Intervención en Las Palmas de Gran Canaria, 2 de febrero de 2024
"Aquellos que hacen revoluciones se parecen al primer
navegante, que fue instruido tan solo por su audacia"
Saint-Just, 3 de marzo de 1794
Las conmemoraciones rituales, fetichistas o embalsamadoras, suelen homenajear al fallecido para negar su obra en la práctica.
Pongamos un ejemplo: la figura de Jesús torturado y asesinado por los ocupantes imperialistas romanos y por los fariseos está presente en todas las iglesias. En cambio, las jerarquías de las diversas iglesias cristianas han negado durante dos milenios el mensaje liberador del sermón de la Montaña.
El propio Lenin denunciaba este fenómeno tan habitual cuando en su obra el Estado y la Revolución, escribía hablando de cómo los inventores del marxismo trataban a Marx decía:
"Con la doctrina de Marx acaece hoy lo que ha ocurrido repetidas veces en la historia con las doctrinas de los pensadores revolucionarios y de los lideres de las clases oprimidas en su lucha por la emancipación. En vida de los grandes revolucionarios, las clases opresoras les sometían a constantes persecuciones, acogían sus doctrinas con la rabia más salvaje, con el odio más furioso y. las campañas más desenfrenadas de mentiras y calumnias. Después de su muerte se intenta convertirlos en iconos inofensivos, canonizarlos, por decirlo así́, rodear sus nombres de cierta aureola de gloria para "consolar" y engañar a las clases oprimidas, castrando el contenido de la doctrina revolucionaria, mellando el filo revolucionario de ésta y envileciéndola. En semejante "corrección" del marxismo se dan hoy. la mano la burguesía y los oportunistas dentro del movimiento obrero." (Lenin, 1986, OC, 33, 6).
Hoy y aquí no haremos una conmemoración ritual, ni fetichista ni embalsamadora de Lenin. Aún menos pretendemos castrar el contenido de su doctrina revolucionaria, ni mellar su filo revolucionario, ni envilecerla. Todo lo contrario. Lo que queremos hacer es averiguar aquello que sigue siendo actual y vigente en la vida y en la obra de aquel revolucionario y, siguiendo su ejemplo, qué aspectos debemos actualizar. Este será el leit motiv de nuestro acto.
En mi modesta contribución trataré de hacer una breve valoración de la obra de Lenin en su contexto, intentando examinarla con una mirada histórica de la larga duración. Un siglo después de su muerte y, sobre todo, después de sus últimos textos del invierno de 1922-23, es hora de trazar un balance y de fijar perspectivas.
Advierto en este texto utilizo fragmentos y resúmenes del libro sobre Lenin que estoy cerrando estos días y que, espero que verá la luz en breves semanas.
El árbol eternamente verde de la vida
El día 22 de agosto de 1918 el diario Pravda publicaba "Una carta abierta de Lenin a los obreros norteamericanos". En esta carta, les explicaba los virajes, las marradas, los avances y retrocesos que el desarrollo históricamente concreto de la revolución rusa les estaban obligando a hacer a los bolcheviques. Recordemos la fecha: agosto de 1918. La guerra civil contra la revolución y la intervención de las 14 potencias extranjeras habían comenzado. La guerra civil duraría tres años y tendría consecuencias desastrosas. Centenares de miles de muertos y heridos, el hambre, la desorganización del aparato productivo. Nada bastó al imperialismo y a la reacción zarista para tratar de ahogar en sangre al recién nacido dentro de la cuna. La revolución alemana no había empezado todavía. Tardaría tres meses en sacar la cabeza y cinco en ser ahogada en sangre. Desde la cárcel, Rosa Luxemburgo escribía unas notas injustas sobre la revolución rusa que, cuando fue liberada no quiso publicar. De todas formas, en aquel texto Rosa calificaba a Lenin y sus compañeros justamente así:
"Los bolcheviques son los herederos históricos de los niveladores ingleses y de los jacobinos franceses". (Luxemburgo, 1918: 42).
La complejidad de la revolución aparecía con toda su crudeza. Lenin explicaba todo esto a los obreros americanos con ejemplos concretos de la realidad concreta: la revolución no es un acto puntual, la revolución es un proceso. Más allá de los elementos coyunturales, Lenin les hablaba de la importancia de la política en el desarrollo histórico. Frente al determinismo, el evolucionismo y el fatalismo de la segunda internacional oponía la política, es decir, la construcción de la voluntad colectiva. Frente al moralismo incapacitante que tanto gusta a los teóricos "a la violeta", la política, con todos sus giros, marradas y con todos los sapos que haya que tragar.
Para explicar todo esto, Lenin recurría a un revolucionario ruso de la generación anterior, su admirado Nicolai Chernyshevski. En su carta a los obreros americanos afirmaba:
" La obra de la historia no es una acera de la Avenida Nevski, decía el gran revolucionario ruso Chernyshevski. Quien "admite" la revolución proletaria sólo "a condición" de que transcurra lisa y llanamente, de que actúen de consuno los proletarios de distintos países, de que exista una garantía contra las derrotas, de que el camino de la revolución sea ancho, recto y despejado, de que para vencer no haya necesidad de pasar a veces por los más penosos sacrificios, de "permanecer en una fortaleza sitiada" o abrirse camino por las más tortuosas, angostas, impracticables y peligrosas veredas montañosas, ése ni es revolucionario ni se ha despojado de la pedantería de la intelectualidad burguesa y, de hecho, se deslizará siempre al campo de la burguesía contrarrevolucionaria, como les ocurre a nuestros eseristas de derecha, a nuestros mencheviques e incluso (aunque con menos frecuencia) a nuestros eseristas de izquierda. (Lenin, 1918, OC 37:58).
