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dijous, 18 de juny del 2020

Mariátegui, Gramsci y los campesinos

En ocasión del 126 aniversario de José Carlos Mariátegui.[1]

Portada de la revista Amauta, publicada en Lima por Jose Carlos Mariátegui entre 1926 y 1930

"...no soy crítico imparcial u objetivo. 
Mis juicios se nutren de mis sentimientos 
y de mis pasiones... Estoy lo más lejos
posible de la técnica profesoral 
y del espíritu universitario".
José Carlos Mariátegui.


Joan Tafalla
16 de junio de 2020

La obra capital de José Carlos Mariátegui, los Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana[2] fue publicada en Lima el año 1928. Habían pasado dos años desde que Antonio Gramsci escribiera su ensayo Algunos temas de la cuestión meridional[3] ( 1926), pero dos años antes de que Lo Stato Operaio (1 de enero de  1930)publicara el trascendental texto gramsciano. [4]
Si el lector realiza una lectura comparativa entre ambos textos comprobará sus numerosas y sorprendentes convergencias culturales y políticas. Son las mismas que existen entre sus autores a pesar de que ellos no llegasen nunca a conocerse.[5] Ambos amautas[6] no se conocieron entre ellos ni llegaron a leer sus textos y, sin embargo, la convergencia cultural y política entre ambos textos coetáneos es sorprendente.[7]  

Acreditación de periodista del diario El Tiempo extendido a nombre de J.C. Mariátegui para asistir al XVIII Congreso del Partido Socialista Italiano celebrado en Livorno a finales de enero de 1921. En ese congreso se produjo la escisión que crearía el Partido Comunista de Italia.

Aunque Mariátegui, asistiera al congreso de Livorno, conociera bien la política italiana, y leyera con atención y se dejara influir por autores como Benedetto Croce y a Georges Sorel que influyeron también en Gramsci, nunca  se conocieron. El producto de esas lecturas e influencias comunes fue, en los dos casos, un marxismo anti-economicista y una concepción del progreso social apartada del eurocentrismo y del mecanicismo con que la segunda internacional[8] interpretaba el famoso Prólogo de Marx a la Contribución a la Crítica de la Economía Política de 1857.[9]
Gramsci no podía conocer los textos del Marx tardío[10] cuando escribía en noviembre de 1917 su artículo "La revolución contra El Capital" y, sin embargo coincidía con su concepción no lineal de la historia. Tampoco conocía esos textos José Carlos Mariátegui y, sin embargo coincidía con sus planteamientos sobre la comunidad campesina. 
También avecinan a ambos revolucionarios conceptos como el de organicidad; como la valoración positiva hacia el pensamiento de las clases subalternas (los campesinos italianos y los campesinos quechuas, respectivamente); su combate contra racismo, entendido como discriminación de clase. También su valorización no pasadista de la tradición y de la cultura popular, incluida la religiosidad popular, que ambos analizan separándola de la religión institucional u oficial y vinculándola a la cultura material campesina. Otro elemento común entre ambos es la centralidad de la cuestión campesina en el proceso revolucionario. Demasiadas convergencias para ser casuales.

Ilustración aparecida en la revista Amauta.

Mariátegui y los campesindios.

Haré aquí un breve repaso, casi a vuelapluma, de algunas temáticas campesinas e indigenistas en Mariátegui, centrándome en tres textos: Los siete ensayos de interpretación de la realidad peruana, y de los dos informes que la delegación peruana compuesta por Hugo Pesce y por Julio Portocarrero presentó en nombre del Partido Socialista Peruano la conferencia comunista latinoamericana celebrada en Buenos Aires en junio de 1930.
Si la cuestión del Mezzogiorno y de las islas en Italia está estrechamente ligada en Gramsci a la cuestión campesina, en Mariátegui sucede algo similar con la situación territorial social y nacional del Perú, dividido en tres regiones: costa, sierra y montaña, que vienen ser dos: costa y montaña. Esta realidad geográfica, configura en Perú una forma de división ecológica, de explotación de la tierra y de los hombres que revierte o se expresa en diversidad lingüística, religiosa y étnica. Según Mariátegui: "La sierra es indígena. La costa es española o mestiza (como se prefiera calificarla, ya que las palabras "indígena" y "española" adquieren en este caso una acepción muy amplia)”. La costa está más bien al norte del Perú y el sur es más bien montaña. En el Perú, según Mariátegui, también el Norte domina al Sur.
En el Perú de Mariátegui la unidad nacional estaba por hacer y en la Italia de Gramsci la unidad era reciente y frágil en función de los métodos con que había sido conquistado el Mezzogiorno y las islas durante el llamado Resurgimiento. Tanto en Italia como en el Perú el imponiendo la creación de un estado unitaria, así como el orden burgués a través de un idioma que no era conocido por las masas campesinas. Como solución para Italia, Gramsci propondrá la Republica federal de obreros y de campesinos[11] afirmando que la débil unidad italiana solo podía ser realizada por una República obrera y campesina que reconociese la pluralidad del pueblo italiano, cosa que solo podía realizar una república federal.
Aunque no llegase a concretar un programa federal para el Perú, Mariátegui asumió un espíritu similar en los Siete ensayos: el problema de la unidad del Perú no era un problema de la forma política-institucional del estado, era el problema de la tierra y de los indígenas. Así pues, tras rechazar el regionalismo y el federalismo abstractos que eran la bandera de las élites regionales y del gamonalismo, el Amauta reconoce la aparición de unos nuevos regionalismos de carácter socialista: "El problema primario, para estos regionalistas, es el problema del indio y de la tierra. Y en esto su pensamiento coincide del todo con el pensamiento de los hombres nuevos de la capital. No puede hablarse, en nuestra época, de contraste entre la capital y las regiones sino de conflicto entre dos mentalidades, entre dos idearios, uno que declina, otro que desciende, ambos difundidos y representados así en la sierra como en la costa, así en la provincia como en la urbe”.

