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dijous, 27 de febrer del 2014

Los huesos blanqueados de los muertos.


Lo que el mundo moderno debe a la esclavitud es más que salarios retroactivos. 


Greg Grandin. Tom Dispatch



Muchos en EE.UU. se indignaron por los comentarios del predicador evangélico conservador Pat Robertson, quien culpó por el catastrófico terremoto de 2010 a los haitianos por vender sus almas a Satanás. Todavía extraían cuerpos de los escombros -hubo hasta 300.000 muertos- cuando Robertson apareció en la televisión y otorgó a sus telespectadores una pequeña lección de historia: los haitianos habían estado "esclavizados por los franceses" pero "se unieron y juraron un pacto con el diablo. Dijeron, 'te serviremos si nos liberas de los franceses'. Así es. Y por lo tanto, el diablo dijo, 'de acuerdo, trato hecho.'"

¿Un ejemplo supremo de idiotez derechista? Por supuesto. Sin embargo, en su propia manera chiflada, Robertson no dejaba de tener razón. Los haitianos juraron, de hecho, un pacto con el diablo por su libertad. Solo Belcebú llegó oliendo no a azufre, sino a agua de colonia
parisina.

Los esclavos haitianos comenzaron a liberarse de la "esclavitud de los franceses" en 1791, cuando se alzaron y, después años de encarnizada lucha, terminaron por declarar su libertad. Sus amos franceses, sin embargo, se negaron a aceptar la independencia haitiana. La isla, después de todo, había sido un productor extremadamente lucrativo de azúcar, y por lo tanto París ofreció una alternativa a Haití: compensad a los dueños de esclavos por la propiedad perdida -sus esclavos (es decir, ellos mismos)- o enfrentad su cólera imperial. La incipiente nación fue obligada a financiar ese pago con préstamos usurarios de bancos franceses. Todavía en 1940, un 80% del presupuesto del gobierno era utilizado para pagar esa deuda.

En el debate que surge intermitentemente en EE.UU. con el pasar de los años sobre el pago de reparaciones por la esclavitud, los oponentes a la idea insisten en que no existe ningún precedente para una propuesta semejante. Pero existe. Es solo que lo que se estaba pagando eran reparaciones-al-revés, lo que tiene un pedigrí venerable. Después de la Guerra de 1812 entre Gran Bretaña y EE.UU., Londres indemnizó a colonos del sur con más de un millón de dólares por haber alentado a sus esclavos a escaparse en tiempo de guerra. Dentro del Reino Unido, el gobierno británico también pagó una pequeña fortuna a dueños de esclavos británicos, incluyendo a los antepasados del actual primer ministro de Gran Bretaña, David Cameron, para compensar por la abolición (que Adam Hochschild calculó en su libro de 2005 Bury the Chains [Enterrad las cadenas] que constituía "un monto igual a aproximadamente un 40% del presupuesto nacional de aquel entonces, y aproximadamente 2.200 millones de dólares actuales").

Propugnadores de reparaciones -hechas a descendientes de pueblos esclavizados, no a sus propietarios- tienden a calcular el monto debido sobre la base del impacto negativo de la esclavitud. Quieren indemnizar salarios impagos durante el período de esclavitud o injusticias que tuvieron lugar después de la abolición formal (incluyendo servidumbre por deudas y exclusión de los beneficios otorgados a la clase trabajadora blanca por el Nuevo Trato). Según un cálculo, por ejemplo, 222.505.049 horas de trabajo forzado fueron realizadas por esclavos entre 1619 y 1865, cuando fue terminada la esclavitud. Capitalizado con la tasa de interés y calculado en la actual moneda, esto asciende a billones [millones de millones] de dólares. Pero el pago de deudas es, en realidad, la menor parte. El mundo moderno debe su propia existencia a la esclavitud.



Viaje de los ciegos.

Consideremos, por ejemplo, la manera cómo el progreso del
conocimiento médico fue pagado con las vidas de esclavos. La tasa de mortalidad en el viaje transatlántico al Nuevo Mundo fue terriblemente alta. Los barcos negreros, sin embargo, eran más que tumbas flotantes. Eran laboratorios flotantes, que ofrecían a los investigadores una posibilidad de examinar el desarrollo de enfermedades en entornos bastante controlados, en cuarentena. Los doctores e investigadores médicos podían aprovechar las altas tasas de mortalidad para identificar una desconcertante cantidad de síntomas, clasificarlos en enfermedades y elaborar hipótesis sobre sus causas.

Cuerpos de doctores tendían a trabajar arduamente en puertos a lo largo del litoral atlántico. Algunos de ellos estaban comprometidos con el alivio de sufrimientos; otros simplemente buscaban maneras de hacer que el sistema de esclavitud fuera más lucrativo. En ambos casos, identificaban tipos de fiebres, aprendían cómo disminuir la mortalidad y aumentar la fertilidad, experimentaban cuánta agua era necesaria para que cantidades óptimas de esclavos sobrevivieran con una dieta de pescado salado y tasajo, e identificaban la mejor ratio de consumo de calorías con horas de trabajo. Una invaluable información epidemiológica sobre una serie de enfermedades -malaria, viruela, fiebre amarilla, disentería, tifus, cólera, etc.- era obtenida de los cuerpos de agonizantes y muertos.

Cuando los esclavos no podían ser mantenidos en vida, sus cuerpos autopsiados todavía suministraban información útil. Por cierto, como la escritora Harriet Washington ha demostrado en su sorprendente Medical Apartheid, esos experimentos continuaron mucho después del fin de la esclavitud: en los años cuarenta, un doctor dijo que "el futuro
del negro reside más en el laboratorio de investigación que en las escuelas". Todavía en los años sesenta, otro investigador, ponderando el pasado en un discurso pronunciado en la Escuela Médica Tulane, dijo que era "más barato usar negros que gatos porque estaban por doquier y eran animales de experimento baratos".