Este es el leit-motiv que presidió la vida y la obra de Lenin: considerar lo abstracto como algo pobre, estéril. La certeza de la complejidad real y la riqueza de determinaciones radica en lo concreto. El intento permanente de captar los nudos de contradicciones que condensa una determinada coyuntura. Todo ello al servicio de la práctica revolucionaria.
Un año y medio antes, en las tesis de abril de 1917 había escrito:
"La teoría, amigo mío, es gris, pero el árbol de la vida es eternamente verde". (Lenin, abril de 1917, OC 31:142).
La revolución rusa, un acontecimiento que rompió todos los esquemas
Para hablar de Lenin, primero debemos hablar de la revolución rusa. Empecemos por el principio, pues.
La revolución rusa de 1917 fue la madre de todas las revoluciones del siglo XX. Fue un acontecimiento insólito y complejísimo que no respetó ningún esquema ni pronóstico. En eso se pareció a todas las revoluciones que en el mundo han sido. Me refiero a la inglesa (s. XVII), a la francesa y la norteamericana (s. XVIII). También me refiero al conjunto de las revoluciones socialistas o de liberación nacional del siglo pasado. Ninguna de ellas respetó ningún esquema ni pronóstico derivados del marxismo de la segunda internacional.
Así pues, la revolución rusa de 1917 sigue presentándose ante nosotros como un misterio: ¿cómo y por qué se produjo precisamente en Rusia una revolución de tan inmensas consecuencias no sólo para el conglomerado de pueblos y naciones oprimidos por el imperio zarista, sino también para el conjunto de la humanidad?
La derecha suele etiquetar la gran revolución francesa como "revolución jacobina". También suele etiquetar la gran revolución rusa como "revolución bolchevique". Mucha gente de izquierdas, incluso muchos comunistas caen en la trampa de la derecha cuando adoptan esta etiqueta. ¿En qué consiste la trampa? Consiste en reducir la revolución a un golpe de estado realizado por una minoría. Se suele llamar a esto blanquismo.
Esta reducción es el primer paso para equipararla el bolchevismo al fascismo y al nazismo y, por tanto, para reducir los dos fenómenos a uno solo que llaman "totalitarismo". Es algo más que un simple error de etiquetado. Es una manipulación grosera que por desgracia suele ser comprada por sectores de la izquierda. Además, se no corresponde con la realidad.
En Francia la revolución no la "hicieron" los jacobinos. En Rusia la revolución no la "hicieron" los bolcheviques. Ambas revoluciones fueron la obra de millones y millones de seres anónimos, de las grandes masas, del pueblo.
¿Qué pensaba Lenin sobre la toma del poder por parte de una minoría? argumentando su propuesta de reivindicar todo el poder para los soviets, decía:
" Quien quiera meditar y estudiar deberá́ comprender que el blanquismo significa la conquista del poder por una minoría, mientras que los Soviets de diputados obre ros, etc., constituyen evidentemente una organización directa e inmediata de la mayoría del pueblo. El trabajo consistente en la lucha por la influencia dentro de tales Soviets no pue de, sencillamente no puede, desviarse a la charca del blanquismo". (Lenin, abril de 1917, OC 31:148).
Por el contrario, para Lenin, las revoluciones las hacen los millones y millones de personas:
" Toda revolución significa un brusco viraje en la vida de las grandes masas populares. Si este viraje no ha madurado, es imposible una verdadera revolución. Y de la misma manera que todo viraje en la vida de un individuo le enseña y le hace conocer y sentir muchas cosas, la revolución brinda al pueblo entero, en poco tiempo, las más profundas y preciosas enseñanzas. Durante la revolución, millones y millones de hombres aprenden en una semana más que en un año de vida rutinaria y monótona. Pues en un brusco viraje de la vida de todo un pueblo se ve con especial claridad qué fines persiguen las diferentes clases sociales, de qué fuerzas disponen y con qué medios actúan". (Lenin, 6 de septiembre de 1917, OC 34: 58)
Las citas de este estilo se pueden encontrar a todo a lo largo de la obra de Lenin. Por esta intervención he escogido tan solo dos. Leamos ahora la segunda:
" Sabemos que a una gran revolución la levanta la muchedumbre desde lo más hondo de su seno, que para eso se necesitan meses y años … Sabemos que la revolución es algo que se aprende con la experiencia y la práctica, y que una revolución llega a ser verdadera sólo cuando decenas de millones de personas se alzan unánimes como un solo hombre. Esta gran lucha, que nos eleva a una nueva vida, la han comenzado ciento quince millones de personas, por tanto, hay que fijarse en ella con la mayor seriedad". (Lenin, 5 de julio de 1918, OC 36: 512-513).