La trilla, ilustración aparecida en la revista Amauta.
En el ensayo El problema del indio, tras descartar que éste fuera administrativo, jurídico, étnico, moral, educacional o eclesiástico, Mariátegui establece que el problema indígena reside en el problema de la tierra. Así en el siguiente ensayo titulado El problema de la tierra dirá: "Colocando en primer plano el problema económico-social, asumimos la actitud menos lírica y menos literaria posible. No nos contentamos con reivindicar el derecho del indio a la educación, a la cultura, al progreso, al amor y al cielo. Comenzamos por reivindicar, categóricamente, su derecho a la tierra".
Tras mostrar cómo la desamortización producto de la independencia no había atacado la propiedad feudal sino a la comunidad indígena, Mariátegui rechazaba la idea de la necesidad de una revolución democrático-burguesa, como paso previo para la revolución socilaista. La única vía posible para la superación del feudalismo y de la servidumbre era el paso directo al socialismo apoyándose en la comunidad agraria indígena. El paralelismo con el populismo ruso de Narodnaya Volia que tanto admiró y apoyó el Marx tardío es, lo he dicho más arriba, realmente sorprendente: "Congruentemente con mi posición ideológica, yo pienso que la hora de ensayar en el Perú el método liberal, la fórmula individualista, ha pasado ya. Dejando aparte razones doctrinales, considero fundamentalmente este factor incontestable y concreto que da un carácter peculiar a nuestro problema agrario: la supervivencia de la comunidad y de elementos de socialismo práctico en la agricultura y la vida indígenas".[12]
Es lo que ratificará y concretará en los Principios Programáticos del Partido Socialista Peruano: "El socialismo encuentra lo mismo en la subsistencia de las comunidades que en las grandes empresas agrícolas, los elementos de una solución socialista de la cuestión agraria, solución que tolerará en parte la explotación de la tierra por los pequeños agricultores ahí donde el yanaconazgo o la pequeña propiedad recomiendan dejar la gestión individual, en tanto que se avanza en la gestión colectiva de la agricultura, en las zonas donde este génerode explotación prevalece. Pero esto, lo mismo que el estímulo que se preste al libre surgimiento del pueblo indígena, a la manifestación creadora de sus fuerzas y espíritu nativos, no significa en lo absoluto una romántica y anti histórica tendencia de reconstrucción o resurrección del socialismo incaico, que correspondió a condicioneshistóricas completamente superadas, del cual solo quedan, como factor aprovechable dentro de una técnica de producción perfectamente científica, los hábitos de cooperación y socialismo de las campesinos indígenas…”.[13]  
Un planteamiento de este estilo no podía ser del agrado de la mayoría de los asistentes a la Conferencia comunista latinoamericana celebrada en Buenos Aires en junio de 1929, donde imperó un criterio más eurocéntrico y desarrollista. Seguramente eso era debido al predominio en la conferencia de comunistas de Argentina, Uruguay y Chile, países con una población indígena reducida a la marginalidad a causa del exterminio y de una mayor penetración del capitalismo tanto agrario como industrial así como de la presencia masiva de emigración europea, receptiva de las culturas políticas más eurocéntricas, que hacía del movimiento obrero de esos países una extensión del movimiento obrero europeo.
En relación con el problema de la raza, la delegación peruana opinó que la biología no era para nada determinante en relación con el atraso e ignorancia y marginación en que estaban (y en gran medida han seguido estando) las poblaciones indígenas. Lo que determinaba esa situación eran el feudalismo, el gamonalismo y el capitalismo criollo. Resolviendo los problemas socioeconómicos y en primer lugar el problema de la tierra, las poblaciones indígenas se mostrarían capaces de sumarse a los adelantos de la ciencia y de la técnica occidentales a partir de su propia realidad y cultura. Como vemos, Mariátegui partía del respeto a la tradición pero sin cultivar ningún tipo de pasadismo romántico o utópico. Por el contrario, la tradición, los hábitos de cooperación, el socialismo campesino tradicional eran la palanca para la incorporación de las poblaciones campes-indias a los avances técnico-científicos y culturales.