El conocimiento médico se filtró lentamente de la industria de la esclavitud a comunidades más amplias, ya que los negreros no hacían reclamaciones de propiedad sobre las técnicas o datos provenientes del tratamiento de sus esclavos. Por ejemplo, una epidemia de ceguera que estalló en 1819 en el barco negrero francés Rôdeur, que había zarpado de Bonny Island en el Delta del Niger con unos 72 esclavos a bordo, ayudó a los oftalmólogos a identificar las causas, arquetipos, y síntomas de lo que actualmente es conocido como tracoma. La enfermedad apareció primero en el Rôdeur poco después de desplegar las velas, inicialmente en la bodega entre los esclavos y después en cubierta. Finalmente, cegó a todos los viajantes excepto un miembro de la tripulación. Según el relato de uno de los pasajeros, marineros ciegos trabajaron bajo la dirección de ese hombre "como máquinas" atados al capitán con una gruesa cuerda. "Estábamos ciegos - totalmente ciegos, a la deriva como un barco naufragado en el océano", recordó. Algunos de los marineros enloquecieron y trataron de beber hasta morir. Otros se retiraron a sus hamacas, inmovilizados. Cada uno "vivió en un pequeño mundo oscuro propio, poblado por sombras y fantasmas. No veíamos el barco, ni el cielo, ni el mar, ni las caras de nuestros compañeros."

Pero podían oír los gritos de los esclavos ciegos en la bodega. Esto continuó durante 10 días, pasando por tormentas y calmas chichas, hasta que los viajantes oyeron el ruido de otro barco. El barco negrero español San León había derivado cerca del Rôdeur. Pero toda la tripulación y todos los esclavos en ese barco, también habían perdido
la vista. Cuando los marineros de cada nave se dieron cuenta de esa "horrible coincidencia", cayeron en silencio "como el de la muerte". Finalmente El San León derivó lejos y nunca se volvió a oír de él. El único marinero del Rôdeur que veía logró pilotear el barco a Guadalupe, una isla en el Caribe. Para entonces, algunos miembros de la tripulación, incluido el capitán, habían recuperado parte de su visión. Pero no 39 de los africanos. Por lo tanto, antes de entrar al puerto, el capitán decidió ahogarlos, atando pesos a sus piernas y arrojándolos al mar. El barco estaba asegurado y su pérdida sería cubierta: la práctica de asegurar esclavos y barcos negreros significaba que los negreros comparaban los beneficios de un esclavo muerto con la mano de obra viviente y actuaban correspondientemente.

Los eventos en el Rôdeur atrajeron la atención de Sébastien Guillié, jefe de medicina en el Instituto Real para la Juventud Ciega de París. Resumió sus resultados -que incluían una discusión de los síntomas de la enfermedad, la manera cómo se propagaba, y las mejores opciones de tratamiento - y los imprimió en Bibliothèque Ophtalmologique, que luego fue citada en otras revistas médicas así como en un libro de texto de 1846 en EE.UU., A Manual of the Diseases of the Eye. Los esclavos también impulsaron el avance de la medicina de otras maneras. Los africanos, por ejemplo, fueron las principales víctimas de la viruela en el Nuevo Mundo y también fueron indispensables para su erradicación. A principios de los años 1800, España ordenó que todos sus súbditos americanos fueran vacunados contra la enfermedad, pero no suministró suficiente dinero para realizar una campaña tan ambiciosa. Por lo tanto los doctores se volvieron hacia la institución que ya había llegado al extenso Imperio Español: la esclavitud.

Transportaron la vacuna viva contra la viruela en los brazos de africanos que eran transportados como carga por rutas de esclavos de una ciudad a otra para ser vendidos: los doctores elegían a un esclavo de un envío, hacían una pequeña incisión en su brazo, e insertaban la vacuna (una mezcla de linfa y pus conteniendo el virus de viruela bovina). Unos pocos días después que los esclavos partían en su viaje, pústulas aparecían en el brazo en el que se había hecho la incisión, suministrando el material para realizar el procedimiento sobre otro esclavo en el grupo - y luego en otro y otro hasta que el envío llegaba a su destino. Así la vacuna de viruela fue diseminada por América española, salvando innumerables vidas.



El gran cisma de la esclavitud.

En 1945, tropas aliadas penetraron el primero de los campos de la muerte nazis. Muchos han señalado que lo que vieron en su interior provocó una ruptura radical en la imaginación moral de Occidente. El genocidio nazi de judíos, ha escrito un erudito, es el "agujero negro" de la historia, consumiendo todas las certitudes teológicas, éticas y filosóficas que habían existido anteriormente. Sin embargo, antes de que hubiera el Holocausto, hubo la esclavitud, una institución que también transformó la conciencia colectiva de Occidente, como he tratado de mostrar en mi nuevo libro, The Empire of Necessity: Slavery, Freedom, and Deception in the New World.