No, para Lenin, la revolución no es obra de minorías; la revolución no es un golpe de estado ni un acto puntual. Las revoluciones las hacen las decenas de millones de personas cuya aspiración no es hacer la revolución, si no, simplemente, sobrevivir.
Aquí emerge el viejo dilema entre reforma y revolución. Usemos conceptos caros a Lenin y a Gramsci: Mientras la dinámica del desarrollo capitalista permita satisfacer de alguna manera las necesidades radicales de las clases subalternas, el pueblo trabajador permanecerá en el marco de la fase económico-corporativa, y su movimiento será cooptable, resubalternizado, subsumido por el bloque en el poder. En este caso, la emergencia de demandas y la exigencia de cambios, deja de ser un problema para el sistema: incluso puede transformarse en el motor de una nueva etapa de la acumulación de capital. En la inmensa mayoría de los casos, el motín, la rebelión, el movimiento social no llega a producir una revolución. Son condición necesaria, pero absolutamente insuficiente de la revolución.
Sólo cuando las clases dominantes de una determinada formación social no pueden satisfacer las necesidades radicales del pueblo trabajador; cuando estas demandas van a contrapelo de la dinámica y de las necesidades de la acumulación capitalista; sólo cuando la voluntad colectiva construida y elaborada largamente en base a la experiencia deliberada en órganos democráticos de contrapoder, alcanza un nivel de radicalidad suficiente, entonces y sólo entonces, el movimiento de las clases subalternas puede superar, en palabras de Gramsci la fase económico-corporativa y alcanzar la fase ético-política.
En el caso de la revolución rusa de 1917, los millones y millones que hicieron la revolución tenían necesidades simples, reformistas: paz, pan y libertad. Pero las circunstancias transformaron aquellas necesidades en revolucionarias.
Por otra parte, para que se produzca una revolución se debe haber creado previamente un nuevo orden moral e intelectual que, ocupe de manera molecular los intersticios capilares del viejo orden. Como dijo Antonio Gramsci, antes se debe haber creado una hegemonía:
"Un grupo social es dominante de los grupos adversarios que tiende a 'liquidar' o a someter, incluso por la fuerza armada; y es dirigente de los grupos afines y aliados. Un grupo social puede y de hecho debe ser dirigente aún antes de conquistar el poder gubernamental (esta es una de las condiciones principales para la conquista del poder); después, cuando ejerce el poder, y aunque lo aferre con fuerza, es dominante, pero también debe seguir siendo 'dirigente'". (Gramsci, 1934, QP 19 § 44: 106-120).
Lo que Gramsci llamará la fase ético-política solo puede ser alcanzada por las clases subalternas tras una larga guerra de posiciones desarrollada durante un período históricamente largo por millones de personas y no por una minoría ni por ninguna vanguardia autoproclamada. Esta fase ético-política es siempre provisional y está sometida al asedio permanente de las clases dominantes. Gramsci, aplicando una visión claramente leninista, considera que tan solo conquistando el poder del estado pueden las clases subalternas tratar de abandonar su carácter provisional y conseguir una cierta continuidad histórica. Pero Antonio Gramsci nos advirtió que:
"Los grupos subalternos siempre están sujetos a la iniciativa de los grupos dominantes, incluso cuando se rebelan y organizan una insurgencia; solamente la victoria 'permanente' rompe la subordinación, pero no lo hace inmediatamente. De hecho, incluso cuando parecen haber triunfado, los grupos subalternos solo están en estado de alarma defensiva". (Gramsci, 1934, QP 25 § 5: 726).
Gramsci, de nuevo, profético. Hoy, un siglo después de la muerte de Lenin, 33 años después de la implosión del "socialismo real", hemos aprendido duramente que esta continuidad no está nunca asegurada.
Bolcheviques y jacobinos
Todo lo dicho hasta ahora no pretende quitar ninguna importancia al papel de los jacobinos en la gran revolución francesa ni al rol de los bolcheviques en la revolución rusa de 1917. Acerquémonos con brevedad lo realmente sucedido en ambas revoluciones.
Vamos por partes:
La revolución francesa la hicieron las siete grandes insurrecciones campesinas que se sucedieron entre 1789 y 1794 (Ado,1996; Castells & Tafalla, 2013: 44-50). Fue el elemento principal. La hicieron las grandes luchas de las masas populares urbanas, de los sans culottes (Soboul, 1958; Castells & Tafalla, 2013: 75-84) que hicieron avanzar a la burguesía a base patadas en el culo (Gramsci, CC, 19, <24>). El club de los jacobinos, las sociedades de correspondencia y la red de clubes que se extendía a todo a lo largo y ancho de Francia, jugaron un papel muy importante en la elaboración de la experiencia colectiva de las amplias masas campesinas y urbanas. Los jacobinos ayudaron a las grandes masas a pasar del sentido común de las clases subalternas al buen sentido revolucionario (Tafalla, 2014: 187-194). Esta red de sociedades permitió fundir la economía moral de la multitud con la filosofía del derecho natural, oponiendo a la economía política tiránica de la fisiocracia una economía política popular (Gauthier, 1988:111-144). En este sentido, las siete insurrecciones campesinas, las grandes jornadas protagonizadas por las masas populares urbanas, el trabajo de los intelectuales revolucionarios trató de frenar la implantación del capitalismo, oponiendo la libertad de los antiguos a la libertad de los modernos.