Religión popular, moral popular, derecho natural y revolución social

La religión es parte de la cultura popular, es concepción del mundo y cultura material de vida; "religa" la comunidad. El culto indígena a la Pachamama incluye la idea de la pertenencia del ser humano a la tierra y no a la inversa. La tierra es sagrada, no puede ser poseída individualmente y no se comprar o vender. En cambio, el ser humano pertenece a la tierra. 
Gramsci advirtió que la cultura de las clases populares suele presentarse como amalgama sincrética de doctrinas pertenecientes a otras tantas etapas de desarrollo social mezclada con expresiones actuales. En esta amalgama, la religión suele desarrollar un rol de unión de los diversos elementos de distintas procedencias territoriales o temporales. La religión popular suele hacer las veces de cemento que mantiene la unión del conjunto, que da sentido a cada una de sus partes. 

"La procesión", ilustración aparecida en la revista Amauta.
La propia religión no es algo homogéneo, sino que está formada por expresiones diferentes: de un lado, la religión oficial, la de los grandes intelectuales, la del Estado entendido como aparato; de otro, la religión popular habitualmente vinculada a la tierra, a su calendario de cultivo, a sus ciclos. La religión popular se confunde con el ritmo del calendario agrario, con las prácticas comunitarias de la siembra, del cuidado de las plantas, con las cosechas y con el cuidado de los animales y de las personas.
Esta amalgama de discursos proporciona el vocabulario, la narrativa y la retórica que permite pensar y por tanto verbalizar, las experiencias vividas dramáticamente, así como, cuando se hace preciso, las aspiraciones al cambio.
Integrada en este complejo cultural encontramos la religión popular, entendida como fenómeno diferente y, a menudo, opuesto a la religión oficial ( sistematizada por los intelectuales). La Iglesia será, pues, también un campo de lucha de clases entre unas clases dominantes alejadas del pueblo, que pretenden mantener su hegemonía, y unas clases subalternas, que aunque hegemonizadas por las clases dirigentes, a través de la religión y de la moral popular defienden sus intereses y que, a veces, pugnan por su propia autonomía.
Existe una inter-relación compleja entre religión popular, derecho natural, economía moral de la multitud, campesinado y movimientos sociales de resistencia al capitalismo. Dramáticamente persiste una incomprensión de este complejo de fenómenos culturales por parte de las izquierdas. No cabe ninguna duda de que esta cuestión rondaba dramáticamente por la cabeza de Gramsci entre 1930 y 1935 durante la redacción de los cuadernos 3, 25 y 27.
Mariátegui mantiene una preocupación similar en unos de sus Siete ensayos. El que lleva por título: "El factor religioso""Han tramontado definitivamente los tiempos de apriorismo anticlerical, en que la crítica 'librepensadora' se contentaba con una estéril y sumaria ejecución de todos los dogmas e iglesias, a favor del dogma y la iglesia de un ‘libre pensamiento' ortodoxamente ateo, laico y racionalista. El concepto de religión ha crecido en extensión y profundidad. No reduce ya la religión a una iglesia y un rito. Y reconoce a las instituciones y sentimientos religiosos una significación muy diversa de la que ingenuamente le atribuían, con radicalismo incandescente, gentes que identificaban religiosidad y 'oscurantismo'."
El triunfo de Bartolomé de las Casas sobre Ginés de Sepúlveda en la Junta de Valladolid (1550-1551) comportó la obligación de la evangelización. Según Mariátegui: "El misionero debía catequizar en México, el Perú, Colombia, Centroamérica, a una numerosa población, con instituciones y prácticas religiosas arraigadas y propias. Como consecuencia de este hecho, el factor religioso ofrece, en estos pueblos, aspectos más complejos. El culto católico se superpuso a los ritos indígenas, sin absorberlos más que a medias. El estudio del sentimiento religioso en la América española tiene, por consiguiente, que partir de los cultos encontrados por los conquistadores".
Habían pasado once siglos desde que en Europa, se imposición de una religión monoteísta sobre las religiones populares procedentes del neolítico, vinculadas todas ellas a los ciclos del calendario agrícola. En América Latina se volvieron a encontrar vírgenes o a atribuir a santos de nueva creación los milagros de la curación o de las buenas cosechas. Pero en el Tahuantinsuyo la conquista destruyó otra religión de Estado: "Identificada con el régimen social y político, la religión inkaica no pudo sobrevivir al Estado inkaico. Tenía fines temporales más que fines espirituales. Se preocupaba del reino de la tierra antes que del reino del cielo. Constituía una disciplina social más que una disciplina individual. El mismo golpe hirió de muerte la teocracia y la teogonía. Lo que tenía que subsistir de esta religión, en el alma indígena, había de ser, no una concepción metafísica, sino los ritos agrarios, las prácticas mágicas y el sentimiento panteísta".