Tomemos, por ejemplo el caso del Joaquín, una fragata portuguesa que zarpó de Mozambique a fines de 1803 con 301 africanos orientales. Casi seis meses después, cuando un cirujano del puerto abrió la escotilla del barco en Montevideo, Uruguay, lo repugnó lo que vio: solo 31 sobrevivientes esqueléticos en un recinto apestado, vacío fuera de cientos de grilletes no utilizados. Funcionarios municipales reunieron una comisión de investigación para explicar la muerte de los otros 270 esclavos, solicitando la experticia de cinco médicos - dos doctores británicos, un español, un
suizo italiano y uno de EE.UU. Los médicos testificaron que antes de abordar el Joaquín, los cautivos deben haber sufrido extrema angustia, ya que habían sido obligados a sobrevivir comiendo raíces e insectos hasta llegar a la costa africana, extenuados y con sus estómagos hinchados. Entonces, una vez en el océano, apiñados en una bodega oscura sin ventilación, no tuvieron nada que hacer fuera de escuchar los gritos de sus compañeros y el ruido metálico de sus cadenas.

Muchos deben haber enloquecido tratando de comprender su situación, tratando de ponderar "lo imponderable". Los médicos decidieron que los africanos orientales habían muerto de deshidratación y de diarrea crónica, agravadas por las penurias físicas y psicológicas de la esclavitud - de lo que llamaron "nostalgia", "melancolía" y "cisma". La opinión colectiva de los cinco médicos -quienes representaban el estado del conocimiento médico en EE.UU., Gran Bretaña, y España- revela la manera cómo la esclavitud contribuyó a lo que podría ser llamado el desencanto de la medicina. En ella se puede ver cómo los doctores que encaraban el comercio de esclavos comenzaron a tomar conceptos como melancolía de las manos de sacerdotes, poetas, y filósofos y les dieron un verdadero significado médico.

Antes de la llegada del Joaquín a Montevideo, por ejemplo, la Real Academia Española todavía asociaba la melancolía con una verdadera posesión demoníaca nocturna. Cisma significaba literalmente un concepto teológico utilizado por los españoles para referirse a la doble personalidad espiritual de un hombre caído. Los doctores que investigaron el Joaquín, sin embargo, utilizaron esos conceptos de un modo decididamente secular, realista y de maneras que afirmaban inequívocamente la humanidad de los esclavos. Diagnosticar a africanos esclavizados como sufrientes de nostalgia y melancolía era reconocer que poseían egos que podían ser perdidos, vidas íntimas que podían sufrir de cisma o alienación, y pasados que podían echar de menos.

Dos décadas después del incidente que involucró al Joaquín, la profesión médica española ya no pensaba que la melancolía era causada por un íncubo, sino la consideraba un tipo de delirio, relacionado frecuentemente con el mal de mar. Los diccionarios médicos describieron posteriormente la condición en términos similares a los utilizados por los críticos de Passage du Milieu- como causado por comida rancia, contacto demasiado estrecho, tiempo extremo, y sobre todo el "aislamiento" y la "vida uniforme y monótona" que se experimenta en alta mar. En cuanto a nostalgia, un diccionario español llegó a definirla como "un violento deseo que lleva a los arrancados a su país a desear volver a casa". Fue como si cada vez que un doctor abriera una escotilla hacia esclavos para revelar los horrores causados por el hombre que se encontraban debajo, se hiciera un poco más difícil culpar a demonios por la enfermedad mental.

En el caso del Joaquín, en embargo, los doctores no extendieron la lógica de su propio razonamiento al tráfico de esclavos ni lo condenaron. En su lugar, se concentraron en las penurias del Passage du Milieu como un asunto técnico. "Redunda en interés del comercio y la humanidad", dijo John Redhead, nacido en Connecticut, educado en
Edimburgo", sacar a los esclavos de sus barcos lo más rápido posible".



Seguid los pasos del dinero

La esclavitud también transformó otros campos del conocimiento. Por ejemplo, siglos de compra y venta de seres humanos, de embarcarlos a través de océanos y continentes, de defender, erosionar, o tratar de reformar la práctica, revolucionaron tanto al cristianismo como a la ley secular, dando origen a lo que consideramos la ley de derechos humanos moderna.

En el campo de la economía, la importancia de los esclavos llegó mucho más allá de la riqueza generada por su trabajo no remunerado. La esclavitud fue la rueda volante sobre la cual giró la revolución del mercado de América - no solo en EE.UU., sino en todas las Américas. Desde los años setenta del Siglo XVIII España comenzó a desregular el
tráfico de esclavos, a la espera de establecer lo que los comerciantes, sin andarse con rodeos, llamaron un "libre comercio en esclavos". Décadas antes de que la esclavitud estallara en EE.UU. (después de la Guerra de 1812 con Gran Bretaña), la población esclava aumentó dramáticamente en América española. Africanos esclavizados y africanos americanos sacrificaban ganado y esquilaban lana en las pampas de Argentina, hilaban algodón y tejían vestimentas en talleres textiles en Ciudad de México, y plantaban café en las montañas en las afueras de Bogotá. Fermentaban uvas para vino al pié de los Andes y hervían azúcar peruana para producir golosinas. En Guayaquil, Ecuador, calafates esclavizados construían barcos de carga que eran utilizados para acarrear más esclavos de África a Montevideo. En todas las florecientes ciudades en América española continental, los esclavos trabajaban, a menudo por salarios, como jornaleros, panaderos, fabricantes de ladrillos, caballerizos, zapateros remendones, carpinteros, curtidores, herreros, recogedores de andrajos, cocineros y sirvientes.

No solo su trabajo estimuló la comercialización de la sociedad. El envío de más y más esclavos al interior y a través del continente, la apertura de nuevas rutas de esclavos y la expansión de las antiguas, vinculó los mercados en áreas remotas y creó circuitos locales de finanzas y comercio. Los esclavizados constituían inversiones (comprados y luego alquilados como jornaleros), crédito (utilizados como garantía para obtener préstamos), propiedad, mercaderías, y capital, convirtiéndolos en una extraña mezcla de valor abstracto y concreto. Como colateral para préstamos e ítems para especulación, los esclavos también eran objetos de nostalgia, mementos de un mundo aristocrático que se desvanecía incluso mientras servían de moneda para la creación de un nuevo mundo comercializado.