La revolución se produjo en Oriente y no en Occidente, como estaba previsto en los esquemas "marxistas" vigentes. Además, y contra el mito construido a posteriori, fue mucho más que una revolución proletaria. Además de una revolución obrera, fue una revolución campesina (Tafalla, 2017: 39-79), también una revolución de las mujeres (Benítez, 2018: 239-298), y una revolución de las naciones y pueblos oprimidos por el imperio zarista(Lewin, 2017; Tafalla, 2017: 87-132).. Estas cuatro revoluciones coincidieron en el momento crítico de la crisis de la autocracia, pero sus objetivos y sus ritmos no siempre eran coincidentes y, en ocasiones eran francamente contradictorios. Los cuatro sujetos revolucionarios, además eran sujetos francamente complejos y a menudo con contradicciones en su interior. El anudamiento de contradicciones era formidablemente complejo.
En resumen, las dos grandes revoluciones de la contemporaneidad fueron revoluciones compuestas, obra de las grandes masas que ya no podían ni querían seguir viviendo en el régimen social anterior. Fueron obra de los millones de personas que se pusieron en movimiento buscando soluciones a sus necesidades básicas que se habían convertido en radicales por mor de las circunstancias. Como señaló Albert Mathiez:
"Jacobinos y bolcheviques fueron arrastrados por una corriente más fuerte que ellos mismos. Estos dictadores obedecían a sus tropas para poder comandarlas" (Mathiez, 1920:18-19).
Resumo este apartado: A menudo decimos irreflexivamente: "la revolución rusa la hicieron los bolcheviques". Incluso decimos: "la revolución rusa la hizo Lenin". La consecuencia de esta visión de las cosas podría ser: esperemos que aparezca un nuevo Lenin que venga a quitarnos las castañas del fuego. Si entre nosotros prevaleciera esta concepción, estaríamos ante un mito mesiánico, nostálgico, y atentista. Es decir, estaríamos instalados en la espera pasiva del "gran acontecimiento", o en la espera de la llegada de un mesías. Todo lo contrario del talante de Lenin y del comportamiento de los bolcheviques.
Cuál fue el rol de Lenin en la revolución rusa
Una vez llegados aquí, ya podemos acercarnos brevemente al rol de Lenin en la revolución rusa.
La enorme virtud de Lenin fue:
· tratar de analizar y comprender la complejidad de lo concreto en cada fase de la revolución,
· estar permanentemente atento a las novedades que surgían como producto de una complejísima lucha,
· tratar de captar las diversas dinámicas en presencia y sus desencajes,
· ser capaz de descifrar los anudamientos de contradicciones en presencia,
· tratar de determinar el eslabón más débil de la cadena con el fin de localizar el punto que permitiría romperla centrando el ataque en ese punto,
· proyectar las políticas adecuadas para cada uno de estos fenómenos y para cada una de las fases de la revolución,
Además de esto, Lenin demostró ser un maestro de la concisión y de la claridad, capaz de traducir la política de cada fase a consignas extremadamente claras y breves que condensaban la tarea principal de cada fase.
En realidad, fue ser el único o uno de los pocos bolcheviques que tenía una concepción clara de la hegemonía. Ya en 1911 había escrito:
"Desde el punto de vista del marxismo, la clase que niega o no comprende la idea de la hegemonía no es una clase - o no es todavía una clase-, sino un gremio o una suma de varios gremios" (Lenin, 1911, OC 20:117).
No en vano, Lenin, fue definido por Gramsci como el estratega de la hegemonía del proletariado. Sin esta concepción de la hegemonía, la revolución rusa no habría ido más allá de ser un inmenso solevamiento producto de la crisis del régimen zarista producida por la guerra. Un solevamiento que finalmente habría sido derrotado o absorbido por la burguesía rusa y, por tanto, por el imperialismo británico y/o francés. Tras esa derrotada, Rusia habría sido reintegrada a la cadena de poder mundial del imperialismo.
Así pues, Lenin comprendió el carácter insólito y único de la revolución rusa. Lo empezó a intuir cuando analizando la revolución de 1905, escribía en 1907 su obra Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática (Lenin 1905, OC 11:1-138), donde ya tomó nota de que la revolución de 1905 era algo más que un levantamiento obrero y una revolución liberal. La revolución también había sido una inmensa insurrección campesina. Y tuvo que revisar el programa agrario del partido (Tafalla, 2017: 39-89).
Diez años más tarde y profundizando en el camino emprendido comprendió el carácter compuesto de la revolución de iniciada en Rusia en febrero de 1917 cuando, en las llamadas Tesis de Abril, propone un viraje radical de la política del partido. Las Tesis de Abril son el momento decisivo de la ruptura práctica de Lenin con el marxismo ortodoxo de la Segunda Internacional. El trabajo desarrollado en Suiza entre septiembre de 1914 y finales de 1916 le permitió sentar las bases teóricas y estratégicas de esta ruptura.
