Las cuestiones que planteas me parecen convincentes. Efectivamente podemos comunicar con el pensamiento antiguo y éste nos habla y a veces, nos interpela directamente: nos puede emocionar, angustiar o nos hace reír. De acuerdo. Podemos conocer y comprender el pensamiento de gente que vivió hace dos mil quinientos años.
Pero mi experiencia matiza esta realidad. Cuando vuelvo a leer un autor que leí por primera vez hace 30 años. Se ha producido en mí tal cambio que me parece leer a otro autor. Hace treinta años ese autor era incomprensible o intrascendente para mí. En cambio, ahora, con otra edad, con otras experiencias y heridas a las espaldas, tras sufrir diversas derrotas y reveses, la misma obra del mismo autor, que antes permanecía silenciosa me habla hasta por los codos, se da a entender, se vuelve transparente.
Este mismo ejemplo me sirve para tratar de comprender, como historiador, de que modo cada época o cada clase se apropia de una determinada obra o de una tradición. Por que me parece indiscutible que ese fenómeno es real: cada época ha leído o usado la traditio republicana ( por poner un ejemplo) de acuerdo con sus necesidades, con su experiencia o con sus expectativas.
Del mismo modo que cada época ha interpretado o se ha apropiado de la religión en forma diferente. Por ejemplo: dentro de la misma tradición religiosa se puede dar el relajo y la sensualidad que podemos leer en el Arcipreste de Hita, o el rigorismo nacional-católico que hemos padecido cuando éramos jóvenes y que ahora pretenden refundar Rouco y sus muchachos. O por decirlo de otro modo: Lutero y Thomas Munzer pueden leer el mismo texto y sacar consecuencias diametralmente opuestas. Tan opuestas que pueden llevarlos a una cruenta guerra civil.
¿No abonarían de alguna manera esos hechos algunas de las posturas del llamado relativismo epistemológico? Me refiero al hecho de que cada cual, y sobre todo, después del establecimiento del libre examen recibe una misma tradición de forma diferente, de manera que ésta acaba cambiando, desde el sentido de las palabras hasta la intención con que se usan, cambia.
Otra experiencia de carácter personal. Cuando leo un texto determinado, obtengo un determinado nivel de comprensión o de apropiación del mismo. Cuando leo este texto en un colectivo y escucho la interpretación o las preguntas que hacen los otros, mi propia comprensión del texto se hace más completa, mejora, o por lo menos, cambia. Luego las condiciones de recepción del texto condicionan la forma en que el texto o su tradición son comprendidos en un momento histórico determinado.
Por tu parte, en cambio, niegas la mayor. Parece que digas que si aceptamos que las condiciones ( sociales, históricas, culturales, económicas, etc.) en que recibimos una determinada tradición, autor o texto, determinan nuestro conocimiento de las intenciones expresivas del autor, ello lleva a aceptar que no es posible conocer el verdadero pensamiento de un autor. Si aceptamos hacer una lectura contextual parece que neguemos la posibilidad de comunicación.
A mi, en cambio me parece que no podemos negar la acción de estas determinaciones o condicionamientos, aunque sostengamos que el conocimiento de lo real es posible. Progresivamente posible, para ser precisos.
En cuanto a la sustantividad del saber clásico, a mí me parece que es una cuestión sin mayor interés. Sabemos que algunas de las ideas de los antiguos son saber sustantivo en la medida que el desarrollo posterior del conocimiento nos permite validarlas. Si el desarrollo del conocimiento o del saber las refuta, también podemos llegar a la conclusión de que estos planteamientos no son otra cosa que un paso más en la construcción del saber. Así, el teorema de Pitágoras, o la ley de la palanca. Así también la construcción de la cosmología de Copérnico que, aún teniendo puntos falsos ( como se pudo comprobar posteriormente) contenía muchos elementos de verdad y constituyó en sí misma un avance muy importante en el conocimiento del cosmos. En lo ambos estamos de acuerdo es en tu afirmación: “ El pensamiento clásico es un esfuerzo científico y filosófico y un intento de substitución de la religión como instrumento para reflexionar sobre cómo vivir y ser feliz”.
En cambio podemos saber en que condiciones, después del largo paréntesis en el que este pensamiento estuvo eclipsado durante seis o siete cientos años. Este esfuerzo de la antigüedad sobre todo el del gran Aristóteles fue recuperado a partir de los siglos XII y XIII. Contemplemos las dificultades con las que se enfrentó la humanidad en este esfuerzo recuperador: las numerosas manipulaciones, las ocultaciones, el sempiterno debate entre realismo y el oscurantismo torturado del agustinismo. Veamos un poco más de cerca lo que quiero decir. Si observamos el fenómeno curioso y desorientador de cómo la tradición aristotélica pudo ser recuperado por el esfuerzo tenaz y continuado a lo largo de siglos de una órdenes religiosas tan “reaccionarias” como los dominicos ( que eran la espina dorsal de la Inquisición) y de los jesuitas ( que fueron creados tras el concilio de Trento para defender al papado). Este fenómeno nos desorienta y seguramente no tiene una explicación fácil y clara. Seguramente tiene una constelación de explicaciones y no una sola. Pero hay que reconocer que un fenómeno así complica hasta la saciedad el problema de la transmisión de las tradiciones.
Soy consciente de que quizás he abierto demasiadas cuestiones al mismo tiempo. Pero qué quieres: la ignorancia es muy atrevida.
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