Los esclavos literalmente producían dinero: trabajando en la casa de moneda de Lima, pisoteaban mercurio en mineral con sus pies desnudos, presionando mercurio tóxico en su corriente sanguínea a fin de amalgamar la plata utilizada para monedas. Y ellos eran dinero - por lo menos de una manera. No era que el valor de esclavos individuales estuviera estandarizado en relación a la moneda, sino que los esclavos eran de un modo bastante literal el estándar. Cuando tasadores calculaban el valor de una cierta hacienda, o propiedad, los esclavos usualmente representaban más de la mitad de su valor; eran, es decir, mucho más valiosos que bienes de capital inanimados como útiles y equipamientos.

En EE.UU., expertos han demostrado que no solo se obtenían beneficios a través de la venta por los sureños del algodón recogido por esclavos o la caña que cortaban. La esclavitud fue central para al establecimiento de las industrias que actualmente dominan la economía de EE.UU: las finanzas, los seguros, y los bienes raíces. Y el historiador Caitlan Rosenthal ha mostrado cómo plantaciones caribeñas que usaban esclavos ayudaron a marcar nuevos rumbos en "instrumentos de contabilidad y administración, incluyendo la depreciación y medidas estandarizadas de eficiencia, para administrar sus tierras y sus esclavos" - técnicas que fueron luego utilizadas en fábricas en el norte.

La esclavitud, como el historiador Lorenzo Green argumentó hace medio siglo, "formó la base misma de la vida económica de Nueva Inglaterra: giraba alrededor de ella, dependían de ella la mayor parte de sus otras industrias". Los padres se enriquecían construyendo barcos negreros, o vendiendo pescado, vestimenta y zapatos a islas con
esclavos en el Caribe; cuando morían dejaban su dinero a hijos que "construyeron fábricas, constituyeron bancos, incorporaron empresas de canales y ferrocarriles, invirtieron en valores del gobierno, y especularon con nuevos instrumentos financieros". A su debido momento, hicieron donaciones para construir bibliotecas, salas de conferencia,
jardines botánicos, y universidades, como ha revelado Craig Steven Wilder en su nuevo libro, Ebony and Ivy.

En Gran Bretaña, historiadores han demostrado cómo las "reparaciones" pagadas a familias propietarias de esclavos "alimentaron la industria y el desarrollo de bancos comerciales y de los seguros marítimos, y cómo fueron utilizadas para construir quintas y acumular colecciones de arte".

Seguid los pasos del dinero, como dicen, y ni siquiera tenéis que ir demasiado lejos por el sendero financiero para comenzar a ver la riqueza y el conocimiento acumulados mediante la esclavitud. Hasta la fecha, sigue estando alrededor de nosotros, en nuestros museos, tribunales, centros de enseñanza y de culto, y oficinas de doctores. Incluso la casa de modas Brooks Brothers (fundada en Nueva York en 1818) comenzó con la venta de burdas vestimentas de esclavos a plantaciones sureñas. Ahora se describe como una "institución que ha conformado el estilo de vestimenta estadounidense".



Delirios y los huesos blanqueados de los muertos

En EE.UU., el debate de las reparaciones se desvaneció con la elección en 2008 de Barack Obama - excepto como una idea que sigue atormentando los delirios de la imaginación derechista. Una parte significativa de la reacción contra el presidente es impulsada por la fantasía de que preside sobre una redistribución radical de la riqueza -¡pensad en todos esos teléfonos móviles gratuitos que según el Informe Drudge está entregando a afro-estadounidenses!- como parte de un plan oculto para realizar reparaciones por cualquier medio posible.

"Lo que no saben", dijo Rush Limbaugh poco después de la toma de posesión del mando de Obama, "es que todo el programa económico de Obama es reparaciones". El conservador Centro Nacional de Política Legal presentó recientemente el fantasma de los "tribunales de reparaciones por la esclavitud"- tribunales jacobinos negros presididos por gente como Jessie Jackson, Louis Farrakhan, Al Sharpton, y Russell Simmons y empoderados para cobrar un impuesto de 50.000 dólares a cada "hombre, mujer y niño blanco en este país". Es hora de rescatar la discusión de reparaciones del pantano de las tertulias radiofónicas y de las secciones de comentario de la blogósfera conservadora.

La idea de que la esclavitud hizo el mundo moderno no es nueva, aunque parece que cada generación tiene que volver a redescubrir esa verdad. Hace casi un siglo, en 1915, W.E.B Du Bois escribió: "Rafael pintó, Lutero predicó, Corneille escribió, y Milton cantó; y durante todo este tiempo, durante cuatrocientos años, los oscuros cautivos salieron al mar entre los huesos blanqueados de los muertos; durante cuatrocientos años los tiburones siguieron a los barcos; durante cuatrocientos años América estuvo llena de millones vivientes y moribundos de una raza trasplantada; durante cuatrocientos años Etiopía alzó sus manos hacia Dios".

¿Cómo podríamos calcular el valor de lo que hoy llamaríamos la propiedad intelectual -en medicina y en otros campos- generada por el sufrimiento de la esclavitud? No estoy seguro. Pero un renacimiento de los esfuerzos por hacerlo sería un paso hacia el ajuste de cuentas con el verdadero legado de la esclavitud: nuestro mundo moderno.
El nuevo libro del colaborador regular de Tom Dispatch, Greg Grandin, The Empire of Necessity: Slavery, Freedom, and Deception in the New World, acaba de publicarse.