En Suiza (septiembre 1914-marzo 1917) Lenin realizó una revolución teórica de inmensas consecuencias históricas en cinco campos:
· la cuestión de la guerra imperialista y la posición del movimiento obrero ante ésta,
· la cuestión nacional,
· la cuestión del imperialismo,
· la cuestión del estado
· la cuestión de la dialéctica,
Esta ruptura radical con Kautsky y, en general, con el marxismo de la segunda internacional tuvo un carácter orgánico fundacional. Digamos que fue la forma como Lenin se reencontró con Marx, revolucionando el marxismo imperante hasta la primera guerra mundial. Fue una crítica viva y operante del fatalismo, del determinismo y del positivismo imperantes en el marxismo de la segunda internacional. Conmemorar Lenin hoy no se puede hacer sin considerar esta quíntuple ruptura, a la que hay que añadir la reconsideración del rol de los campesinos que Lenin había iniciado, aunque no culminado en 1905.
Así pues, Lenin llegó a la estación Finlandia con los deberes hechos.
Pero había un inconveniente: a principios de abril de 1917 Lenin era en su partido, una minoría casi de uno. He escrito sobre este tema en el monográfico de la revista comunista catalana Realitat dedicado a Lenin (Tafalla, 2024). Con las llamadas Tesis de abril logró convencer a su partido sobre el nuevo rumbo a seguir.
En la lectura de las se puede encontrar el método y el estilo de trabajo de Lenin a la hora de analizar la nueva coyuntura. La exposición parte del reconocimiento de que su posición es minoritaria entre sus camaradas para pasar después a exponer de manera concisa y pedagógica su análisis de la fase de la revolución y la exigencia de rechazar algunos de los esquemas usados de lo que él llamaba el "viejo bolchevismo". Se trataba, en primer lugar, de huir del dogmatismo:
" El marxismo exige de nosotros el análisis más exacto, objetivamente comprobable, de la correlación de clases y peculiaridades concretas de cada momento histórico. Nosotros, los bolcheviques, hemos procurado siempre ser fieles a esta exigencia, indiscutiblemente obligatoria desde el punto de vista de toda fundamentación científica, de la política.
"Nuestra doctrina no es un dogma, sino una guía para la acción; así decían siempre Marx y Engels, quienes se burlaban, con razón, del aprendizaje mecánico y de la simple repetición de "fórmulas" que, en el mejor de los casos, sólo sirven para trazar las tareas generales, que cambian necesariamente de acuerdo con las condiciones económicas y políticas concretas de cada ase del proceso histórico". (Lenin, abril de 1917, OC 31: 139)
La táctica surgida de las tesis de Abril llevó a los bolcheviques a conseguir la mayoría, primero en los soviets de Petrogrado y de Moscú (septiembre) y después en el Segundo Congreso de los Soviets (octubre), aunque fuera a costa de adoptar el programa agrario de las masas campesinas y del partido socialista revolucionario. He hablado ampliamente de esto en otra publicación (Tafalla, 2017: 39-89).
"El genio creador de las masas"
El 25 de octubre (7 de noviembre) el segundo congreso de los soviets disolvió el gobierno provisional y eligió un Consejo de Comisarios del Pueblo compuesto por bolcheviques y por social-revolucionarios de izquierdas. Al día siguiente Lenin presentó a la aprobación del congreso un decreto sobre la tierra que incluía la abolición sin indemnización de la gran propiedad agraria, poniendo la tierra bajo el control de los comités agrarios de distrito y que trataba de ordenar la toma de la tierra y de proteger los instrumentos de trabajo y las instalaciones. En el decreto se aplazaba hasta la Asamblea Constituyente la elaboración de la nueva legislación agraria, a la vez que se adoptaba provisionalmente el mandato campesino elaborado por los redactores eseristas de derecha del diario Noticias del Soviet de Diputados Campesinos de toda Rusia. Este mandato campesino recogía las propuestas de 242 mandatos de órganos campesinos locales y había sido publicado en el número 88 de este diario el día 19 de agosto. De hecho, el decreto sobre la tierra asumía el mandato campesino y dejaba de lado el programa bolchevique. Esto causó sorpresa en propios y extraños por lo que, en el debate Lenin afirmó:
" Se dice aquí́ que el decreto y el mandato han sido redactados por los socialistas revolucionarios. Sea así́. No importa quien los haya redactado; mas como gobierno democrático no podemos dar de lado la decisión de las masas populares, aun en el caso de que no estemos de acuerdo con ella. En el crisol de la vida, en su aplicación práctica, al hacerla realidad en cada lugar, los propios campesinos verán dónde está la verdad. E incluso si los campesinos siguen marchando tras los socialistas revolucionarios, incluso si dan a este partido la mayoría en la: Asamblea Constituyente, volveremos a decir: Sea así́. La vida es el mejor maestro y mostrará quien tiene razón. Que los campesinos resuelvan este problema por un extremo y nosotros por el otro. La vida nos obligará a acercarnos en el torrente común de la iniciativa revolucionaria, en la concepción de nuevas formas del Estado. Debemos marchar al paso con la vida; debemos conceder plena libertad al genio creador de las masas populares. El antiguo gobierno, derribado por la insurrección armada, pretendía resolver el problema agrario con el concurso de la vieja burocracia zarista mantenida
en sus puestos. Pero, en lugar de resolver el problema, la burocracia no hizo más que luchar contra los campesinos. Los campesinos han aprendido algo en estos ocho meses de nuestra revolución y quieren resolver por sí mismos todos los problemas relativos a la tierra. Por eso nos pronunciamos contra toda enmienda a este proyecto de ley. No queremos entrar en detalles, porque redactamos un decreto, y no un programa de acción. Rusia es grande, y las condiciones locales en ella son diversas. Confiamos en que los propios campesinos sabrán mejor resolver el problema con acierto, como es debido. Lo esencial no es que lo hagan de acuerdo con nuestro programa o con el de los eseristas. Lo esencial es que el campesinado tenga la firme seguridad de que han dejado de existir los terratenientes, que los campesinos resuelvan ellos mismos todos los problemas y organicen su propia vida". (Lenin, 25 de octubre- 7 de noviembre de 1917, OC 35:27-28).