La mirada de Mariátegui y de Gramsci.

Nuestro mundo ya no es aquel en que actuaban Gramsci ni Mariátegui. Sin embargo, los problemas y las preguntas que ellos se plantearon para hacer la revolución en el “mundo grande y terrible” que tuvieron de vivir siguen siendo útiles. Y más útil aún es la mirada de Mariátegui y de Gramsci hacia las clases subalternas que tarde o temprano deberían constituirse en sujeto social revolucionario, transformarse en hegemónicas y por tanto en Estado. Los campesinos del Sur global, incluidos los recientemente emigrados a las conurbaciones del norte, precisan de una izquierda que tenga una mirada y un método de análisis y de intervención como los de Gramsci y Mariátegui. 
La lectura de los dos textos comentados en este artículo debiera formar parte del bagaje de cualquier comunista.



[1] El presente articulo tan solo pretende complementar algún aspecto del excelente artículo del camarada Adel Pereira publicado en Realitat el pasado 16 de abril bajo el título: Mariátegui: el primer marxista llatinoamericà. Véase: http://bloc.realitat.cat/2020/04/mariategui-el-primer-marxista.html

[2] José Carlos Mariátegui, 7 Ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana, https://www.marxists.org/espanol/mariateg/1928/7ensayos/index.htm

[3] Ensayo incluido en el volumen: Antonio Gramsci, La cuestión meridional, Madrid, Dédalo Ediciones, 1978. 
[4] Lo Stato Operaio, (El Estado Obrero) era la revista teórica del PC d’I que se publicaba en Paris debido al fascismo imperante en Italia. Sin embargo el texto gramsciano no pudo ser conocido ampliamente en Italia hasta la caída del fascismo: fue editado por Edizioni Rinascita en 1952.
[5] No he registrado ninguna mención recíproca entre ambos autores.
[6] Amauta significa maestro o guía en quechua. Amauta fue el título elegido por Mariátegui para su trascendental revista teórica y política, que fue publicada entre 1926 y 1930. Se puede consultar on-line aquí: https://digital.iai.spk-berlin.de/viewer/toc/812949153/0/LOG_0000/
[7] La convergencia temática y de enfoque entre ambos textos y ambos autores, que abordo muy someramente en este artículo, encontró en el libro de Luciano Vasapollo De sur a sur un trabajo comparativo sobre las características comunes de las sociedades en las que vivieron ambos autores. Véase: Luciano Vasapollo, De sur a sur. La estrategia del caracol, prólogo de Joan Tafalla, Vilassar de Dalt, El Viejo Topo, 2014.
[8] Y en parte también sus sucesoras, la tercera y la cuarta.
[9] Karl Marx, Prólogo a la Contribución a la Crítica de la Economía Política, Moscú, Editorial Progreso, 1973, pp. 516-530.
[10] Marcello Musto, L’Ultimo Marx, 1881-1883, Saggio di biografia intelletuale, Roma, Donzelli editore, 2016. AAVV, El Marx tardío y la vía rusa, edición y presentación de Teodor Shanin, Madrid, Editorila revolución, 1990, primer edición en inglés, 1983.
[11] Antonio Gramsci, Carta al CE del PC d'I proponiendo la creación del diario l'Unità, Viena 12 de septiembre de 1923, in La cuestión meridional, ob.cit. pp. 37-40. Publicada por primera vez en Rinascita, 8 de febrero de 1964.
[12] Quien puede negar la convergencia no consciente con las posiciones del artículo La revolución contra el Capital de Gramsci? Véase: Antonio Gramsci, Allí donde la voluntad quiera y como la voluntad desee, edición de Joan Tafalla, Vilassar de Mar, El Viejo Topo, 2018, pp. 90- 94. En catalán: Qui vol el fi, vol els mitjans, Jacobinisme i bolxevisme, 1917-1926, Manresa, Tigre de paper, 2019, pp. 77-81.
[13] A finales del siglo pasado, Álvaro García Linera, desde la cárcel volvió de manera creadora sobre la cuestión de la comunidad campesina en su obra Forma valor y forma comunidad, Madrid, Traficantes de Sueños, 2009. Véase también su discurso en la toma de posesión presidencial el 22 de enero de 2015, Socialismo comunitario del bien vivir, in Democracia, Estado, Revolución, Antologia de textos políticos, Tafalla, Txalaparta, 2016, pp. 131-138.