Copyright 2014 Greg Grandin




dissabte, 17 d’abril del 2010

Preguntas del pueblo de Haití dirigidas a cualquier pueblo “desarrollado” [1].

El pueblo de Haití nos interpela. Son preguntas no siempre son fáciles de responder:

¿Creen que necesito que las tropas de las Naciones Unidas y de los USA me invadan y “organicen” como debo resolver mis problemas? ¿Piensan que soy un pueblo inculto, inferior, incapaz de organizar la supervivencia de mis propios hijos?

¿No les di una lección de civilización a los países “civilizados” aboliendo mucho antes que ellos la esclavitud ( 1793)? ¿ No fue un ejército de esclavos descalzos quien derrotó a las orgullosas águilas de Napoleón ( 1803) que venían a reinstaurarla?

¿Por qué razón el “país de la libertad”, no me reconoció, ni comerció conmigo hasta 1865? ¿Acaso temía que mi libertad fuera un “mal ejemplo” para sus esclavos? ¿Sabías que los USA tardaron 72 años más que nosotros en acabar con la esclavitud? ¿Olvidas que aún tardaron un siglo más a que un negro se pudiera sentar en el mismo asiento del autobús o asistiera a la misma escuela que un blanco?¿ Quienes son los “civilizados”? ¿ Quienes son los “primitivos”?

¿Acaso no era una vergüenza que Francia, la antigua colonia, la que secuestró a nuestros ancestros de su hogar en África, la que los agotó y mató en largas jornadas de trabajo en las plantaciones de azúcar, de cacao, café o añil, nos impusiera, a punta de cañón, una indemnización de 150 millones de francos ( equivalentes a 800.000.000 €) ? ¿No es una vergüenza que cuando nuestro presidente Aristide reclamó, que se nos devolviese ese dinero robado a punta de cañón, Francia se negó aduciendo que sería un “antecedente insoportable”?

¿ Sabes que en 1915 los USA atracaron nuestro banco nacional y se llevaron sus fondos a Nueva York? Eran 500.000 dólares de la época. Nunca los han devuelto ¿Ignoras que entre ese año y 1934 invadieron nuestro país, se apoderaron de sus riquezas, impusieron un presidente títere que no podía entrar en los hoteles y restaurantes de los invasores a causa de su color? ¿ Sabías que durante esta invasión se produjo un auténtico genocidio de campesinos, llegando a crucificar en 1919 a uno de sus dirigentes, Charlemagne Peralte, a la puerta de una iglesia?

¿Sabes que los USA y Francia nos impusieron, entre 1957 y 1986, la dictadura de los Duvalier? ¿Ignoras que la única razón de esa dictadura era contener el “mal ejemplo” de la revolución cubana? ¿ Sabes que esa dictadura realizó 30.000 asesinatos, además de la tortura y la cárcel para muchos otros? ¿Sabes que endeudó a mi país de manera insoportable, hasta 1800 millones de dólares?¿ Sabes que aún estoy pagando esa deuda? ¿ Y que el dictador Duvalier está cómodamente exiliado en Francia y vive con una fortuna estimada entre 800 y 1400 millones $ en un banco suizo? ¿ Por qué ese dictador no ha sido juzgado en ningún tribunal internacional por genocidio contra su pueblo? ¿ Por qué la banca suiza no me devuelve el dinero que el dictador me robó?

Cuando me liberé de la dictadura, elegí por dos veces a Bertand Aristide como presidente (1990 y 2001) ¿ Sabes que por dos veces los USA le desalojaron del poder mediante sendos golpes de estado ( 1991 y 2004)? ¿ No crees, ahora, que la presencia de tropas americanas en mi territorio es una invasión colonial? ¿ No has pensado que algunas ONG’s, no son otra cosa que cómplices civiles de esa invasión militar? No te confundas, he dicho algunas. Como pueblo que sufre sé bien distinguir entre las ONG’s que están a mi lado y apoyan mi esfuerzo autónomo de las otras. Y tu, que deseas ayudarme, ¿ Te has informado suficientemente cuando has dado tu ayuda económica con destino Haití?

Llegados a este punto, ¿aún piensas que mi mal se resuelve con algo de “ayuda”? ¿ No crees que se trata de una cuestión de justicia?¿No crees que si Francia nos devolviese el dinero que nos robó; que si se encarcelase a Duvalier por sus crímenes y se le expropiase lo que también él nos robó; no crees que si se condonase la deuda externa inmoral, ilegal e impagable, no podría salir yo, como pueblo autónomo de mis problemas? ¿Aún continuas creyendo que soy incapaz de gestionar mis propios problemas sin intervención extranjera? ¿ Mi pobreza, la pobreza de otros pueblos como el mío, no está en el origen de tu bienestar? ¿ Quién debe a quién?

Por último: ¿ no crees que ha llegado el momento de pasar de la ayuda que sólo añade otro eslabón a la cadena, a la solidaridad entre pueblos iguales frente al imperialismo y al neocolonialismo?

No siempre es fácil responder sinceramente a preguntas de este tipo. Pero tenemos el deber político y moral de responder al pueblo haitiano y a nosotros mismos con la verdad.