Remarquemos de nuevo que Lenin había entendido el verdadero carácter de la revolución cuando, ante los partidarios de la frase revolucionaria, defendió la firma del tratado de Brest-Litovsk. Dio otra muestra genial de su comprensión de la verdadera naturaleza de la revolución en curso cuando, una vez acabada la guerra civil y agotado el comunismo de guerra, impulsó la implantación de la NEP.
No tengo tiempo para tratar todas estas cuestiones en detalle, aunque fuera a base de citas. Dejémoslos para otra ocasión.
Los últimos combates de Lenin
Gramsci llamó a la revolución rusa como "La revolución contra el capital" (Gramsci, 2019: 77-81). Era un juego de palabras que servía para resumir el carácter insólito e imprevisto de aquella revolución. Lenin había decidido que, a pesar de todos los inconvenientes, había que dar la razón a las masas y hacer la revolución.
Pero la revolución chocó con lo que, para resumir, llamaremos las circunstancias. Estas plantearon enormes dificultades para el proyecto de construir el socialismo en Rusia. La toma de conciencia de este desafío por parte de Lenin adquiere un tono especialmente dramático en sus últimos escritos e intervenciones. Los podemos encontrar en el tomo 45 de las Obras Completas: los Siete discursos en el XI congreso del partido; Hemos pagado demasiado caro; Sobre la formación de la URSS; Sobre la Lucha contra el chovinismo de gran potencia; sus dos Discursos en el IV Congreso de la IC; su Carta al congreso; Su contribución al problema de las naciones o sobre la "autonomización"; sus notas sobre la obra de Sujanov tituladas Nuestra revolución; Sobre las cooperativas; Más vale poco pero bueno; Cómo debemos reorganizar la Inspección Obrera y campesina, o las Páginas del diario. El conjunto de todos estos textos incluidos en el tomo 45 de las OC constituyen una especie de testamento político trágico y al mismo tiempo expresan el enorme nivel de conciencia histórica.
Estoy convencido de que no se puede pensar sobre qué es una revolución sin haber leído y reflexionado sobre estos textos y de su contexto. Una parte de estos escritos fue ocultada al partido y a los ciudadanos soviéticos hasta 1956. No aparecieron en las Obras Completas hasta su quinta edición.
Lenin y Stalin
Durante décadas predominó en el conjunto del movimiento comunista una visión del proceso que trajo de Lenin a Stalin como si fuera el fruto ineludible de las circunstancias. Se trata de un determinismo que no supera el examen y análisis de lo que realmente sucedió. La historiografía disponible nos muestra que esta no era la única opción ni el único camino posible. Otra vía hacía el socialismo era posible (Lewin, 2017: 35-63).
En realidad, este desarrollo fue un conjunto de decisiones políticas que llevaron a la URSS del régimen de la NEP a la industrialización rápida y desde arriba, basada en una brutal acumulación primitiva basada en la expropiación del campesinado y a la llamada "colectivización" de las tierras. Hoy sabemos que Lenin no estaba de acuerdo con esta colectivización rápida. Que pensaba que para transitar al socialismo hacía falta un largo periodo de revolución cultural. Que confiaba en la experiencia de la cooperación para modificar la mentalidad campesina en el sentido del socialismo. Que llamó a este largo proceso "revolución cultural". Por supuesto, poco que ver con la revolución cultural de Mao.
Gramsci tampoco estaba de acuerdo en la colectivización/estatización de la tierra. Pensaba que rompería la necesaria alianza-obrero campesina (Gramsci 1926: 182-188). Sabemos que Bujarin se opuso a esta política anti-leniniana, que perdió la batalla en el partido y en el estado durante los años 1928-1933 y, finalmente fue asesinado en un juicio vergonzoso (Löwy, 1973 y Cohen, 1976). También sabemos que, a la larga, la productividad de la agricultura soviética colectivizada no era suficiente para poder alimentar a la población soviética, lo que durante los años 70 obligaba a la URSS a importar cereales de Argentina.
El estalinismo no era el único camino posible. Las circunstancias explican muchas de las decisiones que fueron tomadas, pero explicar no es justificar. El estalinismo no estaba escrito en el ¿Qué hacer? de Lenin, ni en Marx, ni, aún mucho menos en el Contrato social de Rousseau, como pretenden quienes reducen la revolución rusa a un totalitarismo paralelo o comparable al nazismo.
