cuando trazó un límite infranqueable en los derechos del hombre, en las formas parlamentarias, en los imperativos morales, un non plus ultra para evitar el misticismo, la locura, la masacre…
Hace ya tiempo que las caravanas caminan y el lugar de origen aparece cada vez más desdibujado, se habla cada vez menos del pasado remoto y más del cercano ayer o del próximo mañana, quizás por ello alguien se ha empeñado en plantar árboles en la medida que las condiciones climatológicas lo permiten, árboles que a vista de pájaro aparecen como una línea de puntos verdes, como un bosque puesto en fila, puntos de apoyo y guía para gigantes futuros.
No hay duda que “el volver a empezar” ya está aquí, ya estamos en marcha, ya se habla, se piensa y se hace sobre el ahora, esto se mueve. Y en ese movimiento aparecen rastros que amenazan de desaparición y alguien se deja la vista colocando pinzas en los tendederos de la historia; hay otra gente que habita el cotidiano luchar, pensar, resistir humanamente, sin preocuparse de la Historia y también nacen flores resistentes como la del anticapitalismo que asombra por su potencial belleza.
[Hace más de treinta años, casi cuarenta, en tiempos de clandestinidad, me invitaron a una secreta reunión de obreros y obreras jóvenes en un pueblecito de los alrededores de Barcelona; cada sábado se reunían para leer y discutir en grupo; en aquella ocasión leían el libro de Maurice Dobb, Estudios sobre el desarrollo del capitalismo, se llamaban a si mismos, anticapitalistas]
Fin de la historia. Quería agradeceros la cordialidad y camaradería con que me acogisteis, hasta la próxima. Josep Traverso.
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