Joan Tafalla

La imagen está datada en la guerra de los campesinos "cacos" sostenida por estos ante la invasión USA entre 1915 y 1934. Alguna información complementaria en: http://lacarmagnole.blogspot.com/search/label/Haiti

[1] Nota: La lista de preguntas que sigue no ha sido redactada por un haitiano. Sin embargo, contiene las cuestiones que un ciudadano catalán ha encontrado en su modesta acercamiento a las raíces de la pobreza en Haití. Un acercamiento hecho sobre fuentes haitianas e internacionales.

dimecres, 17 de febrer del 2010

Materiales de Le Monde Diplo sobre Haití


http://www.monde-diplomatique.es/isum/

HUMILLACIÓN IMPERDONABLE

En 1803 los negros de Haití propinaron tremenda paliza a las tropas de Napoleón Bonaparte, y Europa no perdonó jamás esta humillación infligida a la raza blanca. Haití fue el primer país libre de las Américas. Estados Unidos había conquistado antes su independencia, pero tenía medio millón de esclavos trabajando en las plantaciones de algodón y de tabaco. Jefferson, que era dueño de esclavos, decía que todos los hombres son iguales, pero también decía que los negros han sido, son y serán inferiores. La bandera de los libres se alzó sobre las ruinas. La tierra haitiana había sido devastada por el monocultivo del azúcar y arrasada por las calamidades de la guerra contra Francia, y una tercera parte de la población había caído en el combate. Entonces empezó el bloqueo. La nación recién nacida fue condenada a la soledad. Nadie le compraba, nadie le vendía, nadie la reconocía.
[...] Estados Unidos reconoció a Haití recién sesenta años después del fin de la guerra de independencia, mientras Etienne Serres, un genio francés de la anatomía, descubría en París que los negros son primitivos porque tienen poca distancia entre el ombligo y el pene. Para entonces, Haití ya estaba en manos de carniceras dictaduras militares, que destinaban los famélicos recursos del país al pago de la deuda francesa: Europa había impuesto a Haití la obligación de pagar a Francia una indemnización gigantesca, a modo de perdón por haber cometido el delito de la dignidad. La historia del acoso contra Haití, que en nuestros días tiene dimensiones de tragedia, es también una historia del racismo en la civilización occidental.
Eduardo Galeano "Los pecados de Haití" (15 de enero de 2010, http://www.argenpress.info/)


UN MEDIOAMBIENTE DEGRADADO

[...] Viajando a bordo de una de las avionetas que comunican Santo Domingo con Puerto Príncipe, la capital de Haití, es ocioso que el piloto anuncie la frontera: para comprender que se comienza a volar sobre paisaje haitiano, basta percatarse del momento en que los árboles desaparecen bruscamente. En cosa de minutos, Haití apenas ofrece otra cosa que una sucesión de montes pelados: esta parte de la isla que apenas tiene el tamaño de Bélgica y suma 8 millones de habitantes y que fue otrora conocida como "la perla de las Antillas" se ve desde aire como un mundo lunar surcado por cauces carente de agua cuando no llueve.
El penoso estado de la mitad de la antigua Española viene a añadirse al sinnúmero de desdichas, a los miles de muertos, a los millares de exilados generados por los Duvalier, dictador padre y dictador hijo. Les sucedió Jean-Bertrand Aristide, el cura secularizado que, antes de ser depuesto, llegó a acumular con su abogada y esposa cerca de 850 millones de dólares de fortuna personal, sin duda para "sus pobres" de la Ciudad del Sol, los que le llevaron al poder en los años 80. Haití sufre uno de los medioambientes más degradados de las Américas: uno de los pocos estados del planeta
en los que la historia del país se confunde totalmente, y de continuo, con la degradación de la naturaleza y del medio ambiente, porque los sucesores de los chiflados y de los dictadores no lo han hecho mejor. [...] Cada año, lluvias más y más devastadoras a causa de las alteraciones climáticas que multiplican la violencia de huracanes y ciclones se precipitan sobre una superficie incapaz ya
de retener tierra cultivable. Las tierras transportadas ni siquiera se detienen ya en los llanos, y ganan la costa: cada año, entre 37 y 40 millones de toneladas de tierra van a dar en la mar, y sólo el 10% del agua de lluvia penetra en el suelo. El resto discurre rápidamente sobre unos suelos encallecidos en la imposibilidad de que la retenga cualquier vegetación. Múltiples consecuencias: la irremediable alteración de los microclimas de la isla, el agostamiento de mantos freáticos vitales, 400 ríos o desaparecidos o con caudales que fluyen apenas unas semanas al año. Como en el caso de la leña, unas hostilidades pseudopolíticas enfrentan entre sí a los campesinos y a los campesinos con los grandes propietarios por el control del agua subsistente: se forman bandas que matan por el control de un simple canal de irrigación. Esta sequía progresiva ha llegado a un nivel inquietante en la segunda mitad de los 90, trayendo consigo la desaparición de los abundantes peces de agua dulce que constituían el alimento básico de muchos habitantes. En la llanura de la Arbonita, hacia el norte, los propios risicultores ya no tienen agua bastante para sus cultivos de arroz.
Una paradoja para un país en el que llueve desde luego mucho durante la mayor parte del año. Y año tras año desaparecen risicultores, porque los EEUU exportan a Haití 250.000 toneladas de arroz norteamericano públicamente subvencionado, y por lo mismo, menos caro que el arroz local que se compra en los mercados.
Cada año, millares de personas pierden la vida a causa de las inundaciones que transforman la menor pendiente en un torrente furioso. Decenas de veces al año, un pequeño viento huracanado que dure media hora basta para que Puerto Príncipe, rodeado de colinas, se vea invadido desde las alturas de la capital por toneladas de detritus que se acumulan en las calles de la baja ciudad, en donde viven los más pobres. En la Ciudad del Sol, el suburbio costero más miserable, el bastión desde el que Aristide lanzó su carrera como sacerdote y luego como político, la densidad demográfica es de 10 personas por metro cuadrado: algunas familias llegan incluso a turnarse para dormir en las chabolas que uno de cada dos huracanes o destruye o inunda. [...]
Claude-Marie Vadrot "Haití : el terremoto afecta a un país que está siendo social y ecológicamente destruido desde hace décadas" (13 de enero de 2010, http://www.politis.fr/)