Una simple comparación entre los textos de Marx y de Lenin sobre el estado y la revolución y sobre la democracia con los textos de Stalin que tratan de estos mismos temas muestra la veracidad de lo que acabo de afirmar (Stalin: 1924 y CC del PC(b)US, 1938).
Una economía totalmente estatizada, es decir no socializada, unida al burocratismo y a la ausencia de democracia obrera perdió la carrera de armamentos impuesta por el imperialismo USA durante la guerra fría. La perdieron doblemente. Mientras el capitalismo era capaz de transformar los avances técnico-espaciales y espaciales en una palanca para su acumulación, para el sistema social soviético la carrera de armamentos se transformó en un terrible obstáculo para satisfacer las necesidades de consumo a las que aspiraba su población.
Tan solo un pensamiento dialéctico puede tratar de comprender esta contradicción: la intensa urbanización, la alfabetización universal, el crecimiento exponencial de la cultura producto de la revolución habían creado necesidades sociales que este mismo régimen, apresado por sus mecanismos de planificación burocrática, no era capaz satisfacer (Nove, 1987; Tafalla, 1991).
Con todo y a pesar de las luces y sombras, a pesar de los errores y los crímenes cometidos, la URSS desempeñó un rol extraordinariamente positivo durante el siglo XX. Fue un mito movilizador que ejerció una gran influencia en la opinión pública mundial, que veía en ella la plasmación real de sus ancestrales aspiraciones de igualdad. El rol decisivo del pueblo soviético en la victoria sobre el fascismo internacional reforzó este rol innegable. También en el proceso de descolonización y de emancipación de los países del llamado Tercer Mundo.
Por desgracia, todos los intentos de salir del estalinismo después de 1953 fueron ocasiones perdidas. Enumeremos algunas: el XXº Congreso del PCUS y Hungría en 1956, Polonia el mismo año, Checoslovaquia en 1968 fueron testigos de este fracaso. Fue Georg Luckács quien denunció el freno que supuso la cultura heredada del período estaliniano con la que se condujo la desestalinización después de 1956 (Lukács, 1989: 152-208).
Parecía que socialismo y democracia no se podían reconciliar, que no podían retomar sus orígenes comunes. Veinte años después, llegó el tiempo de las consecuencias: la implosión del sistema.
El intento de reforma desde arriba, planteado en el 27 congreso del PCUS (al que asistí como director de Avant, junto al camarada Armando López Salinas que entonces era el director de Nuevo Rumbo) fue una operación realizada "in extremis". Como diríamos en modo irónico: la operación fue un éxito, pero se llevó al enfermo por delante. Comenzaba una terrible revolución pasiva a nivel mundial.
Así pues, ¿qué hacer hoy con Lenin? ¿Qué hacer hoy con la revolución rusa de 1917?
Llegados a este punto, quizás podemos enfrentarnos al reto de intentar responder a preguntas como esta. Intentémoslo.
En el año 2005 la dirigente comunista italiana Rosana Rosanda escribió sus memorias y las tituló así: Una muchacha del siglo pasado. Hoy, en este acto, estamos presentes un buen puñado de aquellas chicas y chicos del siglo pasado. Muchos otros nos han dejado hace tiempo. Pienso ahora y aquí en Fernando y en Quino Sagaseta.
A nosotros, las muchachas y los muchachos del siglo XX, la gran revolución rusa nos proporcionó el marco interpretativo desde el que valorábamos todos los acontecimientos en los que participábamos activamente. Su impulso revolucionario se prolongó siete décadas y se extendió al conjunto del planeta. Aquel impulso conmovió a millones de personas y las llevó a realizar actos de entrega absoluta la causa del comunismo. Muchos de nosotros nos negamos a aceptar que aquel impulso se había agotado. Resistimos con uñas y dientes a ese planteamiento difundido en su día por Enrico Berlinguer. Vista la deriva de una parte considerable del instrumento del que nos dotamos para resistir, hay que concluir que en esta batalla tampoco vencimos.
Tres décadas después de la implosión de la URSS cada vez quedamos menos de aquellos chicos y chicos del siglo pasado.
Afortunadamente veo en la sala jóvenes comunistas. También veo a muchos cuadros no tan jóvenes pero que ya sois " muchachas y muchachos del siglo actual", del siglo XXI.
Es normal que muchos de vosotros, estimados jóvenes del siglo XXI quizá sintáis la experiencia del comunismo históricamente existente del siglo XX como algo remoto en el tiempo y alejado de vuestra experiencia cotidiana. Aquellos que participaréis en las revoluciones del presente siglo apenas conocéis la revolución rusa, ni la experiencia de los antiguos partidos comunistas o de los movimientos de liberación nacional del siglo XX. La ruptura generacional es total. Perdonad: al menos así la siento yo.
Me pregunto: ¿las generaciones que hoy se debaten en el marco de la peligrosísima decadencia del capitalismo podéis aprender algo de aquella inmensa revolución? Considerando la inmensa cesura en la memoria colectiva; observando también la ingenuidad y la impaciencia de algunos de los reducidos grupos que en la actualidad se plantean superar el capitalismo me pregunto: ¿es posible empezar de nuevo sin la memoria de lo que pudo haber sido y no fue?
En 1851 Marx dio una respuesta a una pregunta similar:
"La revolución del siglo XIX no puede sacar su poesía del pasado, sino sólo del devenir. No puede comenzar su propia tarea antes de despojarse de toda veneración supersticiosa por el pasado. Las anteriores revoluciones necesitaban remontarse a los recuerdos de la historia universal para detenerse sobre su propio contenido. La revolución del siglo XIX debe dejar que los muertos entierren a sus muertos, para cobrar conciencia de su propio contenido". (Marx, diciembre de 1851-marzo de 1852: 410),
Esperar a que en el presente siglo se produzcan revoluciones con contenidos similares, con los mismos sujetos sociales y políticos y siguiendo los modelos del siglo pasado, es tarea vana.
Cien años más tarde de la muerte de Lenin ser fiel a su obra revolucionaria, a su pensamiento y a su método de trabajo es tratar de alcanzar una visión de conjunto, de la complejidad, de los antecedentes y de las consecuencias de lo que ocurrió hace un siglo.
¿Significa esto que, en nuestro caso, debemos enterrar la memoria de la revolución rusa? Mi respuesta es que no. Las lecciones del pasado son útiles, necesarias, imprescindibles. Lo son al menos para quedar advertidos de los muchos obstáculos con que las circunstancias obsequian los proyectos revolucionarios.
Nos hace falta una reflexión y una comprensión sobre qué cosa es una revolución. En la primera parte de esta charla he intentado dar unas pinceladas. En caso de conseguir una cierta comprensión sobre esta cuestión quizás seamos capaces de aportar conocimiento, conciencia y memoria a las nuevas revoluciones que vendrán.
Pero a esta comprensión hay que añadirle una reflexión sobre el momento que atraviesa la humanidad. En el marco de la actual crisis de civilización, la revolución entendida como locomotora de la historia cuyas calderas son alimentadas por el desarrollo de las fuerzas productivas debe ser descartada. Las fuerzas productivas desencadenadas hace décadas que se han convertido en fuerzas destructivas (Sacristán,1984: 139-150). La ideología del progreso infinito proveniente de la ilustración fisiocrática contaminó el marxismo de la segunda internacional. Esa contaminación fue heredada por las internacionales que la sucedieron. Este hecho tuvo un resultado inesperado: terminó favoreciendo los mecanismos de acumulación del capitalismo. Ahora éste, en su desenfrenado y caótico desarrollo conduce el tren de la humanidad hacia el colapso ambiental, hacia desastre humanitario, hacia la guerra total, hacia la barbarie.
"Socialismo o barbarie" dijeron Engels y Rosa Luxemburgo. Ante este panorama distópico, la revolución aparece hoy no sólo como deseable si no absolutamente urgente e imprescindible. E, ineluctablemente, vendrá. Y nos tiene que encontrar con los deberes hechos, como encontró a Lenin la revolución de iniciada en febrero de 1917.
Sólo debemos tener en cuenta que la revolución del siglo XXI deberá atenerse más que nunca a la advertencia de Walter Benjamin:
"Tal vez las revoluciones son el gesto de coger el freno de seguridad que hace la humanidad que viaja en este tren" (Benjamin, 1939).
Ha llegado la hora de hacerle caso.
Joan Tafalla
Bibliografía citada o consultada
Nota: Las citas de clásicos vienen en el texto con la fecha original del escrito en cuestión. Las traducciones de Lenin provienen de la quinta edición de las Obras Completas editadas en Moscú por Editorial Progreso durante los años ochenta. Las demás referencias bibliográficas, vienen con la fecha de la edición manejada.
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- (2018) Los bolcheviques y la deconstrucción del imperio zarista (Esbozo para un debate), presentado en las Jornadas La revolución rusa de 1917 i el Estado. Del Consejo de Comisarios del Pueblo a la NEP (1917-1922). Les ponències presentades van ser publicades al llibre: La revolución rusa de 1917 y el Estado. Del Consejo de Comisarios del Pueblo a la NEP (1917-1922)”, Joan Tafalla (ed.), El Viejo Topo, Vilassar de Dalt, 2018. Descarregable en: https://www.academia.edu/72452942/Los_bolcheviques_y_la_deconstrucci6n_del_imperio_zarista
- (30 de junio de 2018) ¿Qué hacer hoy con la revolución rusa de 1917?, intervenció al el seminari Cien años que transformaron el mundo organitzat per l’amic Pablo Montes, desenvolupat a l’ edifici "Pavo Real", Parque San Francisco de Oviedo. Serà imprés properament en el llibre d’actes de les esmentades jornades.
- (4, 10 i 17 de març de 2022) De-construint el nacionalisme gran-rus. https://www.realitat.cat/2022/03/de-construint-el-nacionalisme-gran-rus-i/
- (18 de gener de 2024) Ha arribat l’hora de treure’s la camisa bruta. Un segle i escaig després de les tesis d’abril , inclòs al monogràfic de la revista Realitat dedicat al centenari de la mort de Lenin, https://www.realitat.cat/2024/01/ha-arribat-lhora-de-treures-la-camisa-bruta-un-segle-i-escaig-despres-de-les-tesis-dabril/
[1] Con el compañero Joaquín Miras escribimos una crítica de aquel libreto tan elogiado y manipulado por eurocomunistas y liberales de todo tipo (Miras y Tafalla, 2006).
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