LOS EXCLUIDOS RECLAMAN SU PARTICIPACIÓN

En Haití se codean dos mundos, dos modos de vida, articulados sin embargo entre sí en la dinámica de funcionamiento del sistema social. La existencia de uno se explica por la presencia del otro. Sin embargo, por vez primera, los excluidos pretenden su inclusión no sólo social sino también política. Esta pretensión, muy novedosa en el panorama político, dificulta sobremanera la transición.
Las dos reivindicaciones que atraviesan esta época, dignificar al hombre y cambiar el Estado, aunque utilizadas de manera confusa, acarrean un contenido claro. Por una parte, el respeto de la dignidad del hombre y el derecho a la ciudadanía para todos y, por la otra, la exigencia de un sistema político donde las reglas del juego y las leyes sean respetadas y de una nueva institucionalidad que permita la realización de un proyecto nacional y favorezca la participación real de todas las capas sociales.
Los sectores de la burguesía y la clase política tradicional no llegan a vislumbrar las mutaciones que se están operando en el seno de la sociedad. En este contexto de una permanente y casi unánime contestación, los métodos de contención, de cooptación, de dominio y aun de represión de la elite dominante pierden su eficacia. Frente a las demandas de estos nuevos actores colectivos, el régimen político se debilita y pone al desnudo su incapacidad de gobernar, de responder a las exigencias de participación y de bienestar de la población, así como de mantener la cohesión social y su propia legitimidad.
La marcada polarización de esta etapa que nace de las contradicciones y confrontaciones que sacuden esa sociedad de carencia se caracteriza por una lucha política sumamente aguda que no deja de ser pacífica y está marcada por la prioridad de lo político. Sin embargo, los incontables asesinatos políticos o de carácter colectivo, el constante desplazamiento interno de población, la emigración masiva de boat people o de profesionales explican la gran polarización social que caracteriza al país.
El arcaísmo del sistema y la incapacidad del Estado para cumplir con sus funciones nacionales promueven, de manera cada vez más evidente, la búsqueda de una solución a una crisis total. Esta, precisamente por su carácter histórico-estructural y su grado de madurez, dificulta toda tentativa de recomposición. En efecto, se da, por una parte, la difícil renovación del sistema socioeconómico y político por parte de la vieja oligarquía y la muy reciente clase política. Por la otra, pese a las luchas sociales renovadas, con avances notorios y retrocesos no menos considerables, el movimiento social, potente en su esencia pero débil en lo organizativo y en sus manifestaciones, carente de recursos, sin el motor de partidos políticos y agrupaciones estructuradas de la sociedad civil, no llega todavía a dar el paso para una nueva estructura capaz de brindar una solución. Ningún sector social o político llega todavía a consolidar una dirección política y económica capaz de llevar adelante un proyecto nacional ni tampoco de resolver la cuestión de la hegemonía.
Suzy Castor "La transición haitiana: entre los peligros y la esperanza". Revista OSAL Año VIII, Nº 23, abril de 2008 (Buenos Aires, CLACSO).

dimarts, 16 de febrer del 2010

La maldición blanca

Charlemagne Péralte asesinado en Haiti en 1919 por los marines USA.

Eduardo Galeano.

El primer día de este año, la libertad cumplió dos siglos de vida en el mundo. Nadie se enteró, o casi nadie. Pocos días después, el país del cumpleaños, Haití, pasó a ocupar algún espacio en los medios de comunicación; pero no por el aniversario de la libertad universal, sino porque se desató allí un baño de sangre que acabó volteando al presidente Aristide. Haití fue el primer país donde se abolió la esclavitud. Sin embargo, las enciclopedias más difundidas y casi todos los textos de educación atribuyen a Inglaterra ese histórico honor. Es verdad que un buen día cambió de opinión el imperio que había sido campeón mundial del tráfico negrero; pero la abolición británica ocurrió en 1807, tres años después de la revolución haitiana, y resultó tan poco convincente que en 1832 Inglaterra tuvo que volver a prohibir la esclavitud. Nada tiene de nuevo el ninguneo de Haití. Desde hace dos siglos, sufre desprecio y castigo. Thomas Jefferson, prócer de la libertad y propietario de esclavos, advertía que de Haití provenía el mal ejemplo; y decía que había que “confinar la peste en esa isla”. Su país lo escuchó. Los Estados Unidos demoraron sesenta años en otorgar reconocimiento diplomático a la más libre de las naciones. Mientras tanto, en Brasil, se llamaba haitianismo al desorden y a la violencia. Los dueños de los brazos negros se salvaron del haitianismo hasta 1888. Ese año, el Brasil abolió la esclavitud. Fue el último país en el mundo.
Haití ha vuelto a ser un país invisible, hasta la próxima carnicería. Mientras estuvo en las pantallas y en las páginas, a principios de este año, los medios trasmitieron confusión y violencia y confirmaron que los haitianos han nacido para hacer bien el mal y para hacer mal el bien. Desde la revolución para acá, Haití sólo ha sido capaz de ofrecer tragedias. Era una colonia próspera y feliz y ahora es la nación más pobre del hemisferio occidental. Las revoluciones, concluyeron algunos especialistas, conducen al abismo. Y algunos dijeron, y otros sugirieron, que la tendencia haitiana al fratricidio proviene de la salvaje herencia que viene del Africa. El mandato de los ancestros. La maldición negra, que empuja al crimen y al caos.
De la maldición blanca, no se habló. La Revolución Francesa había eliminado la esclavitud, pero Napoleón la había resucitado:
—¿Cuál ha sido el régimen más próspero para las colonias?
—El anterior.
—Pues, que se restablezca.
Y, para reimplantar la esclavitud en Haití, envió más de cincuenta naves llenas de soldados. Los negros alzados vencieron a Francia y conquistaron la independencia nacional y la liberación de los esclavos. En 1804, heredaron una tierra arrasada por las devastadoras plantaciones de caña de azúcar y un país quemado por la guerra feroz. Y heredaron “la deuda francesa”. Francia cobró cara la humillación infligida a Napoleón Bonaparte. A poco de nacer, Haití tuvo que comprometerse a pagar una indemnización gigantesca, por el daño que había hecho liberándose. Esa expiación del pecado de la libertad le costó 150 millones de francos oro. El nuevo país nació estrangulado por esa soga atada al pescuezo: una fortuna que actualmente equivaldría a 21,700 millones de dólares o a 44 presupuestos totales del Haití de nuestros días. Mucho más de un siglo llevó el pago de la deuda, que los intereses de usura iban multiplicando. En 1938 se cumplió, por fin, la redención final. Para entonces, ya Haití pertenecía a los bancos de los Estados Unidos. A cambio de ese dineral, Francia reconoció oficialmente a la nueva nación. Ningún otro país la reconoció. Haití había nacido condenada a la soledad. Tampoco Simón Bolívar la reconoció, aunque le debía todo. Barcos, armas y soldados le había dado Haití en 1816, cuando Bolívar llegó a la isla, derrotado, y pidió amparo y ayuda. Todo le dio Haití, con la sola condición de que liberara a los esclavos, una idea que hasta entonces no se le había ocurrido. Después, el prócer triunfó en su guerra de independencia y expresó su gratitud enviando a Port-au-Prince una espada de regalo. De reconocimiento, ni hablar. En realidad, las colonias españolas que habían pasado a ser países independientes seguían teniendo esclavos, aunque algunas tuvieran, además, leyes que lo prohibían. Bolívar dictó la suya en 1821, pero la realidad no se dio por enterada. Treinta años después, en 1851, Colombia abolió la esclavitud; y Venezuela en 1854. En 1915, los marines desembarcaron en Haití. Se quedaron diecinueve años. Lo primero que hicieron fue ocupar la aduana y la oficina de recaudación de impuestos. El ejército de ocupación retuvo el salario del presidente haitiano hasta que se resignó a firmar la liquidación del Banco de la Nación, que se convirtió en sucursal del Citibank de Nueva York. El presidente y todos los demás negros tenían la entrada prohibida en los hoteles, restoranes y clubes exclusivos del poder extranjero. Los ocupantes no se atrevieron a restablecer la esclavitud, pero impusieron el trabajo forzado para las obras públicas. Y mataron mucho. No fue fácil apagar los fuegos de la resistencia. El jefe guerrillero, Charlemagne Péralte, clavado en cruz contra una puerta, fue exhibido, para escarmiento, en la plaza pública. La misión civilizadora concluyó en 1934. Los ocupantes se retiraron dejando en su lugar una Guardia Nacional, fabricada por ellos, para exterminar cualquier posible asomo de democracia. Lo mismo hicieron en Nicaragua y en la República Dominicana. Algún tiempo después, Duvalier fue el equivalente haitiano de Somoza y de Trujillo. Y así, de dictadura en dictadura, de promesa en traición, se fueron sumando las desventuras y los años.
Aristide, el cura rebelde, llegó a la presidencia en 1991. Duró pocos meses. El gobierno de los Estados Unidos ayudó a derribarlo, se lo llevó, lo sometió a tratamiento y una vez reciclado lo devolvió, en brazos de los marines, a la presidencia. Y otra vez ayudó a derribarlo, en este año 2004, y otra vez hubo matanza. Y otra vez volvieron los marines, que siempre regresan, como la gripe.Pero los expertos internacionales son mucho más devastadores que las tropas invasoras. País sumiso a las órdenes del Banco Mundial y del Fondo Monetario, Haití había obedecido sus instrucciones sin chistar. Le pagaron negándole el pan y la sal. Le congelaron los créditos, a pesar de que había desmantelado el Estado y había liquidado todos los aranceles y subsidios que protegían la producción nacional. Los campesinos cultivadores de arroz, que eran la mayoría, se convirtieron en mendigos o balseros. Muchos han ido y siguen yendo a parar a las profundidades del mar Caribe, pero esos náufragos no son cubanos y raras veces aparecen en los diarios.Ahora Haití importa todo su arroz desde los Estados Unidos, donde los expertos internacionales, que son gente bastante distraída, se han olvidado de prohibir los aranceles y subsidios que protegen la producción nacional. En la frontera donde termina la República Dominicana y empieza Haití, hay un gran cartel que advierte: El mal paso. Al otro lado, está el infierno negro. Sangre y hambre, miseria, pestes.En ese infierno tan temido, todos son escultores. Los haitianos tienen la costumbre de recoger latas y fierros viejos y con antigua maestría, recortando y martillando, sus manos crean maravillas que se ofrecen en los mercados populares.
Haití es un país arrojado al basural, por eterno castigo de su dignidad. Allí yace, como si fuera chatarra. Espera las manos de su gente.